De nuevo el tema del poder de un sistema de creencias que atrapa a las personas y no les permite reconocerse a sí mismas para poder decidir y buscar la propia felicidad. De nuevo el poder de la estructura social y familiar que arranca la alegría de la vida de la gente y le niega la posibilidad de SER.

Tener un "buen matrimonio", un esposo, una casa, "una familia", así en comillas, sigue dirigiendo la vida de muchas mujeres y sigue siendo una meta a lograr a todo costo. Y esto a cambio de llenar un requisito social, hacer lo adecuado y lo que se espera de ellas a determinada edad.

El trabajo que siguen haciendo las historias de amor de novelas de TV, continúa impactando las ideas del amor que tienen las mujeres. Estas historias se pueden actualizar con el tema del narcotráfico, la homosexualidad, el lesbianismo o ideas aparentemente liberales acerca de la sexualidad, pero en el fondo las dinámicas del amor de pareja siguen siendo las mismas. Esas creencias románticas donde cada persona se pierde a sí misma en la relación o en la otra persona. Ideas de un amor pírrico que somete y no promueve el respeto y crecimiento maduro. Creencias de un amor desleal a sí mismo y a la otra persona, sea hombre o mujer.

Recibí a una mujer joven, los 30 recién cumplidos, profesional ocupada y con buenos ingresos. Está casada con un joven de iguales características que ella, un hombre inteligente y de clase media alta. Además carismático, atento y encantador hacia fuera, es decir, con todas las demás personas menos con ella. Además maneja el poder y la economía en su familia de origen luego de la muerte de su padre. Es asertivo y toma decisiones (sin consultar con ella, aunque le afecten). Aparenta ser el esposo que cualquier mujer quisiera tener, el yerno que cualquier suegra aspira para su hija y el empleado que cualquier empresa busca para desarrollarse.

La relación pasa de los 10 años y todo este tiempo ella saca balance y llega a la triste conclusión de que no se ha sentido amada.  Hace constantes intentos para mejorar la  relación, conversa innumerables veces con él, habla con sus amigas y hermanas, busca ayuda terapéutica. Siente que estos años han sido una lucha para intentar entenderse como pareja, tener espacio para ellos y crear un vínculo profundo.

Durante el proceso terapéutico ha sido difícil que se enfoque en ella y pueda intentar descubrir lo que realmente quiere. Su narrativa gira alrededor de él y lo que hace, cómo se comporta, lo que hace o no con su familia. A insistencia de la terapeuta vamos a ella, pero rápidamente regresa a él, es como si ella estuviera ausente de ella misma. Quiere entenderlo en su conducta, convencerlo de hacer otra cosa, pero no tiene idea de lo que quiere y desea.

En la más reciente sesión, a la que regresa luego de un tiempo de ausencia, se confronta a un descubrimiento trascendental, pero muy difícil de aceptar pues asumirlo implicaría nuevas decisiones y cambios. Descubre que no lo ama, no lo desea a él como hombre, pero sí a todo lo que él representa y simboliza. Desea el proyecto de pareja, de familia, el futuro conversado y soñado que es muy seductor para abandonarlo y comenzar de cero.

Renunciar a la hermosura y perfección de este hombre que es muy bueno para todos los demás menos para ella es una decisión muy difícil para una mujer de esta cultura, pues todavía se valora demasiado al personaje y no a la persona que ella tiene y sufre en su casa.