Continúo ahora aquí, con una segunda parte y la reducción de mi traducción del ensayo de Heidegger, Gelassenheit – Serenidad, 1955 – 1982.

El poeta –Johann  Peter Hebel– quiere decir: Allí  donde  una  obra  humana vigorosa y sana se forma y perfecciona, encuentra su  origen en las profundidades del suelo nativo desde donde el hombre alcanza la potencia para elevarse al éter. Éter quiere aquí significar: el aire libre de las alturas del cielo, el dominio del espíritu.

[…]

¿El hombre del futuro podrá aún desarrollarse? ¿Su obra madurará desde la Heimat, desde la tierra natal, desde esta patria chica que no solo describe un lugar geográfico, sino sobretodo un estado de pertenencia, de relación intrinseca, de una copertenencia firme para levantarse en el éter, esto es, en toda la extensión del cielo y del espíritu? O más bien, ¿todo caerá en las tenazas de la planificación, de la organización, de la  automatización?

La época en la que nos introducimos se  nombra: Era atómica. Su característica más evidente es la presencia de la bomba atómica.

Pero esta caracterización es superficial, porque se ha descubierto en seguida y a la vez reconocido que la energía atómica puede ser utilizada para fines pacíficos.

Por esto; los físicos   atómicos   y sus técnicos intentan hoy establecer, en vastas organizaciones, la utilización pacífica de la energía atómica. Los grandes trusts industriales de las naciones de gran poderío técnico, con Inglaterra a  la  cabeza,  ya  han  calculado que la energía atómica será un negocio de proporciones gigantescas.

Cabaña de Heidegger en Todtnauberg.

En el negocio de la energía atómica, ya se afirma, se ha de descubrir una nueva felicidad.

Las mismas luminarias de la ciencia del átomo no se contienen  y  proclaman  esta felicidad.

En julio de este año (1955) dieciocho titulares del premio Nóbel reunidos en la Isla de Mainau (Lago de Constanza), lo han manifestado textualmente en un informe: La  ciencia –en  este caso la ciencia más reciente del estudio de la naturaleza– es un camino que conduce a una vida más feliz para el hombre.

¿Qué  pensar  de  esta  declaración?  ¿Procede  de  un verdadero esfuerzo de reflexión? ¿Describe el auténtico  sentido  de  la época  atómica? No. 

  Si  aceptamos  como  valedera   y  suficiente esta afirmación  de  los  entendidos  en  la  física  atómica,  nos colocaríamos en el lugar más lejano posible para lograr una consideración   de   la   epoca    presente. ¿Por    qué? Porque nos habríamos olvidado de preguntar: ¿Con qué debe  relacionarse  el  hecho de que la técnica científica haya  descubierto  y  liberado nuevas energías naturales?.

Este  suceso  debe  vincularse   con   este otro:  que   desde   hace varis  siglos  una  inversión   y   una   precipitación   de   todas   las representaciones  fundamentales  esta  aconteciendo. 

El   hombre está  siendo  transportado  a  otra  realidad.  Esta  revolución  radical de nuestro modo de ver el mundo se cumple en la filosofía moderna

Ahí  nace  una  posición  enteramente  nueva  del  hombre en el cosmos y con relación a1 orbe.  Ahora el  mundo se revela como  un  objeto  sobre  el  cual  el  pensamiento  calculador dirige sus ataques y a estos ataques nada podra oponer resistencia.

La natura1eza  viene  interpretada  como  una  reserva  gigante, como una fuente de energía para la técnica  y  la  industria  moderna.

Esta  relación  fundamentalmente  técnica  del  hombre  con  la totalidad del mundo apareció por primera vez en el siglo XV11 en Europa. 

Por  mucho  tiempo  ha  sido  desconocida  en otras  partes  de  la  tierra. Ha sido  completamente  extraño  a épocas  anteriores y al destino de los pueblos de entonces.

La  potencia escondida  en el seno de la técnica contemporanea determina la relacion del hombre con lo que es. Esta relación impera hoy sobre toda la tierra.

Durante el verano de este año de 1955, un coloquio internacional reunió en Lindau, a los titulares del Premio Nóbel.

