No soy muy dada a llevarle el apunte a los medios de comunicación. Generalmente se enfocan en temas de poca profundidad y sin un abordaje responsable sobre las causas de las problemáticas sociales, políticas o económicas a las que se refieren. Pero esta vez haré una excepción. Me referiré a un evento que se ha encontrado en las noticias últimamente, más por el tema de la sequía que por el problema de fondo en sí, como acabo de explicar.

Se trata de la declaratoria, por grupos de la sociedad civil, como la Academia de Ciencias y la Comisión Ambiental de la UASD, conjuntamente con el Diputado al Congreso Nacional Fidelio Despradel, del estado de emergencia ambiental para nuestro país. Estas instituciones han convocado a otras organizaciones que han respondido al llamado, debido a la preocupante situación en que se encuentra nuestro país. Hemos asistido, y me incluyo, a las presentaciones de estudios analizados por profesionales autorizados de las universidades del país, como el INTEC y la UASD en los que se expone la fundamentación para dicha declaratoria.

La situación a la que se refiere es la alarmante deforestación a que se están sometiendo las zonas boscosas del país con la finalidad de establecer cambios de usos de suelos, para llevar a cabo actividades productivas como la agricultura intensiva o la ganadería. Cuando hablo de bosques o de árboles siempre recuerdo cómo nombró a los árboles un campesino de una zona apartada del país, los llamó ¨¨palos malos¨¨. Esto así, debido a la existencia de árboles que, aparentemente, no tienen frutos o no cumplen alguna función VISIBLE beneficiosa para el hombre. Lamentablemente el desconocimiento sobre las funciones ecológicas de los bosques hace que la población sea impasible frente a la deforestación y a la implementación de agropecuaria intensiva.

Los árboles, conjuntamente con la vegetación en general, son de los organismos vivos más importantes del planeta. Su principal función, es convertir la energía lumínica del sol en energía química asimilable a su propia alimentación y a la de los demás seres vivos a través del proceso de la fotosíntesis. Esa función energética tiene otra implicación vital para los ecosistemas en el recambio gaseoso del metabolismo, al convertir el CO2 en O2 que todos utilizamos para la respiración. Alimentación, respiración, funciones sin las cuales no podemos vivir, nos la aportan los bosques, los árboles. Regulan la temperatura del ambiente, relacionada con los vientos y favorecen por ello la ocurrencia de lluvias, las cuales nos aportan el agua que necesitamos y que tenemos en nuestros ríos, hoy secos, por el corte intensivo de árboles. Los árboles protegen el suelo del que se nutren de la erosión, además de alimentarlo y regenerarlo con sus hojas secas. Como vemos, esos palos malos no son tan malos como el campesino pensaba.

Pero de alguna manera estamos decidiendo que esas funciones vitales que nos regalan los bosques no tienen tanta importancia como lo que estamos consiguiendo mediante la producción intensiva de otros rubros. Se deforesta para establecer cultivos de amplia demanda, generalmente internacional. Cacao, café, aguacate, banano, carnes, dinero. Sin trabajar no podemos comer, pero la comida nos la proporciona un ambiente saludable, y una producción sustentable ambientalmente. Eso no es lo que se nos vende por la televisión: lo que se nos vende por la televisión es que debemos tener una buena ¨¨calidad de vida¨¨. Y qué es la calidad de vida? Existen diferentes parámetros para definirla.

La calidad de vida abarca elementos tanto objetivos como subjetivos. Es el conjunto de condiciones sociales, económicas y culturales que permiten la satisfacción de las necesidades vitales de las personas junto a su grupo social. Pero estos elementos han sido intervenidos para promover la idea de que el consumismo es lo que define una buena calidad de vida. Esto significa que la satisfacción de nuestras necesidades va a estar determinada por lo que el mercado nos quiera imponer para consumir, para sentirnos felices o satisfechos con nuestra vida. Se inicia así un círculo interminable de justificaciones para que las relaciones económicas de producción den al traste con el equilibrio necesario que debe tener la naturaleza para suplir las necesidades de las sociedades modernas. Pocos quieren asumir que la raíz del problema son las formas de producción y consumo desorbitados, pero ya lo había dicho Annie Leonard cuando nos enseñaba en su vídeo sobre¨¨La historia de las cosas¨¨: no es posible mantener este sistema lineal de producción, consumo y desecho en un planeta finito.

Ante este problema muchos hacen señalamientos a los estamentos políticos o de gobierno de nuestra sociedad. Pero esto no es una situación relacionada con el partido de gobierno, puesto que cualquier partido haría lo mismo, impedir la protección ambiental o promover su destrucción en favor de la producción desorbitada. Ya lo mencionaba en la conferencia cuando se señalaban los picos de intervención de los recursos naturales relacionados con los períodos electorales, en los que la destrucción o el manejo inadecuando sirve como plataforma de la política clientelar de los gobiernos de turno. No, esto no es algo que tenga que ver con la alternancia política, sino con la permanencia de una visión económica de la naturaleza como fuente de la riqueza desigual que se crea en nuestro país y a nivel global. Es muy lamentable que nuestros bosques, cuyas funciones son tan nobles, tengan un fin tan deplorable. Hace falta hacer un mea culpa por ello, y la sociedad en su conjunto, debe hacerlo.