La mayoría de las personas son felices en la medida en que deciden serlo. ( Abraham Lincoln).

La Paz tiene su antinomia, la Guerra, por eso Tolstoy llamó a su novela Guerra y paz. El hombre ha cuajado la historia en una búsqueda incesante por dirimir conflictos a lo largo de los hemisferios y en todos los tiempos cesan y reaparecen como por arte de magia y siembran destrucción y muertes, ahora en los tiempos presentes masivas emigraciones con sufrimientos inenarrables de montones de gentes inesperadamente convertidas en un caos. Esa es la filosofía de la historia, aunque pontifiquemos sobre la Paz, se redacten los mejores discursos y sermones, se platique la diplomacia, pero cuando esta no funciona, la diplomacia de la Guerra, la diplomacia del cañón, como apunta la estrategia geopolítica de USA. La guerra aparece donde fracasa la diplomacia, en el sentido de dirimir conflictos y controversias.

Kant en su opúsculo La Paz Perpetua sugiere que la concordia y la armonía se consiguen mediante la propia naturaleza en que se desenvuelven los conflictos, no siguiendo necesariamente las leyes sino que aparece un "azar"', una casualidad en donde los propios hombres concilian para evitar mayores pérdidas y contratiempos.

Desde luego, esto después de describir en su trabajo las diferentes reglas de lograr La Paz. Los hombres y mujeres la buscan insaciablemente en todos los confines del mundo; las religiones la profesan como algo sagrado,  como principio cardinal de su estructura doctrinaria que la soporta y justifica; sus libros sagrados e históricos se fundamentan en conseguir La Paz y aleccionar a sus feligreses o seguidores en distanciarse de la violencia y la guerra, ofrecer preeminencia a la enseñanza por La Paz entre los hombres.

Todos  buscamos la felicidad, que generalmente no está afuera, sino que radica en nosotros mismos; nosotros construimos la felicidad a cada paso y depende de la fortaleza de nuestro ser y espíritu

Aunque las batallas las tienen pérdidas, porque en nombre de las propias creencias, mal fundadas,  se han llevado cruzadas sangrientas y hoy mismo en el Medio y Lejano Oriente se ejecuta una macabra guerra étnico-religiosa que presenciamos espeluznantes como la peor barbarie que sufre la humanidad; es el conflicto más controversial y difícil de solución por su naturaleza política, social, étnica y religiosa que confluyen en los mismos escenarios y territorios que disputan los actores. Sin descartar la riqueza económica que empuja desde el exterior conforme al reparto de influencia geopolítica hacia esos espacios vitales.

Si repasamos la historia humana encontramos que no hay páginas en blanco donde no se haya escrito la impronta de eventos bélicos, la guerra interrumpe los momentos de sosiegos que con tanto placer y jolgorio disfrutan en ocasiones los pueblos. A veces, el conflicto armado, tildado de glorioso, para recuperar riquezas, patrimonios y la propia soberanía de las Naciones, no tiene otra alternativa que no sea entrar en el escenario armado. Razones diversas, intervención de otra Nación, imposición de una dictadura, conflictos sociales o guerra civil, etc.

A propósito, de estos momentos navideños donde nos felicitamos y abrazamos con tanto fervor y devoción entre familiares y amigos, cabe abordar el tema porque en definitiva la relación paz y felicidad van de las manos, en una relación biunívoca a que aspiramos independientemente del triste y amargo testimonio de la historia. Todos  buscamos la felicidad, que generalmente no está afuera, sino que radica en nosotros mismos; nosotros construimos la felicidad a cada paso y depende de la fortaleza de nuestro ser y espíritu. Los elementos imprescindibles de esa virtud no la ofrece necesariamente la riqueza material, ni los grandes logros en una carrera signada por la competencia; la mayor parte de los competidores caen agobiados con el paso de los años o ciertas caídas no soportadas por la serie de triunfos obtenidos a lo largo de su vida: todo termina, reduciendo la fortaleza competidora, pero el alma queda produciendo felicidades que están en ti, en mi, como potencialidades inagotables. Y otra cosa, no busques la felicidad en futuro, esta se construye como eslabones en cada momento que propicia la vida, disfrutas cada instante que te pareces agradable, y lo que no lo es, como una nueva oportunidad.