A Elvira Lora y Martha Checo, correspondiendo a su solicitud de  escribir estas notas explicativas sobre el hallazgo de este “selfie”, generar este corpus de textos, y el hecho de ser pionera en demostrar   la evidencia documental de que Duarte es Abelardo.

I. Una historia que contar. Creo, y espero no equivocarme en la cita,  que corresponde a  André Malraux la sabia  expresión de que “La metamorfosis del pasado fue primero una metamorfosis de la mirada”.

En la Revista Ilustrada (1898-1900) que se editaba en la ciudad de Santo Domingo, dirigida por el escritor Miguel Ángel Garrido (1867-1908), siendo su Secretario y redactor Tulio Manuel Cestero (1877-1955), aparece la primera fotografía publicada en una revista nacional de la cual tenemos noticias (la cual atribuimos a Abelardo); corresponde a un “retrato” de Arturo B. Pellerano Alfau, director del Listín Diario, para inaugurar una galería de “los tesoneros representantes de la prensa nacional”. Esta publicación corresponde al No. 4, del 15 de septiembre de 1898.

A partir de 1900 se conocen a través de  las revistas literarias los primeros anuncios de estudios con información de sus servicios y méritos para atraer al cliente. Es para esta época ( 23 de marzo de 1901) que el fotógrafo-retratista y escultor Abelardo Rodríguez Urdaneta (1869-1933), cuya firma  evolucionó con cuatro variantes: Abelardo Rodríguez Urdaneta, A. Rodríguez Urdaneta, A. Rodríguez y Abelardo,  inicia una serie de fotografías con la Galería de nueve retratos del  “Presidente Juan Isidro Jiménes y su familia” (Revista Literaria, Vol. I, Año 1), y,  posteriormente, el retrato de Sarah López Penha  (Cf. Vol. I , Núm. 6 (8 de julio de 1901).

De  la Revista Blanco y Negro [Núm. 74 (13-II-1909), s/p], copiamos este breve fragmento de una colaboración  titulada  “La Fotografía en la ciencia y la educación”  para aproximarnos al  tema de este artículoa, al rostro de luz que trae “El “selfie” de Abelardo en su atelier”:

“Para el que la practica (la fotografía), es muy útil que examine  de vez en cuando  documentos que le hagan reflexionar y comparar lo que ha sido y lo que se hace a su alrededor, a fin de poder pesar los progresos de un arte o de una ciencia”.

Duarte es  Abelardo.  Primer Selfie realizado por un dominicano-Por Abelardo Rodríguez Urdaneta. Colección de Ylonka Nacidit-Perdomo.
Duarte es Abelardo. Primer Selfie realizado por un dominicano-Por Abelardo Rodríguez Urdaneta. Colección de Ylonka Nacidit-Perdomo.

A principios del siglo XX  en nuestro medio el revelado o copiado  recibe distintas denominaciones: clichés, clichés de fotograbados,  grabados, fotograbados, retratos, fotografías o vera-efigies, ya que al parecer nuestros primeros fotógrafos aficionados se dedicaban a captar sólo la figura humana, ningún otro tipo de motivo o acontecimiento. [1]

En 1918  se comercializaban en el país, entre otros,  los equipos fotográficos  de la Empresa Eastman Kodak, en el establecimiento de J.R. Vda. García, frente al Parque Colón; en un   anuncio   en la Revista Letras informa tener un “Variado surtido de cámaras Kodaks  de todos los modelos y tipos más prácticos. Todo para profesionales y amateur. Especialidad en artículos para aficionados”. Además,  en  1921 en el Gran Almacén de Efectos de Automóviles Geraldino / Co·., ubicado en la calle Separación número 47, hoy calle El Conde, estaban a la venta las Cámaras Kodak (1921).

II.  Abelardo, un rostro de luz.  

Abelardo Rodríguez Urdaneta  nació en 1869, en un momento posterior a la guerra fratricida de la Restauración. Vino al mundo en un nación libre, en movimiento, con sus virtudes y desventuras, en una época en la cual las condiciones de vida de sus habitantes eran de  precariedad; la República estaba empobrecida, en ruinas. Los hateros continuaban siendo la “clase” de mayor influencia política en el Sur y en la capital, aún cuando se iniciaba su declive como grupo hegemónico.

Cuando ocurre el ciclón “Lilís”, de septiembre  de 1894,  cuyas fuerzas devastadoras fotografió  Abelardo,  el Maestro de la luz vuelve sus ojos a la ciudad de piedras, de cantería labrada y de ladrillo, a las construcciones que reciben el aire del mar, y cuyo emplazamiento está de frente al Ozama con un aire isabelino y de Castilla, a conventos, iglesias y hospitales, a asumir  la gloria de esta antigua posesión ultramarina de la acción civilizadora europea, que se detuvo de golpe en el siglo XVII, cuando fue abandonada a su suerte, diezmada y  extenuada  por la desgracia del hundimiento social, político y económico.

