El pasado martes 6 de abril falleció Hans Küng. Antes de morir pidió que su epitafio fuera breve y sencillo, que  solamente dijera: “Profesor Hans Küng”. Deseaba ser recordado por su oficio: “No he sido un profeta, sino un profesor”. ¡No hay que llorarlo. Vayamos detrás de sus enseñanzas y sus reverentes rebeldías!

El profesor Hans Kung fue el teólogo más admirado, leído y consultado en la segunda mitad del siglo XX y en lo vivido del siglo XXI hasta que le llegó la muerte. Nació en el año 1928 en Sursee (Suiza), aunque vivió gran parte de  su vida en Alemania. Se  llegó a decir de él: “es un alemán nacido en Suiza”.

Ha de pensarse que el profesor Hans Küng murió escuchando la música de sus maestros preferidos: Mozart, Wagner y Bruckner, a los cuales se acercó desde temprano por lo que a la relación entre música y religión se refiere, y así lo expresa: “Dondequiera que el artista se posicione con respeto a la religio, al tema Dios, a la fe o la individualidad son inmensas las oportunidades que a él y a su obra les brinda una confianza básica enraizada en la fe en Dios”. (H. Küng, 2006. “Música y Religión”).

Autor de más de cien libros de teología, filosofía de las religiones y ética, nadie que lea uno  de ellos se atreverá a cerrarlo  sin reñir con su propia conciencia por suspender el diálogo con el filósofo y el teólogo que defiende una profunda cercanía entre lo humano y lo divino con un horizonte de redención humana a través de la libertad, la verdad, la caridad, la justicia y la fe.

Sobre la fe, así se expresa de la relación de Dios con el hombre “La fe en Dios puede propagar confianza en la vida, madurez, magnanimidad, tolerancia, solidaridad, compromiso creativo y social, puede fomentar la renovación espiritual, las reformas sociales y la paz mundial”. (Kung, Hans. 2001. “Credo”).

Poseía una profunda formación teológica y filosófica. Estudió teología y filosofía en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. En 1954 fue ordenado sacerdote y, en 1962, el papa Juan XXIII le eligió como consejero oficial del Concilio Vaticano II conjuntamente con Joseph Ratzinger, más tarde  elegido  como el Papa Benedicto XVI.

En 1979 la Santa Sede le retiró la “venia docendi”  para enseñar teología católica debido a la publicación de su libro “¿Infalible? Una pregunta”, en el cual cuestiona el dogma de la infalibilidad en la Iglesia y  en aquel momento a la figura del papa Juan Pablo II.

A partir de ese insólito “castigo” se enfoca en un proyecto de investigación sobre el diagnóstico teológico global y de la situación religiosa contemporánea del judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Elabora también el anteproyecto de Declaración sobre una Etica Mundial que presentara ante el Parlamento de las Religiones Mundiales en 1993.

En su obra “En busca de nuestras huellas. La dimensión espiritual de las religiones del mundo” (2004) expresa: "He buscado huellas por todo el mundo y a través de muchos milenios de historia de las religiones: huellas que llevan a la paz, huellas que pueden ayudar a conseguir una vida digna: huellas de una ética común a la humanidad."

Sostiene que en el siglo XXI surgen de nuevo las religiones como actores en la política mundial. Lo reitera  de esta manera: “no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No habrá diálogo entre las religiones sin estándares éticos globales. No habrá supervivencia en paz y justicia en nuestro mundo  sin un nuevo paradigma de las relaciones internacionales, fundado en estándares éticos globales”. (H. Küng. 2008. “Etica Mundial en América Latina" (2008).

Enfatiza también que “no es posible una justicia mundial sin veracidad y humanidad”. En este sentido,  recomienda que los jóvenes deben aprender, en la familia o en la escuela, a ejercitar la veracidad en su pensar, en su hablar y en su obrar. (Hans Küng. 1999. “Una ética mundial para la economía y la política”).

En sus obras “Estructuras de la Iglesia” (1962) y “La Iglesia” (1967), Küng bosqueja el perfil de una Iglesia humilde, fiel al mensaje de Jesús, atenta a las necesidades del mundo y siempre dispuesta a reformarse. Ni en los momentos más conflictivos de su relación con la Iglesia pensó Küng en abandonarla. De hecho, nunca lo hizo. Vivió siempre como un sacerdote católico según el precepto bíblico: “Tu es sacerdos in aeternum”. (Salmo 109.4).

En su libro “Vida eterna” (1982) pide ayuda a la filosofía, a la historia de las religiones, a la medicina, a la exégesis histórico-crítica y, por supuesto, a la teología. Y será difícil que su lectura deje indiferente. Y así, todas sus obras.

Los muertos ya no aprenden nada. Pero si pueden seguir ofreciendo profundas enseñanzas. ¡El profesor Hans Küng continuará enseñándonos más allá de su muerte para transmitir a los seres humanos una filosofía, una teología y una ética ilustradas.