A Danilo Medina lo venció el Estado –lo dijo él y fue cierto- en la primaria interna presidencial del año 2007 cuando le disputó la repostulación al entonces presidente Leonel Fernández, ambos altos dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

La suya fue una derrota devastadora y Leonel aplastó a Miguel Vargas (PRD) sin su ayuda, aunque sin su obstrucción.

Años después Leonel puso al Estado –lo entendió como el mal menor- al servicio de la candidatura de Danilo en 2011-2012 para hacerlo ganador de las elecciones que estaba perdiendo mucho a poco frente al díscolo Hipólito Mejía (PRD), por demás saboteado abiertamente por Vargas desde la cúpula de su partido.

Danilo se impuso, el país descubrió un déficit fiscal atribuido a Leonel de cerca del 7% del Producto Interno Bruto y tan pronto subió el nuevo dirigente del PLD al poder incrementó los impuestos directos e indirectos (noviembre de 2012) para cobrarle al pueblo dominicano lo invertido en la campaña.

Acérrimo enemigo de la reelección por experiencia propia, Danilo sabía lo que era el poder pero no había experimentado el  sex-appeal  de la Presidencia de la República con un Congreso Nacional adocenado que todo lo aprueba sin darse cuenta de su contenido.

Desde la Presidencia la vista de la ciudad en helicóptero es muy diferente y es fácil abandonar viejos paradigmas para adoptar las “nuevas exigencias de los tiempos”.

Cuando cambió la marea, cambió el marinero. Descubrió que lo malo es que el Estado lo derrote, pero que no tiene nada de perverso usar el Estado para derrotar a sus propios compañeros y convertir a partidos tradicionalmente opositores (como el PRD y el PRSC) en sabandijas que entran por el sótano, con todos sus diputados y dirigentitos, al carro irrefrenable de la reelección a cambio de ventajas grupales y personales. ¡Ese es el acuerdo!

Y como la reelección es un propósito definido y agenciado desde el Estado, el ministro de Energía y Minas, no conforme con que el PLD y sus aliados controlan el 90% del financiamiento oficial de la campaña e igual proporción de la “ventanilla siniestra”, asfixia a la empresa cementera de la familia de Luis Abinader, candidato puntero de la oposición que no lucha, sino que solo denuncia.

Mientras la cementera de los Abinader no puede operar porque ahora está ahí el parque nacional Francisco Caamaño –muy bien merecido el homenaje- las plantas que operarán con carbón se construyen a orillas del mar Caribe, sobre 133,000 habitantes de Baní, agrediendo directamente el parque nacional “Máximo Gómez” (complejo de presas del río Nizao) y la Reserva Científica “Erick Leonard Ekman” (loma La Barbacoa), sin que el amigo Antonio Isa Conde, ministro de Energía y Minas, mire para allá y frene ese desmán de daño incalculable. ¡La selectividad de a quién hay que golpear y a quién se le otorga impunidad es obvia!

Por si fuera poco, la Policía Nacional, actuando como tropa de choque contra derechos ciudadanos y contra la gente de clase media que se moviliza pidiendo castigo para la corrupción gubernamental, reprime con saña, brutalidad y desconsideración una manifestación pacífica contra el símbolo de la corrupción que el propio Ministerio Público ha señalado: La Oisoe.

En otras palabras, el Estado se vuelca por todos los medios para neutralizar cualquier desafío cívico o político porque el tren de la reelección parece marchar sin detenerse aunque tenga que cortar cabezas.

Lo triste de todo esto es que quienes vimos surgir al PLD en diciembre de 1973 nunca tuvimos la oportunidad de compartir trincheras de lucha popular con ellos contra los desmanes del balaguerismo.

¿Quién vio a un peledeísta en las calles los días 23, 24 y 25 de abril de 1984? ¿Cuántos militantes de ese partido murieron en las luchas, fueron heridos o cayeron prisioneros en esos tres días de protestas masivas contra el paquetazo del FMI y el presidente Salvador Jorge Blanco?

A mí nadie me puede contar historias, porque yo estuve ahí batiendo el cobre y se quiénes más estaban.

No había peledeístas, pero el pueblo tuvo que sepultar a más de 300 de sus hijos asesinados por la soldadesca al servicio de un gobierno corrupto; 5,000 quedaron heridos de bala y 18,000 entraron a las prisiones en una triple jornada de lucha, salvajismo y cobardía. ¡Pero los peledeístas que ahora reprimen no estaban al lado del pueblo!

La zafra nunca ha sido interminable y el error de los insaciables es creer que el poder lo puede todo, siempre.

Olvidan aquello de que “se puede engañar a todo el pueblo una parte del tiempo. Se puede engañar a una parte del pueblo todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”.

Lo que más le conviene a este país es un modelo de gobierno democrático, con elecciones libres y competitivas, con oposición firme y reclamante, con instituciones sólidas que respondan a la ley y no a quien maneja el Presupuesto.

Pero estamos muy lejos de ahí, y peor aun, la oposición sigue careciendo de dirigentes con valor, capacidad y decisión de movilizar a un pueblo que ha probado infinidad de veces que puede luchar y derrotar a quienes lo mancillan.

Mientras tanto, que siga hablando el embajador de Estados Unidos, J. W. Brewster, de los temas que no quieren hablar los ciudadanos dominicanos a los que correspondería defender la soberanía de enemigos externos, pero sobre todo de gánster internos.