El tercer eje problemático que identifica los intereses de Nietzsche con Dostoievski –tema determinante, además, para todos los escritores rusos de la generación de los años sesenta del siglo decimonono–, es el de la identidad y la fidelidad a la propia tierra, en un contexto donde adquiere preminencia la figura del Dios ruso, el Cristo propugnado por la iglesia ortodoxa.                                                                                                                                                                                                                                                                

Nietzsche resume este asunto con una paráfrasis de gran pertinencia y cuya expresión está en la novela, Los Demonios. Resume la idea expresada por el novelista: El inicio del nihilismo consiste en la separación, en la ruptura con la tierra natal, que comienza con el alejamiento del país y que termina con la caída en la nada.

¿Cuál es el origen de estas ideas fundamentales en Dostoievski? Durante los años que Dostoievski estuvo confinado en Siberia, condenado por pertenecer a un grupo de intelectuales que leían las obras del socialista utópico Fourier, acontecieron en Rusia tres eventos de suma importancia para los años subsiguientes: la pérdida de la guerra de Crimea, la muerte del zar Nicolas I, con lo que concluia un período ominoso y terrible de opresión por parte del desaparecido regente, y la construcción y apertura de la linea ferroviaria entre San Peterburgo – Berlín.

Respecto a esto último resalto, que por reticencias de los gobernantes rusos la trayectoria se realizó con un gran desvío, pues en lugar de construirse en línea directa, se diseñó para transitar por Finlandia, que en esa época era territorio del imperio, y por Suecia. [Catherine Merridale, El tren de Lenin: Los origenes de la revolución rusa, Introducción, pos. 31 a 353, edición Kindle, 2016].

Al regreso de Dostoievski a San Petersburgo, liberado de la condena en 1860, crea con su hermano Mijail, una revista que denominan Vremya, El tiempo, cuyo primer número aparece en enero de 1861.

La revista desde sus inicios formula una visión filosofia sobre la identidad del pueblo ruso. Para enunciarla se establece como base un divorcio entre las clases cultivadas y el pueblo llano –narov–.

La publicación presenta un manifiesto que se basa sobre la palabra rusa: Pochva, que significa: tierra. El sentido de la doctrina consistía en resaltar el sentido de pertenencia a la tierra de Rusia.

Los escritores y artistas que adherían a la revista defendían la esencia particular de la propia tierra, se consideraban seres humanos ligados de manera esencial a ese suelo.

Para designar esta corriente ideologica crearon el término abstracto: Pochvennost, que quería significar: unidos a la tierra, lo que sugería no solo el amor a la tierra rusa, sino que esas ideas nacían de la tierra y que en todo momento estaba ligada a ella.

De manera negativa designaban a sus adversarios, Bezpochvennost, y que sostenía que en sus oponentes prevalecía no solo una despreocupación por el pueblo y por Rusia, sino que su pensamiento se constituía como meras especulaciones etéreas, sin ninguna relación con la realidad, y con la tierra, como base de la vida humana.

Web de la Biblioteca Nacional Rusa-Página de la versión digital de la revista La campana de Herzen.

Esta doctrina resulta ser un autentico golpe de genio, donde Dostoievski muestra su carácter de gran creador de significado.

El Pochvennichestvo llega a plantarse como una posición intermedia, que se oponía a las perspectivas de los occidentalistas y los eslavófilos.

Frente a los primeros se opone al materialismo que postulan; al positivismo cientificista; al utilitarismo asumido como criterio de valor supremo, como nueva religión de la vida social moderna; rechaza la busqueda del bienestar y la comodidad en este mundo modo de ser que desprecia los principios espirituales del cristianismo ortodoxo.

Defiende el valor de la vida en sí, la dignidad del ser humano, el respeto por el campesino como persona no corrompida por el culto del lujo, los vicios, lo banal, lo innecesario para edificar una sociedad justa, respetuosos de la madre tierra y de los que la cultivan. [Cfr.: Joseph Frank, Dostoievski. La secuela de la liberación, 1860-1865, III. Un movimiento nuevo: Pochvennichestvo, pp. 59-74, FCE, 1993, México, D. F.].

Alexandr Herzen, otra gran figura emblemática de esa época, fue el defensor del gran movimiento Populista, que ejerció gran influencia en los destinos de la Rusia revolucionaria en los años del 1860 al 1883. Propugnaba por la comuna campesinala obshina, el mir–, una institución eminentemente eslava cuyas tierras se poseían y labraban de manera comunera, que se dividían en parcelas, que se asignaban a cada familia en función de su tamaño.