En esta ocasiôn el químico norteamericano Stanley observó: Se aproxima la hora en que la  vída  se  encontrará colocada en las manos de los químicos, que harán, desharán o modificaran a su voluntad la substancia vivente.

Más allá de Hiroshima y Nagasaki.

Se toma nota de tal declaración, se admira la audacia de las investigaciones científicas y todo queda ahí.   

No   se  llega  a tomar en consideración  que  lo  que los medios de la técnica nos preparan es una agresión contra la vida y el ser mismo del hombre, y que respecto a esta agresión, la explosión de una bomba  de hidrógeno   no  significa   nada  porque  es   precisamente   si las bombas de este tipo no estallan, y si el hombre continúa viviendo sobre la tierra, que la Era Atómica llevará a cabo una inquietante transformación del mundo.

Lo que sobre todo en este contexto es con propiedad, inquietante, no es que el mundo se tecnifique completamente; lo que  es  verdaderamente  alarmante  es  que  el  hombre  no  esté preparado para esta transformación,  que  no  nos  hayamos todavía explicado válidamente con los medios  del  pensamiento que reflexiona, lo  que,  con  propiedad,  en  nuestra  época  emerge bajo nuestros ojos.

Ningún  individuo,  ningún  grupo  humano,   ninguna comisión, aunque estuviere integrada por los más eminentes hombres de Estado, científicos o especialistas técnicos; ninguna conferencia de industriales y economistas  puede  frenar  o  dirigir la marcha y el desarrollo histórico de la Era atómica.

Ninguna organización  humana  se   encuentra  hoy preparada, en   estado de tomar en sus manos la dirección de nuestra época.

El hombre en la Era atómica, será entregado sin orientación  y  sin defensa  a  la marea  creciente de la técnica; y, efectivamente lo será, si allí donde el juego es decisivo, renuncia a actualizar y a cumplir el  pensamiento  que  medita en contra del modo de pensar calculador.

Pero el pensamiento que medita, una vez que ha despertado. debe obrar sin tregua y animarse a la menor ocasión: la meditación debe cumplirse en el  presente, aquí justamente en ocasión de nuestra fiesta conmemorativa. Porque este modo de pensar nos conduce a considerar lo que la Era atómica amenaza particularmente; la radicación de las obras humanas en una tierra natal.

Preguntémonos ahora: si el anterior arraigo está desapareciendo, ¿no es posible  que en cambio un nuevo terreno, un nuevo suelo  se ofrezca al hombre, un suelo donde el hombre y sus obras tomarían una savia nueva para su desarrollo, en el corazón mismo de la Era atómica? ¿Cuál será el suelo, la tierra para un nuevo arraigo?

Lo que buscamos cuestionando de esta manera podría estar tan cercano a nosotros los hombres, el camino orientado hacía lo más próximo es siempre el más largo y en consecuencia el más arduo.

El camino es una vía de meditación. El pensamiento que cavila exige de nosotros que no nos fijemos en un solo aspecto de las cosas, que nos dejamos llevar como prisioneros de una representación, que no nos lancemos sobre una vía única, fijándonos en un solo aspecto de las cosas.

Que no seamos prisioneros de una sola representación del mundo, que no nos lancemos sobre una única vía en una sola dirección . El pensamiento que reflexiona nos exige que aceptemos detenernos en las cosas que a primera vista aparecen ser inconciliables.

Nadie puede prever las transmutaciones venideras. Los progresos de la técnica se harán cada vez más rápidos, sin que podamos hacer  nada  por detenerlos. En todos los órdenes de  la existencia, el hombre se va a encontrar cada vez mas  estrechamente  cercado  por  las fuerzas de aparatos técnicos y de autómatas.

Hace ya mucho tiempo que las potencias que  en  todo lugar  y a toda hora, bajo la forma de maquinarias o de instalaciones técnica, acaparan y oprimen al hombre, lo limitan y  seducen;  –desde  hace  mucho  tiempo, decimos, estas potencias han  desbordado  la voluntad y el control del hombre porque no proceden de él.

