Algunas personas piensan, posiblemente con razón, que si un país tuviera, hipotéticamente, que crear un sistema de servicios públicos nuevo, partiendo de cero, las tendría más fácil que otro que ya tiene uno viejo, pero que fue criado mal o con el tiempo se dejó contagiar con todos los vicios que intentamos exponer en el artículo de la semana pasada. Un amigo y colega siempre ha dicho que en el caso de la policía dominicana la única solución es eliminarla y comenzar de cero con una nueva. El problema es cómo se hace eso.
Después de medio siglo de virtual abandono, al llegar al 2013 y disponerse la asignación del 4% del PIB a la educación, el diagnóstico del sistema educativo era tan delicado, que prácticamente ningún experto podía decir a ciencia cierta por dónde debía empezarse.
Ante una situación tan dramática, el Gobierno optó por hacer primero lo que permitiera obtener resultados más visibles en el corto plazo: construir aulas y aumentar sueldos de los maestros. Esas eran algunas de las cosas necesarias.
Construir además posibilitaría despejar espacio para que no fuera necesario desalojar los alumnos al mediodía para alojar otra tanda, con lo cual se podría avanzar hacia una jornada escolar extendida, alimentación y material incluidos, confiados en que con el tiempo mejoraría la calidad.
Subir el sueldo era crucial por dos razones: primero, por una cuestión de justicia, ya que los maestros habían sido demasiado sacrificados por largo tiempo. Los que había en el sistema no eran buenos, pero como no había otros, era con esos recursos humanos que había que contar para que el sistema siguiera operando.
Pero la principal razón era la segunda: se requería hacer el salario atractivo para inducir a los jóvenes con potencial a que se inclinaran a la carrera docente, pues diversos estudios habían mostrado que a esa carrera habían estado ingresando, por decenios, los bachilleres con menos probabilidad de triunfar en otras.
Con eso y algunos otros cambios se deberían garantizar algunos resultados positivos en el término de cinco a diez años. Pero una mejoría en la calidad educativa realmente visible requería mucho más que eso, pues el deterioro del sistema venía desde medio siglo atrás, y los maestros, directores y padres de hoy son los alumnos de ayer. Los estudios mostraban que de esa planta magisterial no era mucho lo que se podía esperar en corto tiempo.
Maestros con muy escaso conocimiento sobre las materias que tenían que enseñar, criados, formados y desarrollada la práctica docente en el contexto de una cultura del poco esfuerzo; poco esfuerzo para aprender, poco esfuerzo para trabajar, poco esfuerzo por evaluar, una cultura de interrumpir la docencia por cualquier nimiedad, no parecían ser el agente adecuado para conducir una revolución educativa.
El Pacto Educativo debía ser un medio para superar esa cultura, pero se necesitaba mucho más que eso. Se necesitaban maestros de calidad, pero, ¿dónde encontrarlos? La solución era formarlos, pero ¿quién los iba a formar?
Si hipotéticamente la idea fuera sustituir los maestros en ejercicio, se necesitaban más de cien mil. Y ni siquiera en una década había manera de capacitar cien mil nuevos maestros, y más contando los nuevos requerimientos de cada año para cubrir los aumentos de la matrícula escolar y la reposición de los que irían saliendo por jubilación, enfermedad o muerte.
La realidad es que se requerían formadores de formadores. Y no es que en la Republica Dominicana no existiera una determinada cantidad de buenos maestros y de buenos profesionales de otras disciplinas que pudieran ser habilitados para emprender una tarea pequeña, pero el caso es que no era una tarea pequeña.
El trabajo entre el Gobierno y las universidades ha avanzado en el triple propósito de: atraer jóvenes de mayor potencial a la carrera docente, masificar las facultades de pedagogía y mejorar la calidad de la formación. Pero con la calidad y en la cantidad requerida se precisarían decenios.
En principio el Gobierno se planteó la idea de importar profesores de otros países con mejor tradición educativa para formar maestros, pero los gobiernos no son dados a entrar en conflictos con grupos organizados, sobre todo si son masivos, y ante el primer asomo de oposición de la Asociación de Profesores desistió. Y además, para eso se necesitaba mucho más que el 4%, y ya el presupuesto estaba exhausto.