Hay sectores de la población, particularmente votantes, que toman la actitud de no bregar con los conflictos.

Los hay -en mayoría jóvenes- que cuando los vientos soplan fuertes se deciden a colocarse de brazos cruzados. Es  una postura acomodaticia y de poca valentía para enfrentar los problemas propios de una sociedad moderna con todas sus vicisitudes y manipulaciones ensombrecedoras.

O no conocen las intríngulis de la lucha de poder en la historia humana, o son apáticos y cobardes para ejercer su voluntad emprendedora y de responsabilidad ética. Dicen: “no soy político, esto no tiene salida, nadie sirve, todos son iguales, la política es sucia, no vale la pena votar”, etc.

Creen que llegaron hasta esta generación con plena armonía y sin vaivenes sociales. Pero están muy equivocados, son ilusos. Sólo hay que darle una ojeada a la historia universal y local para comprender la misteriosa madeja de pleitos, batallas y guerra de poder que registran los anales históricos de todos los tiempos.

No escapa a esta desgracia la sociedad dominicana, encendida por el tema del conteo de votos, si se hacen manualmente en los propios colegios electorales o electrónicamente a través de los scanners. Toda la oposición y además la sociedad civil a través de entidades como Participación Ciudadana y Adocco, a un solo grito piden se haga manual. Pero a quien le toca administrar las elecciones, Dr Roberto Rosario, la emprende contra ellos y aplica a su manera  la Ley Electoral.

En fin, el presidente de la JCE se mueve como una pantera en lobbys  cuando entre los miembros del pleno hay discrepancias respecto a un asunto crítico a fin de avasallar a los dos miembros titulares que tienen personalidad propia

Si seguimos sus planteamientos descubrimos sus coincidencias plenas con el partido de Gobierno, el PLD. Nunca hemos podido ver su discrepancia con los dictados peledianos. Al contrario, el PLD irrumpe victorioso e irónico en acuerdo absoluto con el presidente de la JCE. Si duda usted, revise las distintas polémicas con la JCE respecto al proceso electoral, y notará la confabulación entre ambas partes. Este hecho descalifica a la JCE como administrador imparcial de las elecciones. El presidente de la JCE, incluso, intenta descalificar a un embajador, pero asume como observadores técnicos a los representantes de la UNASUR, una entidad en la que ejerce liderazgo el presidente del PLD, Leonel Fernández.

En este proceso electoral todo ha sido parcializado, una brutal mascarada que empuja hacia una virtual crisis post electoral, mientras la conciencia ciudadana permanece en vilo, en particular la clase media.

Roberto Rosario es “in-creíble”; viene del Comité Central del PLD; no atiende a los pedidos de la oposición conforme a la Ley Electoral; sus críticas sordas y calóricas van dirigidas a la oposición; Rosario no puso empeño por la Ley de Partidos Políticos; se opuso tajantemente al conteo manual; maneja la Junta como un feudo y no como un administrador de imparcialidad, administra sin ofrecer contabilidad a Cámara de Cuentas (acuérdese de esa polémica);  no sometió ningún proyecto al Congreso para la equidad en la distribución de los fondos públicos aportados a los partidos políticos.

En fin, el presidente de la JCE se mueve como una pantera en lobbys  cuando entre los miembros del pleno hay discrepancias respecto a un asunto crítico a fin de avasallar a los dos miembros titulares que tienen personalidad propia. Les resta funciones sensibles en materia electoral y administrativa, como hemos observado en diversas ocasiones. Por tanto, no es un árbitro con transparencia. Ha mostrado un comportamiento interesado, cuando de lo que se trata es de facilitar el proceso y exhibir transparencia ante la sociedad dominicana y esmero con el trato de los partidos políticos todos. Ha olvidado que los partidos son los protagonistas de primer orden, por su rol en la democracia dominicana, dado que sin ellos no es factible la gobernanza. La democracia no es privilegio de PLD, como parece anidar en su fuero interno el Dr. Rosario.

Por otra parte, se agencia con la prensa y los comunicadores fórmulas de entendimientos que abran puertas, en función de avenencias acríticas de sus ejecutorias, sin incorporar a los partidos y  todos los miembros de la JCE en situaciones que ameriten consenso. Algunos miembros de la JCE han hecho declaraciones que contradicen su interpretación o ejecutoria  en materia de su competencia. De todos modos, se comporta como un jeque árabe, no como un juez que administra. Y esa es, la desconfianza y falta de credibilidad que abriga con fuertes evidencias la oposición y gran parte de la población.

Únicamente el PLD y los voceros comprometidos de la prensa aplauden sus cuestionadas interpretaciones de la Ley y el monopolio con que ejerce su voluntad.

Detrás de esa identificación busquen contratos, publicidad, empleos o militancia selectiva. He dicho…