En el 2013, el Episcopado Católico reconoció el papel jugado por la Iglesia en el triunfo de Pedro Santana y la persecución contra Juan Pablo Duarte (3/6)
En el 2013, la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED), se refirió a la Carta Pastoral del 24 de julio de 1844 sin identificarla y por primera vez, reconoció el papel político jugado por la Iglesia al apoyar a Pedro Santana en contra de los próceres de la Independencia.
Este reconocimiento se encuentra en la declaración titulada “En el Bicentenario de Juan Pablo Duarte, Renovemos nuestros Ideales”, que fue publicada en su página cibernética el día 27 de febrero de 2013, año del 169 aniversario de la Independencia Nacional y del bicentenario de Juan Pablo Duarte.
La declaración del CED proclama a Duarte como “promotor de nuestra Independencia y prototipo de conducta para la vida privada y pública de todos los dominicanos”. De aquí procede a defender la catolicidad de Duarte y a admitir el papel político que la Iglesia de 1844 jugó al apoyar al General Pedro Santana y la Junta Central Gobernativa, en contra de los “próceres de la Independencia” que un mes más tarde serían declarados “traidores infieles a la Patria”. Cito:
Duarte permaneció católico aunque en aquellos tiempos muchas personas identificaban al imperio español y al catolicismo, y confundían uno y otro; permaneció católico a pesar de que un miembro cualificado de la misma Iglesia pidiera obediencia a los mandatos y órdenes del General Pedro Santana y de la Junta Central Gobernativa, la que un mes más tarde declararía como traidores infieles a la Patria a los próceres de la Independencia.
Primero quiero reconocer el paso de avance que significa que el Episcopado dominicano admitiera, después de 169 años de la Independencia, admitiera su rol político al usar su capital social y religioso a favor de Pedro Santana y su proyecto anexionista, en contra del proyecto de nación liberal y soberana que Juan Pablo Duarte defendió sin nunca ceder a las presiones de la Iglesia y el sector hatero. Hubiese sido más cristiano y más humilde, si hubiesen pedido perdón por las acciones del pasado, que hoy lamentan; y si hubiesen reproducido el texto completo, para decir la verdad, toda la verdad. Quizás más en línea con las actitudes que está manifestando el papa Francisco.
La introducción del texto busca reforzar la catolicidad de Duarte para convertirlo en modelo prototipo del dominicano. Ignora que fue masón junto a los demás Trinitarios y que por esa razón estaba automáticamente excomulgado por la Iglesia. Los masones tienen pruebas del nombre de la logia y el rango que ocupaba, del uso de los tres puntos en su firma a sabiendas de que públicamente se identificaba como masón, y de su propio testimonio desde el exilio en Alemania, donde los masones lo acogieron en su seno, según reporta Rosa Duarte como la cita Rodríguez Demorizi (2013, p. 37).
Los datos sobre la militancia masónica de Duarte y los Trinitarios son narrados con detalles por el historiador Orlando Inoa (2008) en su historia biográfica de Duarte, quien además transcribe el texto de la Carta Pastoral promulgada por “el jefe de la iglesia católica” que excomulga a los opositores al Gobierno de la Junta presidida por Pedro Santana (pp. 123-124). Además, en 1983 el Vaticano ratificó su posición antagónica a la masonería (Ratzinger, L´Obsservatore Romano, "Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la masonería. Noviembre 26 de 1983).
El CED seleccionó parte del texto original y omitió toda referencia a la excomunión de los opositores a Pedro Santana. La Carta Pastoral del 24 de julio de 1844 debe de ser leída completa, para comprender el mensaje de temor y las acusaciones que se hacen contra los opositores a Santana; categorizados como gente deísta que no obedecían a Dios, y conformaban el objeto de la ira divina. Por esa razón, Dios castiga a todo el pueblo dominicano, enviándoles las invasiones haitianas. Promete además que Dios enviará peores castigos si no le obedecen a él, su mensajero, Tomas de Portes e Infante.
Pueden solicitar la Carta Pastoral en el Archivo General de la Nación, Colección del Centenario de la República Dominicana, organizada por Emilio Rodríguez Demorizi.Volumen II páginas 47 a 55. Yo la solicité en el 2011, para verificar la información que recibí del historiador Juan Mariñez y que verifiqué con una persona historiadora especialista del siglo XIX, antes de publicar el artículo Causas y consecuencias de la traición de la Iglesia a Juan Pablo Duarte, el 27 de febrero y 5 de marzo de 2012. Pueden leer la Carta Pastoral en mi blog (http://argeliatejada.blogspot.com/p/carta-pastoral-de-julio-de-1844.html).
