En el autoexilio, el estado de ánimo fácilmente cambia a medida que cambian las estaciones. Durante los meses de invierno, los días se acortan, y abunda el mal tiempo. El frío y la escasez de luz parecen espantar el sentido de buen humor, que suele recuperarse al regresar el verano.
Pero cada vez que tocamos suelo dominicano, sin importar la estación del año, sentimos una gran sensación de renovación personal. De repente, nos sentimos en casa, donde pertenecemos. Y no es ninguna sorpresa, somos una tierra de gente alegre, humilde, hospitalaria y trabajadora.
Nos conmueve lo más simple de la naturaleza. Nos mueve un sentimiento de alegría y regocijo cuando el pasto se enverdece o cuando flores de framboyán sirven de decoración a un callejón cualquiera.
Así es el dominicano, gente amistosa, noble y solidaria.
Por eso me sorprende el odio que se viene cosechando desde hace ya un tiempo hacia personas que enfrentan la desnacionalización de dominicanos de descendencia haitiana. Me preocupa que ciertos sectores de la sociedad quieran instigar la violencia para beneficio político, y ya hemos visto las consecuencias. Reconocidos periodistas que siempre han estado a favor de los mejores intereses de nuestro país son catalogados como “traidores” y amenazados de muerte. También, recientemente un joven haitiano, atado de pies y manos, fue colgado de un árbol en el parque Ercilia Pepín de Santiago. ¿Es este el ejemplo y el legado que queremos dejar a nuestros hijos?
¿Y el presidente? Bien gracias, ciego, sordo y mudo.
Cuando ocurren incidentes como estos, y cuando los principales líderes del país prefieren callar, es claro que la sociedad está alcanzando un punto muy peligroso. Por ende, es nuestro deber enfrentar a aquellos que creen que el odio es sinónimo de patriotismo, los mismos que por diferencias de opinión pretenden dividir a nuestra gente entre “patriotas” y “nacionalistas”.
Muchos han dicho que son orgullosamente “nacionalistas”, sin detenerse a pensar en la diferencia entre el “nacionalismo” y el “patriotismo”. Ambas palabras se utilizan normalmente en forma tan vaga que cualquiera cree que son lo mismo, pero hay una gran distinción.
Permítanme explicar…
El patriotismo es devoción y amor a la nación, a su gente y a su forma particular de vida. Como patriotas, hasta llegamos a creer que nuestro país es el mejor del mundo, pero sin la necesidad de odiar a otros ni de sentirnos que somos superiores a otros. El patriotismo es cuando el amor por nuestro pueblo es lo primero.
Por otra parte, el nacionalismo es cuando el odio por los demás pueblos es lo primero. El nacionalismo es inseparable de la voluntad de poder por medio del odio hacia otros. Es decir, cree que para amar a la patria hay que odiar a otra. El nacionalismo es patriotismo transformado en un sentimiento de superioridad y agresión hacia otros. El nacionalismo divide y como dijo Daniel Fried en una ocasión “es tan peligroso como el alcohol barato, que lentamente emborracha, después ciega, y al final mata”.
Nadie merece ser llamado “traidor” solo por creer en una salida humanitaria a la crisis migratoria o por creer en los derechos fundamentales de todo ser humano. Igualmente, nadie merece ser llamado “nazi” solo por querer control en la frontera. Todos creemos en la regularización migratoria para acabar con la trata de personas en la frontera, así que este punto común debe partir el dialogo, con respeto mutuo, como se practica en cualquier democracia, sin exageraciones ni manipulaciones.
Seamos patriotas, pero no dejemos que sentimientos nacionalistas nos dividan. Aquellos que dividen al país entre “patriotas” y “traidores” son los primeros en violar los ideales Duartianos de que somos un país “único e indivisible”. Violan también el lema de la Filantrópica de “paz, unión y amistad” entre dominicanos.
En ocasiones me he encontrado con dominicanos en muchas partes del mundo, y soy testigo de la gran alegría que da encontrarse con su gente sea donde sea. En cuestiones de segundos, sin importar diferencias personales, cualquier extraño se convierte en hermano solo por pertenecer al mismo pedacito de tierra.
Como dice el canto a la patria, nuestro destino es ser “el pueblo más noble debajo del sol”, no desatar el odio contra el prójimo, y mucho menos si el prójimo es vulnerable y necesita ayuda.
Por eso propongo que si te encuentras con algún “patriota” o “traidor” en la calle, sea en el país o en cualquier parte del mundo, enfréntalo con un cordial abrazo y exprésale el amor que sientes por él o ella, solo por el hecho de compartir este bello pedacito de tierra contigo.
Al fin y al cabo, a pesar de las diferencias, todos queremos lo mejor para nuestro país y todos queremos lo mismo en la vida: felicidad, salud y que gane el Licey.