El concepto de texto se emplea de manera muy diversa. Se podría hacer una colección de los significados, a veces muy diferentes entre sí, que les confieren los distintos autores a esa palabra. Nosotros la hemos tomado como sinónimo siguiendo las pautas trazadas por la tradición germánica, francesa, holandesa y rusa. Sin embargo, lo significativo es otra cosa: en la actualidad texto es, indiscutiblemente, uno de los términos más empleados en las ciencias humanísticas. En diversos momentos el desarrollo de la ciencia arroja a la superficie palabras así; el vertiginoso aumento de su frecuencia en los textos científicos es acompañado por la pérdida de la necesaria monosemia (I. Lotman). Más que designar de manera terminológicamente exacta lo que hacen es señalar la actualidad de un problema, indicar un dominio en el que están naciendo nuevas ideas científicas o poéticas. La historia de tales palabras podría redactar un peculiar índice de lo poético a través de lo científico, como hizo Bachelard, desde sus primeras intuiciones poéticas, hasta sus más bellas ensoñaciones postcientíficas. El “derecho de soñar” a través de la “irracionalidad objetiva” de la ciencia y sus incertidumbres como voluntad de alcanzar lo “imposible creíble”: un universal fantástico, allí donde nuestro ser vuelve a encontrarse, que vuelve a la misma conciencia, a la misma incertidumbre de ser voluntad de saber; “es nuestro ser que proyecta de nuevo el mundo, para la imaginación dinámica, para la imaginación que hincha de dinamismo “la vista cinemática del mundo, el sol naciente y el ser matutino están en inducción dinámica recíproca.”

Desde el punto de vista de la presente investigación, es más importante tratar de determinar la relación entre poesía y texto, en particular con el concepto de lenguaje. Aquí se pueden distinguir dos enfoques. En el primero, el lenguaje es concebido como una esencia primaria que obtiene una existencia-otra al materializarse en el texto, científico o poético. Con toda la variedad de aspectos y enfoques, aquí se destaca una suposición común: el lenguaje precede al texto, el texto es generado por el lenguaje. Hasta en los casos en que se subraya en que el texto constituye la realidad dada a la lingüística y que todo estudio del lenguaje parte del texto, se trata de una “interpretación heurística”, y no ontológica, puesto que en el texto se incluye la cualidad del sentido por su naturaleza y carácter codificado, más allá de la imaginación del sujeto de la escritura. Por consiguiente, la presencia de un código es considerada como algo precedente al texto como imaginación de lo científico a través de lo poético.

Derrida ha sugerido que todo texto es una construcción intencional, no reflejo de una realidad dada: la ausencia determina la naturaleza de un texto tanto como la presencia. Toda descripción de la realidad es selectiva, tal descripción no sólo produce la presencia de lo que incluye, sino también de las ausencias de lo que excluye. El mito del texto presente, ha afirmado Derrida, se convierte en la ideología del texto en cuanto texto. Los textos deben ser deconstruidos porque se basan en ausencias que desdibujan lo real de lo imaginario.

Deconstruir el texto, escribió Derrida en 1978, no es únicamente investigar la historia de sus conceptos claves, sino también determinar, desde una posición “externa” a la propia posición del autor, qué es lo que la historia ha podido ocultar o prohibir, constituyéndose ella misma en la historia a través de esta represión. A esta especulación está ligada la idea del lenguaje como un sistema cerrado que es capaz de generar una multitud abierta de textos, que se multiplica infinitamente. Las investigaciones de la obra artística en el auténtico sentido de la palabra, así como de otras de las formas más complejas de la vida cultural, han sido dictadas por consideraciones demasiado numerosas e importantes para que fuera posible renunciar a ellas.

Desde este punto de vista se concibe el texto, artístico o científico, como una formación finita delimitada, cerrada en sí misma. Uno de sus rasgos distintivos fundamentales es la presencia de una estructura inmanente específica, lo que trae consigo la gran importancia de la categoría de frontera. Así, la correlación entre el texto y el código (el lenguaje) cambia. Al tomar conciencia de algún objeto como texto, con ello estamos suponiendo que esté codificado de alguna manera; la suposición del carácter codificado entra en el concepto de texto. Sin embargo, ese código mismo nos es desconocido: todavía tendremos que reconstruirlo basándonos en el texto que nos es dado desde el punto de vista artístico o científico.