La sociedad dominicana vive, con espanto, los resultados de estudios que informan sobre los problemas de lectura que presentan los niños. No menos importante es el déficit de lectura que se observa en jóvenes y  personas adultas en el nivel general. La realidad educativa está en cuidados intensivos desde hace muchos años. Para la erradicación de sus males, nos hemos conformado con  discursos innovadores y parches que aportan estímulos coyunturales que jamás rozan el fondo de las falencias educativas. Me pregunto, desde un contexto inquieto, hasta dónde van a llegar nuestros lamentos; cuándo vamos a iniciar un proceso de reestructuración del sistema educativo dominicano. Las debilidades son históricas. La pandemia  que afecta al mundo devela  la intensidad y el incremento de la problemática educativa. Los indicadores que ponen en evidencia el deterioro educativo son múltiples; por tanto, es necesario empezar una acción orientada a la transformación de la educación del país. El trabajo en esta dirección requiere una política de  Estado, un compromiso de la sociedad y una acción interinstitucional coordinada y efectiva.

El recuerdo de las bondades de la educación de ayer lo más que puede producir es el fortalecimiento de la necesidad del cambio educativo que planteamos. Se requiere de un sistema educativo que garantice el desarrollo de las operaciones mentales básicas de las personas. Este sistema  ha de enseñar a pensar. Sin un pensamiento lúcido y autónomo, el aprendizaje es difícil. La memorización no puede ser la protagonista de los procesos educativos. No es que se descarte, por su importancia en la recuperación de hechos y experiencias, dentro y fuera del campo de la educación. La atención a las operaciones mentales está unida a la formación social de los niños. Añoramos un ciudadano comprometido con el desarrollo de la nación. Sin embargo, las ciencias sociales parecen hoy una especie en extinción en la educación dominicana. Los cambios estructurales en el sistema educativo dominicano han de posibilitar la instauración de un sistema nacional de formación docente integral, con calidad y equidad. De igual manera, el desarrollo de las operaciones mentales, el desarrollo social de los estudiantes y la puesta en ejecución de un sistema nacional de formación docente son aspectos fundamentales. Pero es necesario recordar que la decisión de repensar el sistema educativo dominicano no es obra de llaneros solitarios. Es una tarea que implica acción compartida entre los diversos sectores sociales del país.

Las dificultades de aprendizaje en la educación dominicana requieren solución integral sin demora. “Empecemos ya” parece un eslogan. Pero, no. Es un grito esperanzado para movilizar al Ministerios de Educación de la República Dominicana, MINERD; y al Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, MESCYT. Es importante que piensen en esta dirección para que prioricen cambios estructurales. Estos son necesarios para el fortalecimiento de la calidad de la educación y para el desarrollo social y económico  del país. Es urgente la superación de la depresión educativa. Este es el estado que se percibe en la sociedad dominicana. El robustecimiento de esta depresión carece de sentido. Empecemos, ya, a tejer ideas; unamos fuerzas en torno a esta a propuesta. Busquémosle salida a la fragilidad educativa con procesos que toquen el fondo de los problemas. Los ciudadanos han de cooperar de forma proactiva. Ante la urgencia de una mejor educación, nadie puede colocarse como espectador. Hacerlo, invalida cualquier reclamo; y retrasa el avance de la educación y de la nación.