La República Dominicana está afrontando en estos momentos múltiples problemas. Esta situación no es exclusiva de nuestro país; a nivel mundial cada nación está encarando situaciones difíciles que le exige evaluar sus políticas de intervención social, económica, política y cultural, especialmente. Esto quiere decir, que, por más desarrollo que tengan los países, ninguno está exento de problemas. Todos tienen situaciones que requieren atención y solución. Es verdad, que, los países más desarrollados poseen un sistema social y político más institucionalizado; las condiciones de los ciudadanos es distinta que la de los países como el nuestro, en los que el sistema social y político se caracteriza por la desinstitucionalización y la precariedad. Además, en todos los países podemos encontrar buenas oportunidades y colocarnos en situaciones de mayor riesgo. Esto implica que necesitamos prepararnos para las circunstancias prometedoras y para las que no lo son.
De República Dominicana han salido personas y grupos hacia naciones llamadas del primer mundo y en esas naciones han experimentado un progreso relevante; otras han encontrado la destrucción de su estructura familiar; de sus relaciones; y, hasta de sus valores. Por tanto, lo que importa es que las familias, la educación dominicana y las organizaciones de la sociedad civil, incentiven el encanto por nuestro país; por su gente, por su flora y su fauna; por su arte; por sus productos; por su geografía, por sus recursos naturales y todo lo bueno, todo lo agradable y loable que encontramos en cada rincón del país. Es tiempo de apostar por el país real que tenemos y avanzar en la construcción del país posible.
El encanto por nuestro país es lo último que debemos perder mientras tengamos vida. Es un país en el que se sufre pero al mismo tiempo nos aporta bastante. Aún en la realidad que vivimos, encontramos trazos de humanidad como la acogida, la solidaridad entre los vecinos, el ocio compartido entre familias, los Buenos Días con una sonrisa, el movimiento social que reactiva la esperanza colectiva, etc. La encuesta Barómetro de las Américas nos informa del deseo de marcharse del país, de un 42% de personas, lo cual, no puede dejarnos tranquilos. Este dato nos interpela. Importa que nos preguntemos, ¿Cuál es nuestra aportación para que las personas con las que vivimos, trabajamos y compartimos, potencien su sentido de pertenencia al país? ¿Qué hacemos, para que el Estado Dominicano de algún paso que transforme la inequidad social y económica en equidad para todos? ¿Que estamos haciendo para que la corrupción institucionalizada no expulse a los jóvenes, a los niños y a los adultos del país? Es innegable que el Sistema Educativo Dominicano tiene que aterrizar y trabajar los aspectos que está afectando el encanto de las personas por su país; el deseo que tienen los desencantados de irse y no volver más. Un 42% de personas que desea marcharse es un porcentaje alto que no puede dejarnos impasible. Hagamos la parte que nos toca pero hagamos también, todo lo que sea necesario para que el Estado Dominicano asuma su responsabilidad. Ya no es posible ignorar este problema; tampoco es ético, silenciar el descuido del Estado Dominicano con respecto a condiciones de vida, de salud, de trabajo, de vivienda. Unamos la voz y las fuerzas para que se produzcan los cambios que pueden transformar el desencanto de muchos dominicanos. Actuemos para que la República Dominicana sea más atrayente para todos los dominicanos.