En la semana recién terminada ha tenido lugar el XVI Congreso Internacional de Investigación Científica convocado por el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de República Dominicana.

Entre los eventos parte del Congreso hubo un Simposio de dos días sobre Perspectivas postpandemia para la ciencia latinoamericana y su nexo con la integración regional y la cooperación internacional. Consistió de quince mesas redondas sobre múltiples temas. Quien esté interesado puede encontrar su grabación en el web. Por esta razón, en esta nota recordaré el nombre de solamente alguno de los más de 60 distinguidos participantes procedentes de 30 países.

No fue una reunión de un grupo de mutua admiración de científicos para que pudieran quejarse y llorar por la escasez de la financiación y la falta de reconocimiento de la ciencia en nuestros países, cuyo rol fundamental ha sido de todos modos destacado por el premio Nobel David Gross quien, dos días después, sería el invitado de honor para dictar la Conferencia inaugural oficial del Congreso.

La amplitud de los temas tratados pretende un seguimiento y ser de estímulo para un debate más amplio. Y, hay que subrayar, su objeto, en muchos casos fue de interés general directo para República Dominicana. Algunos ejemplos:

– la discusión del impacto económico de las políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación y el tema del papel de la colaboración Estado-Academia-Sector productivo,

– la discusión sobre la resiliencia a la pandemia y la experiencia cubana de producción de vacunas, tema sensible en un país que vio frustrada su disponibilidad a participar en esta actividad,

– el rol de los centros de ciencia, claramente ligado a las propuestas del presidente Abinader de extender la UASD a Santo Domingo Este y crear una Silicon Beach, tema al cual fue dedicada una mesa redonda,

– la necesidad de políticas inclusivas de género, étnicas y sociales, para las cuales vale el lema que la pandemia ha vuelto popular “que nadie se quede atrás”. Hemos visto que la política de los países ricos acerca de las vacunas permite dudar sobre la real voluntad de evitarlo. Así mismo no podemos ignorar que la pandemia amenaza ahondar diferencias estructurales presentes en nuestros países.

Las últimas cuatro mesas del Simposio merecen comentarios más detallados.

Las grandes colaboraciones científicas internacionales están adquiriendo creciente importancia. Ofrecen oportunidades únicas a nuestros jóvenes y talentosos investigadores, y esto pone problemas de masa crítica y financiación, pero también, como se discutió en otra mesa, de identificación temprana de esos talentos y de que se evite una penosa fuga de cerebros interna sin que el país pueda utilizar esas capacidades.

El tema de la financiación, que siempre surge en esta clase de reuniones, ha sido debatido en una de las dos mesas con solamente dos participantes, que contó con la presencia del ex vicepresidente de Guatemala y ex presidente de Parlacen, Juan Alfonso Fuentes Soria, y de Celia Argüello, en representación del presidente del Banco Centro Americano de Integración económica, Dante Mossi. Desde hace ya demasiado tiempo, la propuesta de crear un Fondo Regional de Ciencia y Tecnología para nuestra región está en la mesa de numerosos organismos regionales, vista con simpatía es cierto, pero sin recibir el visto bueno final que permitiría su concreción.

Acciones incisivas en ciencia no pueden limitarse a las favorecidas por la cooperación internacional de la cual un posible instrumento es el reciente Acuerdo de Asociación de la Unión Europea con Centro América (que no incluye República Dominicana, firmataria,  sin embargo, del análogo Acuerdo con Cariforum, de 2008).

Lo que comentábamos a nivel social, acerca de diferencias que la pandemia está magnificando, puede ocurrir, a otra escala, a nivel de países y esto es especialmente evidente, aún más que en Centro América. en el Caribe.

Se necesita una fuerte integración regional, que en nuestra región debe necesariamente incluir todos los países no hispanoparlantes, sin limitarse al Belice y además debe extenderse interregionalmente a otras regiones del Sur. Dificultades de última hora impidieron la participación de Adel Trabelsi, director de un importante centro tunecino y de Reza Mansouri, prestigioso físico y ex ministro de ciencia de la República Islámica de Irán.

Los debates del Simposio han sido seguidos en vivo por unas 250 personas por día (unas 40 por mesa). Su disponibilidad en el web lo vuelve un instrumento de estímulo para más reflexiones. Ahora es necesario pasar a la acción. Temas como el Fondo de ciencia y tecnología, la Ciudad del conocimiento, el fortalecimiento de la infraestructura científica creando centros regionales, el fortalecimiento de los programas doctorales, ya no pueden y no deben esperar.

La experiencia muestra que un discurso centrado sectorialmente en la ciencia puede encontrar dificultades. La ciencia, y en general los temas académico-investigativos, en Centroamérica y el Caribe de mayoría hispanoparlante, tienen organizaciones como CTCAP y CSUCA, y otros organismos análogos existen en el resto del Caribe.

Por otra parte, los aspectos económicos y sociales tienen varios organismos regionales y suprarregionales continentales competentes para ello.

El crecimiento de cualquier región debe ser holístico y esto hace necesaria una estructura inclusiva de temas como la educación, base de cualquier formación científica, y la cultura.

El único representante de los países islámicos en el Simposio, después de las cancelaciones de Mansouri y Trabelsi, fue Moneef Rafe’ Zoubi, ex director general de la IAS, Academia Mundial Islámica de Ciencias, tienen, desde 1982, la ISESCO (que el año pasado volvió al acrónimo del organismo que la generó, ICESCO). La IslamiC Education Science and Culture Organization tiene como elemento unificador la religión islámica y abarca 54 países. No debería ser necesario aclarar que no solamente no es antitética a la UNESCO, sino es complementaria con esta Organización.

El elemento unificador en nuestra región es laico y geográfico, y es la semejanza de los problemas puestos en evidencia por la pandemia de la COVID-19 que, no nos engañemos, pueden seguir afectándonos no obstante los recientes compromisos del G7. Esto obliga a los países de nuestra región a fortalecer sus estructuras en las áreas mencionadas.

Una decisión que contribuiría a esto sería la creación de una CACESCO (Centro American-Caribbean Education Science and Culture Organization), para lograr lo cual el Simposio ha mostrado que se dan las condiciones necesarias.

Si a nivel político este mensaje será recibido y hecho propio por nuestros Gobiernos y si el Banco Centro Americano de Integración Económica y el Caribbean Development Bank asegurarán su apoyo, el Simposio que se acaba de concluir no habrá sido inútil.