Este país es un mamey, decía el compadre Genaro. Con su metáfora, el querido amigo trata de explicar de manera global la sucesión de sucesos que se suceden sucesivamente y los que a la luz de la lógica kantiana parecen no tener explicación en esta tierra de María santísima.

Uno de los hechos más recientes y menos dilucidado en los medios de prensa ha sido el inusitado anuncio del Banco Central que da cuenta de RD$1,073 millones abandonados en las entidades de intermediación Financieras, (EIF), de la República Dominicana.

Las cifras en estadísticas dicen que en un corte realizado el 31 de diciembre de 2020, había un monto superior de mil millones y medio de fondos abandonados en cuentas y pendientes de reclamación por sus legítimos dueños. Aclaro, en ningún banco existe un folleto que explique al cliente punto por punto cómo reclamar sus fondos, salvo el cierre de la cuenta.

A la friolera suma se le añaden casi diez millones de dólares y más de medio millón de euros. Las cifras del BCRD precisan que, en términos de pesos dominicanos, el monto citado corresponde a un millón-139-mil-358 cuentas (entiéndase en bancos y financieras) abandonadas por sus dueños legales en las entidades de intermediación.

Para el compadre Genaro resulta inaudito que durante tantos años y en medio de una situación de emergencia calamitosa, los dueños de esas cuentas (en dólares, pesos y euros), decidieran en un momento renunciar a su reclamo y dejárselo a los bancos y financieras, así por así.

Todo hijo nacional o de la diáspora sabe a ciencia cierta que cuando se trata de un reclamo de índole financiero o inmobiliario ya sea de cuentas bancarias, de ahorros, regular, de cheques, préstamos personales o de hipotecas en cualquier institución del sistema financiero nacional, a la hora de los mameyes los asuntos no siempre son como parecen, ofertan o mercadean.

Genaro afirma que para muestra basta un botón: acuda alguien a reclamar el monto dejado en una cuenta regular o de ahorros a cualquier sucursal bancaria del país, heredado y/o otorgado por algún pariente fenecido, y en un abrir y cerrar de ojos estará trillando las espinas de la calle de la amargura, llena de resabios o de incomodidades.

En primer lugar, usted tiene que demostrar que es quién dice con documentos idóneos legales. Segundo, aportar evidencia de testamento del cuentahabiente, donde especifique que es el legítimo heredero de sus bienes en esa institución, debidamente autenticado, notarizado, legalizado y apostillado.

Y tercero, siéntese a esperar que le avisen en lo que la burocracia bancaria decide si su reclamo es bueno y válido para ser retribuido. Y como si fuera poco, revisar la ley de herencia para ver si no ha sido modificada, ajustada, o afecta los intereses financieros del intermediario.

El compadre Genaro asegura que en todo ese proceso engorroso, fácilmente pueden transcurrir varios años que suelen ser más prolongados que su paciencia, pero muy beneficiosos para los portafolios e instrumentos financieros de las instituciones que los retienen, de manera ilegal al no existir un marco definido, los fondos de sus legítimos dueños o herederos.

Eso, en el hipotético caso de que el empleado/a del banco o financiera le haya proporcionado la información responsable, correcta, exacta y precisa para su gestión. De lo contrario, como suele ocurrir con demasiada frecuencia, el reclamante o cliente se harta, tira la toalla por la ventana vencido por el hastío y el cansancio, y decide con justa razón mandar todo para el carajo.

Para el compadre Genaro, la raíz del problema en la relación cliente-entidades financieras intermediarias es la desinformación adrede o fortuita y las cartas sacadas debajo de la manga. La mayoría de las veces explican poco, a cuentagotas, se contradicen empleado/supervisor o gerente, o no explican lo necesario con una lógica digerible para satisfacción del cliente. Ni hablar de cuál es la matemática para computar los intereses de productos de portafolios a la hora de honrar la obligación.

De manera que el BCRD revele que más de mil-730 millones de pesos fueron abandonados en casi 140-mil cuentas en entidades financieras no debe ser sorpresa para los que conocen de primera mano lo que significa y representa hacer algún reclamo legítimo a algunas instituciones financieras del país, y lo difícil que se la ponen a la salida al más débil o al más hábil.

Sin embargo, una duda le queda a Genaro en el tintero: ¿Cuántos años transcurrieron con esas cuentas “abandonadas o paralizadas” en las entidades financieras?, ¿Cuáles negocios hicieron los bancos, si algunos, con esos fondos a los que no tuvieron acceso jamás sus legítimos dueños o herederos?, y ¿cuáles márgenes de beneficios les dejo a largo plazo?

El Congreso debería buscar una solución para que los intermediarios financieros no se queden con el dinero ajeno alegando abandono del cliente. Hay que hallar un equilibrio entre lo justo y lo correcto. Porque queda claro que los bancos, con toda su burocracia, jamás han trabajado por amor al arte… y menos en el país de los mameyes, la pandemia y de María Santísima