Esta es una carta dirigida a  personas e instituciones con corazón. Con inteligencia, con responsabilidad, con solidaridad y con amor a la vida, a Dios, al prójimo, al país y a la humanidad, para despertar su compromiso para sanar  al país de las cruentas heridas del COVID-19, que nos llaman a no permanecer indiferentes.

Señores:

Integrantes del gobierno dominicano. Legisladores. Empresarios. Rectores de   universidades. Instituciones de la sociedad civil. Junta Central Electoral. Banco Central. Dueños de medios de comunicación. Comunicadores. Líderes religiosos, políticos y sociales. Hermanos de la diáspora. Ciudadanos del país. BID, BM, UE. Organismos internacionales.

Por culpa de nadie, el país se nos muere. El COVID-19 nos sorprendió a todos cuando sólo pensamos en nosotros mismos. Hoy la pandemia hace llorar a todos los habitantes de la tierra. Y aquí, nos hace llorar a los nuestros. A unos les ha tocado ver la muerte de cerca en sus propios hogares y en sus barrios. A otros, sólo una parte de la compasión repartida.

Muchos hemos llorado. Sólo quien ha llorado  por las muertes de otros y por sus propias muertes es capaz de entender el dolor y la desesperanza de los otros, la responsabilidad por el otro y el compromiso con la fraternidad y la sororidad resilientes que el COVID-19  nos reclama con urgencia por el hoy y el mañana de todos como comunidad nacional. ¡Porque nada permanece tanto como el llanto!

Lo capacidad de respuesta atinada a esta pandemia que nos desafía a todos, debe surgir de un nosotros. De la participación de todos. El gobierno no puede solo. Mucho ha hecho pero no puede solo. Y si lo intentará, terminará dándole la  ventaja a la muerte que ya nos arrebata muchas vidas. Si persiste en querer hacerlo solo, se agotará, se cansará. ¡Y entonces estaremos en manos de nadie!

Lo que se viene haciendo hasta ahora para enfrenar el COVID-19 resulta insuficiente, lento, tardío, poco efectivo y errático, con lamentables consecuencias presentes y futuras para la salud,  la economía,  la educación,  las libertades públicas y  la paz social. ¡Y saber que tenemos  inevitablemente tener que prepararnos para combatir hoy y el futuro sin dejar de asumir las acciones necesarias y bien pensadas del “día después” del COVID-19!

No es que  haya manos que no estén trabajando para combatir el COVID-19.  No es que el gobierno tenga los brazos cruzados. No. Es que todo esto resulta insuficiente y poco efectivo mientras cada día aumenta el número de víctimas físicas y emocionales. Del sufrimiento, del miedo, del dolor, de la  ansiedad.

Porque no hemos sabido caminar juntos para enfrentar la bestia del COVID-19, estamos en manos de nadie!  La carga ha sido muy pesada para todos, incluyendo el gobierno. Compartamos el deber, el expertise, la responsabilidad. Pensemos juntos. Trabajemos juntos. Solo, nadie podrá.

Sintámonos convocados sin decretos para buscar soluciones y medidas hermanadas, sin la firma ni el color de nadie.  El enemigo es común, combatámoslo juntos. Con silencios y gritos hermanados. Sin protagonismos políticos o religiosos que contaminan el nosotros y encadenan el abrazo de los otros.

Asumamos el COVID-19 como comunidad “sintiente”. Formemos una comunidad que cual policromía de verdades y solidaridades nos acerque a la democracia del dolor.  No perdamos el tiempo preguntando quien no vino. Formemos equipos, familia, comunidad con los que se atrevieron a decir presente dejando atrás su zona de confort y su egoísmo, a sabiendas de que la familiaridad consuela y tranquiliza.

No donemos. ¡Compartamos! Hagamos nuestra la soledad y el sufrimiento de los que sufren. Ahora que  el Sistema de Prevención y Control del COVID-19 colapsó. Ahora que estamos en manos de nadie. Ahora que como país no tenemos las fuerzas ni los medios para librar la batalla contra la pandemia, formemos una comunidad de voluntades para encontrar las herramientas y los caminos para vencer el COVID-19. ¡Y hacerlo a tiempo!

No hagamos comisiones. Eliminemos las que hay para construirlas de nuevo.  Construyamos una comunidad de solidaridad sin títulos y sin rangos.  Y ojalá que sea pronto. Juntémonos. Pongamos  en marcha la compasión por el sufrimiento, por el cuidado de los que son a la vez valiosos y vulnerables. ¡Quien carece de compasión por el dolor del otro también desconoce el sentido de la justicia!

El país corre un gran riesgo. El país se nos muere. Formemos una comunidad de solidaridad. Pongamos la prevención y el control  del COVID-19 en las manos de todos. ¡Ahora que está en manos de nadie!