Hace más de 10 años emprendí junto a Implementos y Maquinarias (IMCA) un proyecto de transformación del Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal para incidir en egresados con mayores competencias de empleabilidad.  En este entorno, nuestros consultores externos del Center for Occupational Research and Development (CORD), nos introdujeron a las estrategias pedagógicas REACT™ que promueven el aprendizaje como un proceso en el que el estudiante participa activamente.  Fue la primera vez que escuché hablar de aprendizaje contextual.

Casi al mismo tiempo en que empecé a estar expuesta a REACT™, tuve dos experiencias en dos ambientes muy diferentes que me ayudaron a entender mejor parte de las premisas de CORD: que aprender no es memorizar o resolver una ecuación, sino ser capaz de usar lo aprendido o de transferirlo a otros.

Una de las experiencias fue participar de una clase en la escuela de negocios de BARNA. A diferencia de cualquier clase que había tomado hasta entonces, BARNA utiliza el método de caso para el proceso enseñanza – aprendizaje y, con ello, genera una experiencia participativa en la que alumnos y alumnas se sumergen en una situación propuesta, la interpretan, asumen posturas, se comprometen en el proceso de discusión y luego reflexionan y aprenden a partir del desenlace del caso, las reflexiones en relación con sus posturas y las de sus compañeros.

La otra experiencia fue adentrarme en los ejercicios espirituales de San Ignacio del Loyola. Estos ejercicios tienen más de 500 años y son el centro de la espiritualidad ignaciana. Su objetivo fundamental es exponer al participante a una experiencia espiritual que transforme su proceso de toma de decisiones hacia uno en el que analice sus opciones, no desde los pensamientos, sino desde algo más profundo, desde los movimientos de su alma, y aprenda a confiar en que desde esa profundidad Dios nos guía.

Aunque parezcan experiencias muy diferentes, por la cercanía temporal en que las viví, pude relacionarlas en sus aspectos más básicos. Cuando viví la experiencia de REACT™, ya había pasado por secundaria, por una carrera de ingeniería y por una maestría. Lo mismo con el programa de BARNA, para ese entonces ya había tomado múltiples programas de desarrollo ejecutivo. Cuando hice los ejercicios espirituales, tenía más de 20 años como miembro activa de una comunidad de la iglesia (que, por cierto, siempre fue dirigida por jesuitas); sin embargo, en los tres casos aprendí diferente de lo que ya sabia: aprendí mejor.

Los ejercicios espirituales, por ejemplo, me llevaron a contemplar a Jesús. Tantos años de lectura del Evangelio, de oración y de catequesis y no fue hasta entonces que me sentí por primera vez frente a la persona de Jesús. Un trozo del Evangelio, un generoso espacio de silencio frente a la escena que sugiere el pasaje y mucho silencio interior son suficientes para que Jesús deje de ser un personaje de una historia del pasado y se convierta en un llamado personal y actual a vivir desde la aceptación de todos y todo, pero con espíritu transformacional.

Aprender en el contexto, es acerca de estar presentes, no solo escuchar o leer, sino de adentrarse en el tema, se parece a nadar o a montar bicicleta. Las tres experiencias que menciono logran eso, te colocan como sujeto del proceso, generan emociones y reacciones y en ellas aprender se vuelve cambio, en la persona y en sus capacidades.

Así como miro con optimismo la transformación de las ocupaciones a medida que  la tecnología se va ocupando de un montón de trabajos que son más para robots que para personas, veo con  ilusión la transformación de un sistema educativo más enfocado en diseñar experiencias de aprendizaje que a dictar contenidos; y a darle a las personas conocimientos, destrezas y habilidades conductuales que incidan en llevarlos a una vida en la que podamos estar más presentes y  experimentar mayor plenitud.