SANTO DOMINGO—Cada elección, libre y democrática, sirve de espejo de toda sociedad plural.  De hecho, todo ejercicio electoral refleja el ánimo ciudadano y el grado de civilidad que impera en la nación votante.  Muestra las arrugas de amargura y las sonrisas de dulzura de un pueblo al que poco le importa el color de la insignia, ni tampoco cómo piensa éste, aquél o el otro candidato. El votante no pide mucho, solo que le escuchen, no le engañen, sean justos, no desvalijen las arcas públicas y, sobre todo, que le permitan aspirar a una mejor calidad de vida en libertad, paz, salud, con seguridad y oportunidades de bienestar y desarrollo, en particular, para las nuevas generaciones de su descendencia. Si el oficialismo cumple sus expectativas, se queda, sino en vez de votarle, el pueblo le bota. Así fue que el pueblo venezolano, hasta los cabellos de las agudas escaseces, privaciones, inseguridades y el desplome de los servicios básicos, le dijo el 6D a Nicolás Maduro, ni siquiera a través de un pajarito sino a coro multitudinario: “chamo, esto está podrido”.

Lamentablemente, la falange de partidos—que suma casi una veintena de variopintas agrupaciones—congregados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) parece haber mal interpretado los resultados o quizás, mareada por tan contundente endoso popular, esta sobredimensionando cuál es su mandato No hay duda alguna que la victoria de la oposición sobre el oficialismo fue contundente. El desplome del Partido Socialista Único de Venezuela (PSUV) fue dramático. Pese a ello, suma cerca de 60 diputados en la Asamblea Nacional, o una tercera parte de los curules del parlamento unicameral—lo que no es moco de gallo pues sigue siendo el principal partido en la tierra de Simón Bolívar.

Mensaje, más claro y sonoro, imposible. El voto venezolano claramente era un llamado a la reflexión y reestructuración de los destinos patrios pero no para dar rienda suelta al revanchismo. No era un voto para destituir ministros. Ni un endoso para que se carguen al presidente venezolano justo en medio del periodo para el cual resultara electo en las elecciones presidenciales del 2012. Ni para gobernar desde la Asamblea Nacional. Ni una apuesta a que los electos, a diferencia de Maduro quien meses atrás, hablara de multiplicar penes y panes, fueran capaces, de la noche a la mañana, de multiplicar los panes y los peces para paliar el hambre que sufre el pueblo venezolano desde la Amazonía hasta los Andes. Eso no fue lo que votó el pueblo venezolano.

Votó por otra cosa, por la promesa de que el cambio era sin recriminaciones.  Así compró el mensaje pacificador que la oposición sostuvo hasta la víspera de la elección, el mismo al que le dio un vuelco la madrugada del triunfo con lo que develaba la falta de prudencia y rigor en las filas de la MUD frente a la responsabilidad de actuar en un escenario político que demandaba más que confrontación, concertación. Solo basta con analizar las expresiones de uno de los líderes de la oposición para apreciar un cambio no sólo en su retórica, sino en su tono. Ni el Doctor Frankenstein le hubiera reconocido a no ser porque en las fotos y tomas resultaba ser el mismo personaje, mas su lenguaje, bueno eso era otro cantar, máximo cuando salía de labios de quien ha sido señalado como el sustituto de Diosdado Cabellos en la presidencia de la Asamblea Nacional a partir del 5E.

Henry Ramos Allup, dirigente de Acción Democrática (ADECO) —partido que conjuntamente con el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) alternaran la gobernación del Estado venezolano desde el fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez hasta la llegada al poder de Hugo Chávez Frías en 1999—fue el que se encargó de confundir tanto a mansos como a cimarrones con su doble discurso. Antes de la votación era todo cordura. Después de la votación solo se atisbaba a ver la mano dura de quien, tras casi veinte años en el destierro, desenfundaba su sable para emprender una cruzada revanchista.

El Mundo de España daba cuenta el día antes de la elección de los planes de Ramos Allup en una nueva asamblea destacando que “no solo va a controlar al Ejecutivo, legislar, interpelar a los ministros, aprobar los presupuestos, sino que también va a controlar los poderes derivados que van por libre. Eso ya es un cambio importante. Y habrá separación de poderes”.  Además, rechazaba cualquier intento por sacar a Maduro de Miraflores “nosotros nos hemos cuidado en la oposición de no plantear el referendo revocatorio porque tiene tantas exigencias que hace el proceso engorroso y difícil”. Agregando que. “La verdad es que con mayoría simple, de la mitad más uno de los 167 escaños, se puede aprobar leyes, pedir cuentas al Ejecutivo, interpelar a los ministros, e impulsar el cambio”.