El párrafo mutilado por el Episcopado es el siguiente:
…Por el órgano de mi débil voz pero Embajador de su hijo preciosísimo, que os mantengáis en tranquilidad, que no abuséis de su misericordia, y advertid que él es muy zeloso [sic] de su honor y de su gloria y ya vosotros estáis comprometidos y por supuesto se dará por ofendido si no obedecéis los mandatos y ordenes, tanto dl. [sic] Gral. De División y gefe [sic] supremo Santana, como los de la Junta Gubernativa, pa. [sic] lo cual os conminamos con excomunión mayor, a cualquiera clase de persona que se mezclase en trastornar las disposiciones de nuestro sabio Gobierno, y del bien social.
La iglesia prefirió omitir el texto de excomunión porque sabe que no puede tergiversar el significado de lo que constituye una “excomunión mayor”, como alegremente lo han hecho dos conocidos historiadores dominicanos, uno de los cuales escribió un breve libro afirmando que Duarte no fue excomulgado y reproducido en Clío, órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Constituye un ejemplo de cómo la autoridad de una academia es instrumentalizada para responder a intereses políticos e ideológicos contrarios a los métodos de las ciencias. Desde el año 1980, es conocido que el obispo Hugo Polanco Brito lamentó veladamente la excomunión de Duarte, en su artículo Aporte de la iglesia en el Cibao a la Causa Nacional 1844-1880. En Eme Eme Estudios Dominicanos, Vol. VIII, No. 48, mayo-junio 1980, p. 31.
Por suerte, la Academia no monopoliza la Historia del pueblo dominicano. El órgano del Instituto de Historia de la UASD, la Revista ECOS, en su No. 12, del año 2013, conmemoratorio del bicentenario del natalicio de J. P. Duarte, publicó mi artículo “Excomunión del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte y sus consecuencias” pp. 39-69; en cuyo comité de selección colaboró el Archivo General de la Nación. En la misma incluyo el debate posterior a los artículos publicados por acento.com.do sobre el tema.
Debido a la ignorancia del derecho canónico de la población algunos se han hecho eco de la revisión histórica promovida por dos miembros de la Academia de Historia. Recomiendo a los/as lectores que hagan una búsqueda con google para que entiendan las diferentes formas de excomunión de la Iglesia. Una de las más comunes es la “excomunión mayor” o latae sententiae. Esta advierte de la excomunión automática en que incurrirán todas las personas que desobedezcan algún mandato específico de la Iglesia.
Vimos en el artículo anterior que fue mencionada en la bula del papa Alejandro VI contra quienes entrasen a las colonias españolas a mercadear sin previo permiso de la Corona o por cualquier otro motivo. Este es también el caso de la mujer que aborte, queda automáticamente excomulgada; o de la persona casada por la Iglesia, que después de divorciada contrae nuevas nupcias; o del obispo que ordene a una mujer como sacerdote.
Argumentar que la ausencia de nombres en la sentencia de excomunión mayor fue inefectiva es desconocer la historia. Primero, a menos de un mes de promulgación de la Carta Pastoral, el gobierno de Santana destituyó destitución de sus cargos a Duarte y los próceres de la Independencia, los encarceló y sentenció a muerte de no abandonar para siempre el territorio dominicano. Segundo, en julio de 1844 todo el mundo sabía que Juan Pablo Duarte era el principal opositor que tenía Pedro Santana. Lo tenían más claro que poder identificar en el presente quien es el principal opositor del gobierno de Danilo Medina.
En esa época, la oposición a la ocupación haitiana estaba dividida en dos bandos. Por una parte los conservadores hateros que buscaban la anexión a una potencia extranjera por el temor a las invasiones haitianas, apoyada por casi todo el clero y su único Jerarca, el Vicario Tomas de Portes e Infante; y por otra parte, los seguidores de Juan Pablo Duarte quien desde junio fue proclamado presidente en la Vega y en Santiago. Duarte recibió además el acta de pronunciamiento de Puerto Plata, en la que se favorecía su candidatura presidencial (Inoa, 2008, pp.106-130; Rodríguez Demorizi, 2013, pp.31-35).
Nadie duda que Duarte fuese bautizado como era la costumbre en una sociedad que por más de tres siglos, prohibió otro culto que no fuese el católico e impidió la entrada de “herejes”. Además, la creencia en Dios es un requisito de la masonería. Pero lo que se cuestiona no es si Duarte fue religioso o no. Lo que se cuestiona es el uso del capital social y religioso de la Iglesia para estigmatizar a Duarte y cambiar el destino de la historia dominicana. Propiciaron un futuro de décadas de dictaduras conservadoras dirigidas por los hateros Santana y Báez, hasta que en 1789 los liberales dirigidos por el Gral. Gregorio Luperón lograron derrotarlos, consolidar su poder, e introducir con Eugenio María de Hostos la autentica revolución de la Educación Dominicana: pública, laicista, científica, moral, cívica, gratuita, y respetuosa de los derechos humanos de la mujer y la juventud.