Hace unos días recibí a una mujer que cambió el tono de mi jornada de trabajo.
Un consultorio de psicología suele ser un espacio para recibir personas en dificultades y acompañarles a crecer y encontrar sus propias soluciones. De vez en cuando recibimos buenas noticias acerca del amor, la pasión, el deseo y el disfrute. Noticias de darse la oportunidad de volver a empezar, de recibir las bendiciones que regala la vida, de romper los temores y de olvidar los prejuicios de una sociedad que tiene uniformes donde intenta encajar a la multiplicidad de seres humanos y sus unicidades.
Esta mujer de 60 años es inteligente, tiene una amplia y carismática sonrisa, se desarrolló profesionalmente y como muchas mujeres dominicanas logró sobrevivir a una cruda historia de violencia en su matrimonio de más de 25 años.
Luego de levantar una familia, entrar y salir a esta relación y superar del dolor de la violencia, se dispone a una nueva vida dándole la bienvenida al amor en su corazón y en su cuerpo.
Por supuesto que en esta sociedad para una mujer de sus características y edad no es fácil, pero por ese motivo digo que es valiente y generó en mí un gran sentido de admiración y esperanza al ver como de una en una, las mujeres van cambiando el camino de todas en el amor.
Esta mujer tendrá que luchar con sus propias ideas añejas acerca del amor. Aprenderá a darse ella los permisos sin esperar que los hijos, las amigas, la sociedad o la terapeuta se los den. Aprenderá una idea del amor más aterrizada, más respetuosa hacia sí misma y con un manejo más sano acerca de los limites, esto es, pensar más los SI y los NO en su vida y sus relaciones.
También aprenderá a bregar con sus culpas y vergüenzas. Reconocerá la pobre utilidad de estas emociones a su edad y vinculadas al amor. Tendrá que recordar muchas veces que es una adulta y no la niña que obedece a los fantasmas de su vida. Dejará de temer al dedo acusador y a la mirada de desaprobación que la dirigieron en el pasado para guiar ella misma su vida y tomar sus decisiones.
En fin, la llegada del amor a esta edad tiene el sabor de la madurez que permite la libertad y la profundidad para dejar atrás los miedos pues ya se tiene la valentía de asustarlos a ellos, burlarse en silencio de los demás y reírse a carcajadas de ella misma.