La Cumbre climática de Glasgow ha copado la atención del mundo. La llamada Conferencia entre la Partes (COP) llega así a su versión número 26. Los medios de información nos traen los debates de sí aumentar 1,5 grados la temperatura respecto al inicio de la era industrial, como limite a 2030 o sí la falta de compromisos de los grandes emisores de gases de efecto invernadero podrían llevar el aumento de las temperaturas a 3 y hasta 4 grados con efectos catastróficos para la vida en el planeta. En el año 1970 el aumento de la temperatura global era 0,016 grados. Cuarenta años más tarde ese aumento se estableció en 2020 en 1,16 grados. Es decir, casi 2.000 veces más respecto a hace 50 años, lo que equivale a un aumento geométrico cada año de 48%. La pérdida de bosques y superficies forestales es gigantesca. Brasil ha perdido en pocos años casi la mitad de sus bosques amazónicos, el pulmón más grande productor de oxígeno y procesador de los gases de efecto invernadero.

El problema es muy sencillo. La economía mundial, sustentada en el paradigma  de un crecimiento constante de la oferta, el consumo y por tanto la transformación de las materias primas minerales, forestales, marinas o la que fuere, es la base del sistema. Una economía con poco o ningún crecimiento, que elimine el estrés sobre los recursos naturales actual es inconcebible en la economía capitalista. Otro aspecto que poco se habla es el crecimiento extremo de la población del planeta, pasando de 1.700 millones 1900 a 6.000 millones cien años más tarde en el año 2000 a poco menos de 8.000 en este 2021 (se estiman unos 7.900 millones). Para 2025 se estima que la población será de 8,200 millones. La presión que ejerce esa población sin control es infinita, en un planeta finito que tiene unas medidas determinadas y unos recursos naturales disminuidos.

En ese marco hay un grupo especial de países. En la jerga internacional se nos designa como los Pequeños Países Insulares en desarrollo (PID) muy expuestos a los efectos del cambio climático. Somos los que tenemos más que perder y los que menos pesamos en la política y las decisiones internacionales. Según el Primer Ministro de Fiyi, Josaia Bainimarama, afirmó antes de la reunión de la COP 26 que para nuestros estados, “estamos enfrentando un peligro existencial si los grandes países, y conjuntos, no logran un buen acuerdo que haga que sus promesas se concreticen en revertir el calentamiento global”. La Isla de Santo Domingo, y por tanto nuestro país, y las demás islas de la Grandes y la Pequeñas Antillas formamos parte de esos países PID que enfrentamos un peligro existencial.

Un planeta con un incremento de las temperaturas más allá de los 2 grados Celsius será un planeta con más huracanes y más destructivos; mas inundaciones, más desastres de zonas costeras –con el grave peligro a grandes y pequeños centros poblacionales, a infraestructura vital o del turismo y zonas agrícolas de primer orden.  Sin embargo, sí China, el primer emisor de gases de efecto invernadero, los Estados Unidos el segundo, la Unión Europea como conjunto el tercero y la India el cuarto, los más grandes emisores, no llegan a compromisos suficientes para detener esta la catástrofe, y lo que la joven activista climática sueca Greta Thunberg llama con toda la razón, la Sexta Extinción masiva en la tierra. La lista de los pequeños estados insulares en desarrollo somos en la actualidad 23 del continente americano ubicados en la región del Caribe; 20 entre las islas del Pacifico y 9 en África, Asia y Europa (mediterráneo). Pero en realidad somos más. Por ejemplo, las islas francesas de Guadalupe y Martinica no forman parte de los países PID. Un aumento de niveles de los océanos también afectara a estados como los Países Bajos, Dinamarca, Florida y otros más. Igualmente no están incluidos territorios dependientes como los Departamentos de Ultramar franceses -Guadalupe, Martinica, San Martin- los territorios británicos de Islas Caimán e Islas Turcas y Caicos. Para nuestro grupo el tiempo es cuestión de vida o muerte. Ya hemos sido testigos de las sucesivas olas de sargazos, que ha puesto contra la pared amplias zonas turísticas, no solo en las islas, sino también en México, en Colombia, Brasil y Venezuela.

El síndrome de Glasgow es el síndrome de la existencia sostenible o las grandes catástrofes de los Pequeños Estados Insulares. Energía sostenible, descarbonización de la economía, reducción de las emisiones de efecto invernadero, metano o CO2, transformación de la matriz energética y elijación rápida del uso del carbón mineral para producción de electricidad, reparación de las cuencas hidrográficas y de los bosques perdidos por la agricultura extensiva y el uso de madera, recuperación de los cascos polares, reducción y control de los plásticos derivados del petróleo, en fin….una agenda intensa y extensa sin la cual no llegamos. Muchos consideran que los compromisos no están a la altura de lo necesario para detener el desastre.