Es Abelardo Rodríguez Urdaneta el primer fotógrafo dominicano que publica una colección  de Ruinas Históricas en una revista. En el año de 1901 en la Revista Literaria, impresa en papel satinado mate, que dirigía Enrique Deschamps, da a conocer desde el número 5 al número 10 (de julio a octubre) Vistas de la Capital, Vistas de la Ciudad de Santo Domingo y Vistas Dominicanas. Esta serie incluía -tal como indica el redactor- “fotografías de edificios de la Ciudad Primada y ruinas históricas que guarda como monumento de antigüedad, la Ciudad Primada”.

III. El  “selfie” de Abelardo. Abelardo Rodríguez Urdaneta  sintió  lo nacional como algo muy suyo, y desde su interés porque las fuerzas espirituales del pasado se conozcan como una realidad sin ningún tipo de mascarada; sus fotos son como un ejercicio de fe histórica, una evidencia documental que sólo subsiste y se mantiene como valor absoluto en las mayorías, que reconocen, precisamente, como una realidad que nos es anónima a la Patria, para despertar a la humanidad  a interpretar que la existencia de un pueblo no es un paisaje  artificial antes las fuerzas naturales imprevisibles  o ante el efecto devastador de las catástrofes.

Abelardo Rodríguez Urdaneta.
Abelardo Rodríguez Urdaneta.

Abelardo  estuvo de frente a dos contrastes epocales: el paso del siglo XIX al siglo XX, a la transición de un siglo que ampliaría nuestra conciencia cultural; conoció  in minimun de la mera decadencia de la ciudad, y de seguro se integró a la conmoción de tener, y ser parte, del mundo de occidente, cuya continuidad en nuestro país entonces era la lengua, la raza y la religión cristiana para encontrarse con la irrupción del invasor foráneo en 1916.

Quizás su preocupación por hacer un monumento a Juan Pablo Duarte fue una manera de recordarles a sus conciudadanos –por intuición comprensiva- que la sustancia de lo histórico les pertenece a todas las generaciones como impronta, exégesis y porvenir. Y, su legado quedó “atrapado” en esta imagen del primer proyecto de  Monumento que la sociedad dominicana erigiría para perpetuar la memoria del patricio, a solicitud de la Municipalidad de San Pedro de Macorís. Dolorosamente la desventura, las mocedades de esta nación republicana subyugada por forasteros en los albores del siglo XX impidió que se desarrollara,  y sólo quedara como recordación, sin dudas, de la voluntad de conservación del tiempo  este vestigio histórico para dejar a un lado la “pauperización del saber” sobre Duarte y Abelardo.

Este “selfie” de Abelardo, que es el primero que se conoce de un fotógrafo dominicano, se lo “tomó”  en su  Estudio fotográfico (atelier) abierto en la calle Santo Tomás esquina Duarte.

Recordando ahora las concepciones filosóficas y el pensamiento de Oswald Spengler, el historiador esteta, y entrelazando el tiempo y su efecto sobre las cosas como un cuadro retrospectivo, y la mirada como leit motiv que estremece el sentido fisionómico  de los cuerpos cuando su realidad se contempla a través de sus ciclos, y como espectadora, paso a transcribir la impresión personal de un entendido-cronista de la época sobre la estatuaria,  la cabeza del monumento vaciado en yeso,   al contemplarla en los talleres de Abelardo sobre el pedestal,  que es el motivo de este artículo y de las explicaciones al “selfie” donde se puede observar –claramente- que Duarte es Abelardo:

“La cabeza merece  los honores de un estudio especial. El rostro austero en el que la fuerza muscular no pudo resistir a las acometidas del dolor, plasma huellas y prominencias difíciles de conciliar armónicamente; pero la técnica ha modelado una cabeza anatómicamente en armonía con el gesto. Los labios parecen trémulos, temblantes de pasión o de dolor; la mirada, como mirando lejos muy lejos; la frente es un mar encrespado  por los vientos de todos los martirios y los surcos en ella ondulan fingen el oleaje siniestro de corrientes contrarias que concurren en un punto –que es el ceño-, para precipitarse por un cauce interior y llevar al cerebro la reflexión de las grandes ideas concebidas alrededor de un ideal: la Patria. Así, esta cabeza venerada es el símbolo del convencimiento del patriota frente al altar de su conciencia, galardón y orgullo para el artista que pone su alma de rodillas para ofrecerla toda, llena de devoción y sentimiento a la más grande obra que ha levantado el corazón dominicano!”. [Carlos Gatón Richiez (Tick-Nay), Revista Renacimiento, Año III, Mes V,  No. 73-74, 28 de mayo de 1917, p.36].