Para difundir las ideas y métodos para implantar en la vida social del imperio un socialismo de origen nacional ruso basado en la comuna, Herzen crea la revista que alcanza la mayor influencia política, social y cultural en Rusia: La CampanaKolokol–. Ello a pesar de ser editada en el exilio, en Londres, donde residía Herzen.   

Herzen fue un grande escritor, que expresa con claridad y sencillez, en el debate sostenido durante aquellos años, una posicion racional, socialista, moderada y liberal.

Su gran obra es El pasado y los pensamientos, que se constituye como uno de los grandes clásicos de la lengua rusa, escrito en forma de diario y de ensayos entre 1852-1870. Es una obra imprescindible para conocer la vida y la cultura rusa por esos importantes años.

Nada muestra lo más destacado de la literatura rusa del siglo XIX que las obras de Iván Turguenev. –que introdujo en Rusia el conocimiento de la literatura española, especialmente, la figura de Don Quijote–.

He aquí su visión de esta obra magistral: Don Quijote es, sobre todo, el emblema de la fe, de la fe en algo eterno, inmutable, de la fe en la verdad, en una verdad superior, situada fuera del individuo, una verdad accesible pero que exige trabajos y sacrificios, y alcanzable si el trabajo y el sacrificio son constantes. Don Quijote es, todo él, entrega a un ideal, a un ideal por el que está dispuesto a soportar todas las privaciones imaginables, a sacrificar su vida; una vida que sólo tiene valor en la medida en que sirve para realizar el ideal, para instaurar la verdad y la justicia en la tierra. [Hamlet y don Quijote, Ediciones Sequitur, 2008, págs.16-7].

Igualmente, Dostoievski dedica a la creatura de Cervantes páginas sublimes. En 1877, escribe, Los Metternich y los Don Quijote, pp. 1049-1053, y tambien, Mentira con mentira se salva, pp. 1305-1313. [Diario de un escritor, Editora Página de espuma, 2010, Madrid].

En El idiota Dostoievski, al concebirla decide optar por un protagonista ingenuo y serio en su virtud, tal como don Quijote.

Aldea campesina rusa en el siglo XIX.

Dostoievski se opone a la llamada corriente de Los eslavofilos. Reina en Rusia la idea que esta debe desempeñar un papel principal entre las naciones. Sería el pueblo elegido por Dios para realizar en la tierra la justicia social y la hermandad entre todos los seres humanos. Es el mesianismo ruso. Los estadounidenses, hablan aún hoy, respecto a su nación, de lo mismo, de su Destino manifiesto.

Con la generación de los años cuarenta, con la generación romántica –la élite culta rusa se divide en esas dos corrientes: los occidentalistas y los eslavófilos.

Para unos, el destino del pueblo ruso está indisolublemente ligado al destino de Occidente. Mientras que para los otros, su misión en el mundo será realizar los principios de la cultura eslava, lo que sólo podrá alcanzarse al permanecer fiel a sus tradiciones y a los principios de su cultura cristianizada a través de la Iglesia ortodoxa

Debido al origen ancestral, casi mitológico, que se atribuye al sentido de comunidad en esta cultura, el socialismo llega a tener desde la segunda mitad del siglo XIX, un sentido casi religioso, que trasciende el hecho circunstancial de que alguien fuese creyente en Dios, ateo o arreligioso.

Dostoievski, Herzen y Tolstoi, polemizan con la forma de pensar la vida y los fines de aquellos que han adoptado los modos occidentales de vivir. Estos han abandonado la cultura propia, arraigada y autóctona.

Son gente que hablan francés o alemán antes de enseñar a sus hijos la propia lengua. Que aspiran a residir en Europa: en París, en Roma, en Florencia o Capri, en Dresde, o en Baden-Baden –donde habita Turguenev–, a quien Dostoievski considera como el arquetipo del occidentalista. Credo que expresa este en su novela Humo.

Frente a estos seres inauténticos, Nietzsche comparte y comenta  la forma de pensar de los tres grandes escritores antes mencionados.

Como antítesis de tales apatridas, Dostoievski defiende la bondad, la ingenuidad y la religiosidad del campesino, el muzhik. Estos permanecen ajenos de las dañinas influencias de las nuevas ideas que han contaminado a la intelligencija, a los intelectuales

Dostoievski atribuye esa mala influencia a los malos maestros que tuvieron las élites en los años cuarenta –sobre todo, Belinski. Estos los educaron para actuar de manera nihilista y foentaron el terrorismo, negadores de todo lo propio al negar el valor fundamental de su tierra y sus tradiciones.

En la mesa de té (1851), obra de Alexéi Voloskov