Es prácticamente unánime la valoración positiva a la manera en que discurrió el proceso de votación en la Convención del PRD recién terminada, igualmente la definitiva, convincente y sorprendente victoria obtenida por Hipólito Mejía en ese proceso. Más que una victoria de este último, ha sido una victoria de ese partido, por lo que el intento de desconocer estos hechos de parte de Miguel Vargas, con alegatos inconsistentes y mal fundados está condenado al fracaso.
Desde mediado del año pasado se inició un repunte de la candidatura de Mejía, la cual ya a finales de ese mismo año se vislumbraba con claridad el triunfo recién obtenido. Lo contrario sucedió con Vargas, quien a partir de los resultados de las elecciones congresuales y municipales pasadas inició una proceso de descalabro de su proyecto político, medido por las encuestas más serias, que hizo evidente una derrota que todo analista de mediana agudeza preveía, menos él y sus más fieros seguidores.
Vargas y su círculo no pudieron calibrar la dimensión de sus errores: la asunción de la presidencia del partido para concentrar bajo su mando toda la toda la estructura organizativa, eso lo llevó a querer para él dos secretarías claves, la de organización y la general, lo cual lo llevó al enfrentamiento con los dos dirigentes que aspiraban a estas, ambos con una significativa ascendencia en las bases, darle preeminencia a advenedizos al partido, uno de ellos, confeso balaguerista, como vocero suyo; además de subvalorar el impacto de la alianza Hipólito/Abinader.
Durante el proceso de selección de los candidatos a los puestos congresuales y municipales, desconoció a gente que ganó en buena lid el proceso de convención interno en sus respectivas demarcaciones e impuso de dedo a varios candidatos, pretendiendo solidificar una estructura partidaria que aunque legal, muchos de ellos carecían de suficiente legitimidad en las bases, que poco a poco fueron tomadas por el proyecto de Mejía. Con esa estructura organizativa con muchos dirigentes "inorgánicos", fue a dar una batalla que erróneamente de antemano la creía ganada.
Y la política no se hace así, no se puede imponer una racionalidad administrativa de mando vertical, a un partido de fuerte raíz popular, acostumbrado al debate casi hasta la locura. Eso lo intentó Bosch en su momento y fracasó. La estatura política de Vargas y su carisma eran insuficientes para modificar la cultura de ese partido y el equipo que lo acompañó en su fracasado proyecto son amateurs de la política.
En los últimos días de la campaña, cometió el error de hacer una guerra de encuestas sin tener ninguna con credibilidad, lo cual lo llevó a pelearse con una afamada firma encuestadora que le trabajó, por utilizar de manera poco profesional viejas encuestas por esa firma, pero ya por el tiempo convertidas en basura y permitió que uno de sus seguidores se inventase que Mejía era el candidato preferido del gobierno, al tiempo que proyectaba escenarios de guerra sucia que eventualmente se utilizaría contra Mejía, lo cual era, objetivamente una campaña sucia contra este.
Era evidente que estos últimos actos constituían señales de que su grupo sabía de su inminente derrota y preparaba el escenario para justificarla. De ahí su inconsistente, cuanto irresponsable argumento en que basa su desconocimiento a los resultados de la votación en la Convención definitiva y responsablemente aceptados como buenos y válidos por la Comisión Nacional Organizadora de la Convención.
Este último acto de Vargas constituye un eslabón más del rosario de errores que lo han llevado a su clamoroso fracaso, no siguió los elementales pasos que preceden un acto de impugnación electoral, el cual comienza en las mesas de votación, da un número de supuestos votantes del PLD sin dar ninguna prueba que lo avale y hace un llamado de convocatoria a la comisión política sin que tenga la actual investidura para hacerlo.
El último error ha sido no darse cuenta que este ha sido un proceso que ha revitalizado su partido, que le ha impreso una subjetividad, que unida a los graves problemas del gobierno, lo proyecta como un fuerza con claras perspectivas de éxito en el venidero certamen electoral del 2012, que más que de Hipólito, este ha sido un triunfo del PRD.
Con su actitud Miguel Vargas termina de manera trágica su proyecto, pues se quedará solo en su reclamo, pues la mayoría de sus seguidores sabrán valorar el positivo impacto que tuvo el proceso de convención para las aspiraciones electorales del partido de cara al próximo certamen electoral. Saben que si siguen la aventura de Vargas terminarán en el despeñadero.