El cuadro que pintaba Ramos Allup era uno de respeto a la Constitución y las leyes y, sobre todo, a la separación de poderes.  Pocas horas después que Maduro en un esquizofrénico discurso, en el que acusó la derrota a la campaña subversiva del imperialismo, similar a la que desplegara para derrocar al presidente João Goulart en Guatemala, antes de que le recordaran que era brasilero como Pelé y no guatemalteco como Arjona, el líder de ADECO, cambiaba su cancionero a uno tan parecido al del oficialismo que muchos trataban de divisar si, en efecto, también había caído víctima del embrujo de un pajarito y se le había aparecido Carlos Andrés Pérez con un nuevo parlamento.

En esas horas de euforia, el pajarito de la MUD dio rienda suelta a sus intenciones ocultas hasta la confirmación del triunfo de la oposición. Y, para muestras, habló de cuáles serían sus dos primeros decretos: el primero para la "destitución de trabajadores en los canales de AN radio y TV y demás trabajadores del sistema de comunicación e información de medios públicos, trabajadores del Estado” y el segundo "será para derogar de un plumazo y sin pataleo la Constitución de 1999, La bolivariana, "la bicha", sustituyéndola por la Constitución del 1961, la del pacto de Punto Fijo, la residencia de Rafael Caldera quien fuera electo presidente como candidato del COPEI en dos ocasiones. Pensé que era parte de una escena de Back to the Future, pero no Michael J. Fox no estaba en pantalla.  Tampoco estaba alucinando, era Ramos Allup cantando como el pájaro chogüí.

¿Es eso lo que todos los que votaron por los candidatos de la MUD querían con su voto?  Si ese era el plan, ¿por qué no develarlo antes del sufragio para que así todos tuvieran claro cuál era la verdadera agenda de la oposición si alcanzaban el control de la Asamblea Nacional en la elección? Y, si en definitiva, el triunfo de la MUD fue posible por la intervención del Ministro de Defensa, General Vladimir Padrino López, quien desarticuló una intentona de algunos líderes del PSUV de desconocer los resultados electorales, ¿para qué, antes de siquiera asumir la presidencia de la Asamblea Nacional, provocar a los perdedores?  Queda claro que parece que no aprendieron la lección del fallido golpe, con el aval de los poderes fácticos del empresariado, en el que tras destituir a Chávez en el 2002 instalaron en Miraflores al presidente  de la Federación de Cámaras de Venezuela (FEDECÁMARAS), Pedro Carmona Estanga, cuyo paso de por el poder fue más efímero que la vida de una libélula: duró dos días.

Si lo que el pajarito de la MUD hoy canta presagia cuál va a ser la tonada del coro mayoritario en la Asamblea Nacional es de esperar que se avecinen días difíciles pues en vez de concertar el propósito es confrontar, en vez de dialogar lo que se pretende es provocar, desoyendo lo que quiere el pueblo y que tan bien capturara años atrás el gaitero Luis Escaray:

“Por allí se va la patria

no nos ponemos de acuerdo

es cuestión que nos sentemos

a conversar entre todos

sólo así se ve la gracia

y es que no existe otro modo.

Por allí se va la patria

por allí muere el país”.

Si ese es lo que se logró el 5D sería una pena pues marcaría la triste realidad que aquellos quiénes ostentaron los poderes—COPEI y ADECO—cuya credibilidad ya gobernabilidad fue carcomida por la permanencia en el poder y la apetencia por la corrupción de sus funcionarios, responsables por haber sentados las bases para la elección de Chávez en las elecciones de 1998 no han aprendido nada durante su destierro del poder. Quizás llegó la hora para que una nueva generación de líderes, muchos de los cuales resultaron electos a la Asamblea, den un paso adelante y canten una nueva tonalidad porque la de Ramos Allup es una vieja melodía de que solo recuerda la rancia podredumbre por la que Venezuela está hoy como está y ni siquiera da para Volver a Empezar.

El canto del pueblo venezolano, en particular de su liderazgo político, tiene que ser uno de paz y concertación, como el que evocó el catalán Pau Casals en 1971 en la sede de las Naciones Unidas tras la premier del himno de su autoría que le comisionara la organización y dar paso a una pieza de su natal Cataluña: “Hace muchos años que no toco el violonchelo en público, pero creo que debo hacerlo en esta ocasión. Tocaré una melodía del folclore catalán: El Cant dels Ocells (El canto de los pájaros). Los pájaros, cuando están en el cielo, van cantando: Paz, paz, paz, y es una melodía que Bach, Beethoven y todos los grandes habrían admirado y querido”. Ausente esa entonación, sólo quedaría cantar la gaita de Escaray: “Por allí se va la patria…por allí muere el país”. Y, llegado a ese punto, no quedaría pájaro alguno a salvo.