A Mariloly de Severino, agradecida por su interés en la obra de Hilma.
I. Rue Lecourbe 251, abril, 1933. Una cámara Autographic Kodak, Modelo C, un revelado en papel Donpon. Flash!… “Moi, photographie par moi-meme devant une glace”. Hilma Contreras.
Luego de uno de sus últimos viajes a Loches, Mademoiselle Contreras continúa descubriendo y “tejiendo” su destino; no obstante, siente con pesar un enrarecido aire de confrontaciones políticas en Europa, cree en la redención de los pueblos y no se resigna a morir con una mordaza ni menos a ir al entierro de la libertad. De ahí, que la vida la observa con un prefacio y un final único: “Silencio antes de nacer, silencio después de morir, vivir anhelante entre dos silencio”.
Hilma amaba –como artista visual- la estatuaria religiosa, la arquitectura medieval, las alegóricas composiciones pictóricas bizantinas y la majestad de la eternidad divina en los vitrales de las catedrales; le atraía el reposo de las piedras como testigos de lo que utópicamente llamamos el paso del tiempo en lo humano.
… París, la espléndida y célebre ciudad luz, es el gran teatro del mundo, el escenario de sus primeras fotografías, y de este curioso “selfie” que presentamos, descubierto en los albúmenes que guardaba en su escrito, y que no se perdieron en el terremoto de 1946 que devastó a San Francisco de Macorís.
II. El arte en Hilma. La colección de sus fotografías Silencio de Catedrales es su grafía visual de lo no corruptible en el arte, es el enmarcado para desvelar sus misterios, los detalles de sus yoes en fuga y la transfiguración de lo inmutable a través del alma. Hilma se formó culturalmente a partir del canon clásico tanto en el arte como en la literatura. Gustaba admirar el arte de la escuela renacentista y la dulzura del misticismo: el color-expresión, los tonos-luz, el ser-en-el-mundo, la representación del orden divino, la repentina nostalgia del paraíso, el éxtasis radiante de la adoración, la plasticidad de la composición, la fe absoluta que transmitía la iconografía mariana que le provoca profundo estremecimiento, ya que cada imagen sacra era ante sus ojos un intenso poema que provenía de lo viviente seducido por el orden de lo infinito en la existencia.
Estas observaciones son de manera íntima la raíz de la perfección del estilo narrativo de Hilma Contreras, y su voluntad de expresar de manera depurada los elementos de la cotidianidad o lo que presumimos como real-fantástico con un rapto de ideas, de situaciones y elecciones de símbolos.
Contemplar y estudiar las expresiones artísticas fue una fijación muy especial en Contreras, interés que se puede conocer a través de su impresionante colección de tarjetas postales, de clisé y de libros de su biblioteca donde se rendía la escritora-esteta al anhelo del conocimiento, tratando de indagar la sustancia que se enraíza en la materia para que el ser humano pueda crear.
III. Sobre la fotografía de Hilma Contreras. La historia de la obra fotográfica de Hilma Contreras [1] es como su obra y su vida, la cubre un denso velo de silencio y misterio. Sabemos que cursó estudios en la Maisons d´Educations des Lycées de Jeunes Filles-Victor Duury-Versailles (Paris) de 1916 a 1927, ingresando posteriormente a la carrera de Arqueología en la Sorbonne, recibiendo allí cátedras de los más prestigiosos profesores contemporáneos especialistas en bellas artes y artes decorativas, conservadores de museos, arqueólogos, archivistas-paleográfos, bibliotecarios, época en la cual fue miembro de la Societé des Amis de la Bibliothéque d´Art et d´Archéologie de l´Université de Paris (1932).
En la Universidad de París (Université de Paris) se diploma en grado superior en Lengua Francesa en 1927 con la Mención Assez Bien. En la Sorbonne se especializa en abadías medievales de los siglos XI y XII. De esta época son los nueve bocetos o dibujos realizados a tinta sobre papel de Contreras sobre las catedrales de la ciudad de Nevers y Touraine, fecha en la cual también desarrolló su afición a la fotografía arquitectónica, dejando como vestigio una impecable colección de fotos a blanco y negro tomadas por ella. Allí fue alumna del profesor medievalista Henri Focillon, el autor de Vie des formes.
Contreras durante su estancia en Francia visitaba con frecuencia el estudio de P. Bertrand. Esto explica la vasta colección de cliché que posee de consagrados artistas del lente, al tiempo de compartir la lectura de las obras literarias de sus escritores favoritos del momento Jean Cocteaux Potier, André Malraux, Albert Camus y Jean-Paul Sartre, y contemplar los aciertos y búsqueda en la labor escultórica de Antoine Bourdelle, Michel Saint-Olive, Henri Proszynski, Collamarini y Georges Oudot, a lo cual debemos añadir su constante actualización sobre las distintas exposiciones abiertas en el Musée du Louvre y el Musée d´Art Moderne a través de Pages de France.
En julio del 2002 se muestran por primera vez al público la colección inédita de impresionantes fotografías de catedrales y abadías de los siglos XII y XIII, tomadas por Hilma Contreras (San Francisco de Macorís, 1910), en 1932, con el auspicio de la Embajada de Francia en la República Dominicana, y la curaduría a cargo de Cecira Armitaro de Nahory, Museóloga, Diplomada de Investigación de Louvre, en Homenaje a la autora dominicana, Premio Nacional de Literatura 2002.
Contreras en Silencio de Catedrales mostró ser poseedora de una depurada e impecable técnica comparable en su excelencia al estilo fotográfico que desarrollarían en la década de 1950 Viguier, Molinard, P. Bertrand, Chevojon, P. Le Moult y Feher, quienes optaron al igual que ella como temática captar con su lente las catedrales medievales francesas.
Hilma Contreras hizo de la photografhie una síntesis conceptual, buscó las claves del espacio perfecto, los planos y ángulos referenciales para la “inmediatez” óptica y ofrecernos el legado histórico medievalista de las abadías como templos de silencio. Cada photograhie suya, que componen la colección que acertadamente denominara la curadora y especialista Cecira Armitano como Silencios de Catedrales, revela una emoción transparente de correspondances arquitectónicas, una cristianísima afirmación de trascendencia tan incontestable como los hilos del destino; detalles de estructuras que se reposan como gigantes en la paciencia de la mirada expectante.
Corresponden también al año de 1932 una serie sobre las ciudades de Barcelona, Montserrat, y las Baleares de Palma de Mallorca, Pollensa y Soller.