IV. Una aglomeración de ojos sobre el “selfie” de Abelardo

Busto de Duarte por Abelardo Rodríguez Urdaneta, 1913. Colección de Ylonka Nacidit-Perdomo.
Busto de Duarte por Abelardo Rodríguez Urdaneta, 1913. Colección de Ylonka Nacidit-Perdomo.

Belkiss Adrover de Cibrán especialista en Abelardo, y autora del libro Abelardo Rodríguez Urdaneta,  en una conferencia que dictó en el Instituto Duartiano en 1990  titulada “Abelardo Rodríguez Urdaneta. Su infancia, adolescencia y juventud. Sus Maestros y sus amores. Y sus Duartes”, (7 páginas mecanografiadas, inédita), escribe: “Si observamos, nos llama mucho la atención cuando contemplamos “Uno de tantos”, es su rostro,  cuyas facciones son las de Abelardo, es su autorretrato. Me dijo Pedro Troncoso Sánchez, que fue discípulo de Abelardo, que ese parecido se acentuó más, en los meses antes de su muerte, que se dejó crecer la barba, sus luengos [sic] bigotes y su rostro demacrado. Al morir todos exclamaban al contemplarlo ¡Es Uno de Tantos! [2] Lo mismo ocurre con sus Duartes; parece que Abelardo se ponía frente a un espejo, y modelaba algunos de sus rasgos, sin llegar al retrato.

“Yo, queriendo ahondar en la moral abelardiana, he tratado de encontrar la razón del porqué Abelardo no se casó con ninguna de las otras mujeres que amó a su manera, si es que las amó, porque yo pienso que él sea amaba así mismo. No escapó de esa firme, férrea decisión, ni su idolatrada Esther Laclaustro Dorse que le demostró que lo quería, renunciando a los suyos, viviendo enclaustrada”.

El “selfie” de Abelardo se publicó  por primera vez –tengo entendido-, en 1935 en la  revista Cosmopolitas de Bienvenido Gimbernad, dos años después del  fallecimiento de Rodríguez Urdaneta; fue de las pocas fotografías de este proyecto de monumento que se “salvó” del siniestro huracán de septiembre de 1930.  Posteriormente, en el 2006 la presentamos durante el desarrollo de  una conferencia que impartimos en la Casa de Italia, el 17 de agosto, correspondiendo a una invitación de la Arq. Bárbara Suncar H., Presidenta del ICOMOS Dominicano.

En el 2010 la crítica de arte, investigadora y escritora Jeannette Miller la reprodujo  en el libro Historia de la Fotografía Dominicana, Tomo I, 1851-1961, ed. Grupo León Jimenes, Colección Centenario, en la  página número 6, siendo ésta la imagen que abre el volumen iconográfico, indicando que la misma pertenece a nuestra colección.

El veintitrés de enero de 2013 en un panel realizado en la Fundación Global, en ocasión del Bicentenario del Nacimiento del fundador de la Patria, Juan Pablo Duarte, se presentó este “selfie” bajo el sugerente título “Duarte es Abelardo”, y se editó en la versión para tableta de la revista Global, bajo la coordinación de la comunicadora y catedrática universitaria especialista en periodismo de género Elvira Lora. Desde este sábado 30 de mayo, vuelve a estar en las redes; ya antes, en febrero del 2013, el diario digital Acento.com.do lo “subió” a la red, y compartió con los lectores en el artículo homónimo.

… Y, para actuar en consonancia con las ideas de Ortega y Gasset que expresa que “para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia”, concluyo esta historia, recordando al profesor Alemán K. D. Hartmann  al expresar que las creaciones (de todas las artes) “son los jalones más característicos que señalan las distintas fases porque ha pasado la civilización de los pueblos”.

NOTAS

[1] El único manual de un fotógrafo ejecutante del siglo XIX es de la autoría de Frank Adróver, el primer fotógrafo español llegado al país, el cual cita Emilio Rodríguez Demorizi en su libro Pintura y escultura en Santo Domingo,  Colección Pensamiento Dominicano, 1972, en la página 58 como participante en la Exposición del 27 de febrero de 1890 “en el Salón Artístico de la Sociedad Literaria Amigos del País”, sin ofrecer datos biográficos ni historia sobre su labor.

El Manual  Adróver es del siglo XIX, y pertenece al fondo documental  Nacidit-Perdomo, escrito en una caligrafía impecable,  a plumilla, contiene una gran variedad de formulas químicas, concebidas de sus prácticas, y  nos ofrece un panorama exhaustivo y completo de cómo se realizaban habitualmente los trabajos de revelados en cristal, placas y papel, colodión fotográfico  y  copiados.

[2] “Uno de Tantos” se realizó en 1902; originalmente se llamaba “Pro Patria”. El original de yeso  se encontraba en el Museo Nacional.  Una copia en bronce se encontraba en la Avenida Abraham Lincoln.