La actual campaña electoral parece agotada y transcurre conpoco entusiasmo.No porque no nos importe la democracia ni exista un ánimo abstencionista. Tampoco porque estemos molestos o porque estemos en desacuerdocon el modo como se ha conducido esta campaña, sino porque ya se siente y se presiente al ganador indiscutible. Ni entre los candidatos ni entre los votantes se observan esa pasión y esa emoción que a estas alturas anteriormente enardecían a los electores.
Todos parecen dar por hecho el triunfo del candidato puntero en todas las encuestas, sobre todo en las últimas que han sido publicadas, donde la diferencia de quien ocupa el primer lugar es abismal y en este tramo final de la campaña luce irremontable.
Solamente hay que montarse en los autobuses públicos, pararse en una esquina o andar por las interioridades de los barrios, conversar con la gente, hablar con los choferes de carros públicos, para darse cuenta de que el tema electoral no figura entre las prioridades cotidianas.
Mientras en nuestras calles todavía sigue sin notarse el ambiente de festividad electoral de otros tiempos, siendo la referencia más inmediata los pasados comicios, solamente los bandereos en algunas esquinas y los ruidos de alguna que otra discolights con sus repetitivas músicas y eslóganes de la campaña, nos hacen recordar que estamos en época de elecciones.
La causa de que esto esté sucediendo así se la debemos a un presidente-candidato que ha sacado fuera del juego al candidato opositor más prominente, quien comenzó ascendiendo pero que pronto tocó techo y comenzó a rebotar hacia abajo, hasta el punto que se corrió el rumor de que se retiraría de la contienda para no ir a pasar vergüenza ante la expectativa de una contundente derrota.
En este contexto, frentea un previsible resultado que salta a la vista, es entendible el actual desgano electoral que se observa en la población, producto de que tenemos un retador del presidente Danilo Medina que no despierta pasiones y genera anémicas expectativas, lo cual se reflejaen el pobre interés de la gente en la participación electoral que ya ve las elecciones como una simple formalidad para oficializar al seguro ganador. Por eso vemos esta extraña situación de calma en medio de la presente campaña electoral.
La diferencia importante de votos de Danilo sobre Luis Abinader, que ronda los 30 puntos de ventaja descarta cualquier sorpresa. Y es que el presidente Danilo ha nucleado a su alrededor al mayor espectro de partidos que ha coincidido con su práctica de gobierno y con su visión del país que debemos construir. El candidato a la presidencia de ese bloque y ese acuerdo multipartidista, que también es del Partido Demócrata Institucional, PDI, ha conformado la representación más amplia y nacional del actual proceso democrático.
Y esto último está llamado a hacernos interesarnos más en nuestra la democracia, a trocar el desánimo que provoca un triunfo anticipado en participación masiva para que esa victoria sea de todos los dominicanos y esté refrendada por el mayor caudal de votos posibles. Aunque ya sepamos cuál es la disposición de la voluntad mayoritaria, esta decisión debe quedar manifiesta en las urnas para que no quede ninguna duda de que tenemos un pueblo sabio que no cambia camino real por vereda.
Los 7 millones 400 mil ciudadanos dominicanos con derecho al voto, deben sobreponerse al natural desgano que provoca el dar por descontado al que va a ganar e ir a cumplir con el deber de fortalecer nuestra democracia.