He escuchado muchos relatos del rechazo de las familias, relacionados, cuando sus seres queridos eligen carreras de servicio, de análisis, filosofía, arte…
Es mi experiencia. Así sucedió cuando elegí estudiar Trabajo Social. De eso no escapan carreras como la medicina, la enfermería, la psicología, la educación, sociología, antropología, entre otras.
Pero la vida está llena de contradicciones, y los cambios a veces enmarañados se encaminan hacia el ejercicio de la participación, del uso de instrumentos de búsquedas de consenso y de gobernanza democrática: la sociedad y los humanos necesitamos y nacimos para la felicidad, creo firmemente en eso.
La vocación de servicio se va construyendo en espacios blandos, de solidaridad, de compasión, o de rebeldía, ante las desigualdades y el elitismo. Siendo una pre púber asistía a asear (pasar paños limpios e ir cambiando el agua según sale el sucio) a personas mayores y que residían solas. Esto lo hacía con mi madre Nurys Celeste y con la profesora Pilar Ramírez, en Guayubín, provincia de Montecristi, comuna en la que viví desde los 5 años, luego de trasladarme desde la Laguna Salada, Provincia Valverde, donde nací.
Estábamos participando de la Pastoral Social de los enfermos en la Iglesia Católica. Desde siempre, en ese entonces, y hasta hoy, ningún cuerpo humano me repele, me parece impúdico. Los seres humanos merecen ser “queribles, amables, besables” como dice Silvio Rodríguez en su canción El Elegido; tanto los penes, como las vulvas, los anos, los senos, las dolencias, las pieles heridas, las blancas, las negras, las flácidas, las musculosas, las tonificadas, arrugadas…etcétera; ninguna diferencias, y lo antisocial, no le quita la dignidad a una persona.
¿Por qué esa no discriminación? No lo sé. Pero agradezco infinitamente esa mirada desprejuiciada para relacionarme en mi trabajo profesional como Trabajadora Social. El respeto a cada cuerpo como un territorio libre fue esencial para el acompañamiento como Trabajadora Social en barrios y bateyes, con inmigrantes haitianas/os y pobladores/as urbanas/os, en el Centro de Trabajo Popular CTP, período 1992-1995, y también para mi firme convicción de trabajar por los derechos humanos de los inmigrantes haitianos/as y descendientes.
Quiero ilustrar una experiencia de la que formé parte en ese entonces. Nos acompañaba una estudiante norteamericana que estaba desarrollando un proyecto patrocinado por la Universidad de Harvard. La querida Joy Milligan creó y dirigió en Boca de Mao una Escuela Técnica para reparar bicicletas y eligió 10 jóvenes que de acuerdo con las escuelas locales habían descontinuado sus estudios por razones económicas, y laboraban para apoyar su sobrevivencia y la de sus familias, cinco dominicanos y cinco haitianos o descendientes.
Joy prácticamente residía en la comunidad de Boca de Mao, se trasladaba de Santiago al Batey y luego se ve a residir a la cabecera municipal, la ciudad de Mao. Se encontraba en Boca de Mao cuando un joven haitiano que observaba un juego de beisbol sentado en una piedra grande fue herido en la cabeza de manera antisocial caprichosa por un joven dominicano que buscaba a otro haitiano, con el que tuvo una pelea la noche anterior.
El joven haitiano quedó tirado, herido, sin conocimiento, en el play. Las personas temían tocarle pues estaba en vigencia el temor al contagio con el VIH. La joven logró apoyo, lo montaron en una camioneta, llevó al hospital de Mao, de ahí lo mandaron a Santiago. Nos encontramos en el HDJMCYB con su cuerpo sin que nadie quisiera tocarle. Se compraron guantes, con mi experiencia de casi niña de aseos tuvimos la confianza de lavarle completamente, llevando toallas, poncheras de la casa, jabón. Viendo nuestro accionar el personal de salud nos fue apoyando con cubos de agua, para ir cambiándola, ya que el joven estaba sucio de sangre y del polvo que naturalmente se forma cuando se camina descalzo al momento que le dieron el palo en la cabeza. Y claro nos turnamos durante semanas hasta lograr la asistencia adecuada y que se le diese de alta.
Algunas precisiones sobre el Trabajo Social y su papel en la Gobernanza real y democrática
El Trabajo Social se define como una profesión “que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, el fortalecimiento y la liberación de las personas.” (FITS)
El ejercicio del Trabajo Social requiere de un claro análisis de contexto: en República Dominicana 2020 estamos en una sociedad clasista, elitista, con desigualdades muy significativas. El profesional humanista debe conocer su papel y sus principios, desarrollar capacidades humanas y técnicas para hacer informes con objetividad sobre la situación tomando en cuenta esos intereses, influenciar con empatía, con serenidad y con capacidad de comprensión de que estamos frente a pactos sociales que para propiciar programas, planes, políticas públicas, con grupos diferentes; facilitar con lealtad la dignidad humana de todas las partes involucradas, imbuidos por creencias firmes en la participación, en las tomas de decisiones compartidas, para una sociedad democrática, un desarrollo humano sostenible, tanto de manera colectiva como individual.
Para hacer cambios hacia la igualdad y la democracia, en las sociedades, se necesita del esfuerzo por testimoniar la empatía.