“Acepto el fraude en el precio, pero nunca en la calidad”-Thomas Fuller.
Es muy reducido el número de personas que en este país conoce el Sistema Dominicano para la Calidad (Sidocal), creado mediante la Ley núm. 166-12. Ciertamente, la mayoría de los ciudadanos tiene una idea muy básica -o ninguna- sobre las funciones de este sistema y sus conexiones con la salud y seguridad alimentaria, la calidad del ambiente, las calibraciones de equipos e instrumentos de medición, el cumplimiento verosímil de todo tipo de requisitos y especificaciones de calidad, las mediciones trazables, las pruebas y ensayos de laboratorio, y el reconocimiento multilateral de las certificaciones de conformidad emitidas por entidades acreditadas.
Pongamos su importancia en relieve haciendo una sencilla pregunta: ¿qué tiene que ver el referido sistema con la lucha contra el cáncer? Todo sabemos que en esa larga jornada humana de avances y reveses las radiaciones son hoy fundamentales. “Le van a dar radioterapia”-oímos decir con una frecuencia que quisiéramos de corazón se redujera sustantivamente.
Todos debemos saber que aplicar poca o mucha radiación es muy malo. En el primer caso tendríamos como resultado un tratamiento ineficaz. En el segundo estaríamos haciendo más daño que bien al paciente. Para evitar estos dos extremos indeseables entra en juego la dosimetría, definida como la ciencia de medir, calcular y evaluar la dosis de radiación absorbidas.
Físicos y médicos utilizan esta ciencia ampliamente. Unos y otros deben administrar con la mayor precisión la dosis de radiación que cada caso requiera, ya sea mediante radioterapia de haz externo, radioterapia interna o braquiterapia, o radioterapia sistémica. La radioterapia no es más que, siguiendo la definición que ofrece el Instituto Nacional del Cáncer de España, “el uso de radiación de alta energía proveniente de rayos X, rayos gamma, neutrones, protones y otras fuentes para destruir células cancerosas y reducir el tamaño de los tumores.” Sobra decir entonces que lo mismo que las pruebas de laboratorio o las analíticas clínicas, la cantidad de radiación administrada es un asunto crítico de salud pública.
Consecuentemente, es nuestro derecho exigir alguna garantía de que los equipos utilizados en los procesos de radioterapia son confiables. Esta confiabilidad supone forzosamente su calibración periódica, además de que deben estar sujetos a revisiones (o auditorias) de garantía de calidad de tercera parte competente: es la única manera de obtener lecturas precisas y consistentes.
Ahora bien, ¿qué es calibración? ¿Quién tiene la responsabilidad de ofrecer ese servicio técnico crucial?
De acuerdo con el “Glosario de términos sobre garantía de calidad y buenas prácticas de laboratorio” de las Naciones Unidas, las calibraciones consisten en “una serie de operaciones que sirven para determinar, en condiciones especificadas, la relación existente entre los valores indicados por un instrumento o un sistema de medición, o los valores de una medida real, y los correspondientes valores conocidos de un mensurando”.
En el caso que nos ocupa, las cosas deben ocurrir del siguiente modo:
- Los laboratorios de dosimetría de estándares primarios establecen las cantidades utilizadas para las mediciones de dosis de radiación.
- Estos laboratorios primarios, proporcionan calibraciones de dosímetros de referencia de laboratorios de dosimetría de estándares secundarios nacionales.
- Los laboratorios de estándares secundarios nacionales a su vez calibran dosímetros de usuarios finales (clínicas, hospitales, centros de investigación)
Todo este proceso se llama cadena de trazabilidad metrológica (ver: OIEA: Calibración de patrones de referencia utilizados para mediciones de dosimetría).
¿Tiene algo que ver este proceso de comparaciones ininterrumpidas de cantidades utilizadas para las mediciones de dosis de radiación con el Sidocal?
La ley que lo funda dice que el Instituto Dominicano para la Calidad (Indocal) es el Instituto Nacional de Metrología (INM). Esto significa que es el responsable de por lo menos el mantenimiento -el desarrollo es por ahora inalcanzable- de los patrones de magnitudes físicas y químicas.
Por tanto, los dosímetros de referencia nacional, calibrados por laboratorios primarios, deben estar en manos de este instituto porque a él corresponde obtener, conservar, desarrollar y diseminar las unidades básicas de medida y los patrones de calibración de la más alta calidad metrológica. Esta importante tarea podría estar también en manos de un laboratorio de dosimetría privado de calibración, tipo estándar, debidamente acreditado, con la misión de ofrecer este servicio eminentemente técnico a los consabidos clientes (la ley no lo prohíbe).
El Indocal es pues un componente técnico del Sidocal fundamental para garantizar al país una dosimetría de radiación precisa para diferentes aplicaciones. Como hemos visto, tiene que ver con la radioterapia de pacientes con cáncer; también debería estar presente en áreas tan importantes como la de optimización de las imágenes de radiación para radiología diagnóstica y medicina nuclear, así como en la protección radiológica del personal, los pacientes y el público.
Del lado de la autoridad, el Indocal tiene un formidable aliado: el Viceministerio de Energía Nuclear del MEMRD, unidad a la que muchos, aviesamente, en un momento de exacerbación de pasiones egoístas bajo el embrujo maléfico de las famosas redes de idiotas, calificaron de “inútil” e “innecesario”.