Al concluir “La Era de Trujillo”, de Jesús de Galíndez (lectura pendiente desde hace muchos años), el memorial crítico detallado de aquella tragedia, volvieron las preguntas ineludibles: ¿Cómo es que aquel hombre sigue vivo en la funcionalidad del Estado (desapariciones, sangre y persecuciones  aparte)? ¿Cómo es posible, 54 años después, que toda decisión de gobierno provenga de un sólo individuo (poderes, leyes e instituciones aparte)? ¿Cómo es posible que el Estado opere en función de complacer el ego y la imagen de un hombre (clases, partidos y desarrollo social aparte)?… ¿Cuándo será que enterraremos a Trujillo?