[…]

Ruinas de la explosión de Chernobil

¿Qué  podemos pensar  de  esta  declaración?  ¿Procede  de  un verdadero esfuerzo de meditación? ¿Indaga el sentido  de  la época  atómica?

No. Si aceptamos  como  valedera   y  suficiente esta  afirmación  de  los  entendidos  en  la  física  atómica,  nos colocaríamos en el lugar más lejano posible para lograr una  comprensión de   la   época    presente.    ¿Por  qué?  Porque nos habríamos olvidado de preguntar: ¿Con qué debe  relacionarse  el  hecho de que la técnica científica haya  descubierto  y  liberado nuevas energías naturales?

La cuestión fundamental de la ciencia y de la técnica contemporáneas no es la de saber de dónde podremos extraer las cantidades necesarias de combustibles  y  carburantes. 

Hoy  la cuestión decisiva es ésta: de qué forma podremos  dominar  y dirigir la energía atómica, cuya potencia sobrepasa toda posible imaginación, y garantizar  a la humanidad  que no se nos escapará de improviso  aún fuera de todo acto de guerra,  de  entre  las manos, encontrando una salida y destruyéndolo todo?

Si se lograra dominar  la energía  atómica,  y  esto se alcanzara, se iniciara entonces un nuevo desarrollo del mundo técnico. Las técnicas del cine y de la televisión,  las  del  transporte,  en particular, el aéreo, las de la información, las de la alimentación, las del ejercicio médico clínico, tal como las conocemos hoy no son más que primeros tanteos.

Nadie puede prever las transmutaciones venideras. Los progresos de la técnica se harán cada vez más rápidos, sin que podamos hacer  nada  por detenerlos.

Lo que, sobre todo en este contexto, es con propiedad inquietante no es que el mundo se tecnifique completamente; lo que  es  verdaderamente  alarmante  es  que  el  hombre  no   esté preparado para esta transformación  que  no  nos  hayamos todavía explicado válidamente con los medios  del  pensamiento que medita, lo  que,  con  propiedad,  en  nuestra  época  emerge  bajo nuestros ojos.

[Este discurso conmemorativo fue pronunciado en Messkirch, patria chica del filósofo, el 20 de octubre  de 1955 en ocasión  de  celebrarse  la  conmemoración del 175 aniversario del nacimiento del compositor Conradín Kreutzer. La presente traducción se basa en el texto francés del original alemán, llevada a cabo por André  Preau, que  fue  publicada  en  el  tomo  I I I   del libro:  Martín Heidegger:   Question, Gallimard, 1966 – 1972).” L a edición original  en lengua  alemana  se  publicó  en  el año de 1959 por G. Neske, Pfultigen, bajo el título: ”Gelassenheit.” (Lobrea)]

Con este esfuerzo de traducción, en 1982, quería despertar en algunos espíritus dominicanos, a lo que de auténticamente esencial acontecía en el planeta en los inicios de los años ochenta.

No solo hubo oídos sordos en ese momento, sino que aún hoy, cuando nuestro mundo y nuestra cultura esta dando muestras de una crisis de dimensiones únicas, la gran mayoría de los dominicanos pensantes no acabamos de abrir nuestros oídos, nuestro espíritu y nuestro corazón permanecen cerrados a la gran crisis que en múltiples aspectos atenaza ya a la humanidad.

Como resulta evidente, Heidegger asume y explora en el tratamiento del tema desde una posición que podríamos calificar Neo-romántica, al seguir una tendencia muy característica de la cultura de su país, Alemania.

Esta larga cita nos abre a la dimensión del pensamiento filosófico tomandola como base para desplegar un debate profundo y sincero de como reconstituir los fundamentos de los límites de una meditación filosófica.

No nos hagamos ilusiones. A todos nos sucede con mucha frecuencia ser pobres en pensamiento; digo: a todos nosotros  incluyendo a todos aquellos que, por así decirlo, piensan por un deber profesional; todos caemos demasiado fácilmente en una indigencia  de  pensamientos. 

La  indigencia  de  pensamientos es un inquietante huésped que se insinúa en todo en el  mundo  de la técnica.