La crisis del PLD tiene repercusiones en diversos ámbitos de la vida social, política, económica e institucional a nivel nacional e incluso internacional, pero en fin de cuentas esa crisis es fundamentalmente de ese partido y la oposición tiene que evitar orientar sus iniciativas o peor aún, supeditar su política en espera del desenlace de la puja Leonel/Danilo, porque cual que sea ese desenlace ese partido saldrá profundamente herido. Pero, ¡cuidado!, no necesariamente de muerte, eso sólo sería así si en la oposición se impone finalmente la sensatez, la generosidad y la firme convicción de que ahora, más que en ningún otro momento, la unidad de las fuerzas opositoras de mayor calado en términos electorales y de legitimidad.

En todo proceso de articulación de un abanico de fuerzas opositoras, con matrices políticas, culturales e ideológicas diversas se presentan tensiones y desencuentros, sobre todo si ese proceso se lleva a cabo de cara a una participación en unos comicios que  son determinantes para el futuro inmediato del país y para el grupo en poder. Además, cuando de los resultados electorales que obtengan las fuerzas que se articulan  depende su futuro inmediato, vale decir, su personería jurídica como partido o movimiento político. Son elementos a ser tomados en cuenta en el proceso de articulación de una coalición con fines electorales, como es la presente coyuntura del país en la que varios partidos y grupos de la sociedad civil llevan a cabo para lograr una gran coalición para ponerle fin al régimen de la corrupción, la impunidad y el continuismo entronizado por el PLD.

Para lograr ese objetivo, los  partidos y movimientos que buscan esa coalición están obligados a mostrar una actitud de moderación y sabiduría que les permita conjugar sus intereses particulares con el interés general del país, evitando las rabietas y las presiones sistemáticas, porque eso propicia posiciones de trincheras que obstaculizan el buen entendimiento y los acuerdos entre partes y/o del conjunto. En ese sentido, el norte de cada una de las partes es y debe ser lo general, vale decir: la política, el fin último que justifica el intento de articulación en una gran coalición, en la insistencia en el compromiso público de la voluntad de articularse plasmado en unos lineamientos básicos que contengan los elementos básicos que, sin ser exhaustivos, permitan desarrollar un programa mínimo del nuevo gobierno que deberá suceder al régimen actual.

Si se tiene una clara visión política, sobre todo de la actual coyuntura, las dificultades que se puedan tener en el proceso de articulación de la coalición se disminuirían  casi completamente, y el mejor lugar para que se exprese la política es la plaza pública, las calles. La lucha grupal en ese partido, no puede desligarse de la crisis institucional y en gran medida política por la que atraviesa el país, pero es necesario evitar que se siga propalando  la idea de que en ella radica gran crisis del país. En tan sentido, la mejor manera de incidir en la definición de la actual coyuntura política es a través de la acción de masas, no de pequeños grupos, para potenciar el descontento y la condena a los escándalos de los sobornos de Odebrecht, al margen de la crisis del PLD.

Lo que realmente ha provocado la crisis moral, social e institucional porque  atraviesa está nación es la forma política, el sistema de corrupción e impunidad impuesto por el PLD, y eso no se supera con discursos ni acciones que  no van más allá de lo meramente  testimonial, sino con acciones que se orienten en el sentido de crear una mayoría capaz de superar al PLD en el terreno electoral, en el terreno de la política en el ámbito de la lucha por la democracia.  En esa lucha no caben los cálculos de interés grupal, el  vanguardismo, la mezquindad en la aspiración a candidaturas ni por la preservación de personería jurídica y/o de determinados, aunque admito que esto último es importante.

Es cada vez más evidente que el proyecto reeleccionista hace agua y que, como algunos hemos planteado hace mucho, es posible vencer el continuismo y eso no lo impide la militarización del Congreso. Todo lo contrario, eso agrava la crisis de legitimidad de un régimen carcomido por sus propias fuerzas y por los efectos de las denuncias de todo espectro opositor, a pesar de las voces que en ese espectro no han entendido los efectos corrosivos de muchas denuncias y acciones de la oposición toda. Unida puede vencer.