En estos días de tinte otoñal y reflexiones vitales, asoman por las calles de la ciudad de Nueva York figuras conocidas del sano ocio del pasado, quienes daban la sensación de certeza, justicia y dirección de la existencia personal en un planeta que suele oscilar entre lo mágico y lo trágico.
Nos referimos a algunos de los súper héroes, referentes de muchas generaciones del siglo XIX.
Ellos navegaron brevemente entre la línea difusa y a veces de confusión del bien y del mal, y su infaltable zona gris, en una etapa de la historia donde las consecuencias eran inevitables.
Batman, la Mujer Maravilla, el Sorprendente Hombre Araña, Linterna Verde, The Transformer, el inefable Elmo, entre otros, visten de gala las horas diurnas en las calles de Nueva York, en un capítulo de casi total agotamiento por la letal pandemia virológica que alteró el planeta.
El detalle parece insignificante en un lugar donde la prisa dicta la pauta. Lo cierto es que su tímida presencia en sí representa, a nuestro modo de ver, una especia de retorno al balance en una época momentánea de tinieblas y sobresaltos. Al menos, algún referente de inspiración.
Desde que Superman fue declarado difunto a mediados del siglo decimonónico, para muchos un hecho irracional dado su carácter de origen extraterrestre e indestructible, el mundo pareció entrar en una espiral de involución física, moral y espiritual. Más no así tecnológica, sin Leia Organa ni Han Solo.
La Liga de la Justicia siempre tuvo un súper héroe, ya para proteger una ciudad o para encarnar los más dignos valores de la decencia, la equidad, la justicia, el bien colectivo por sobre todo; donde la iniciativa individual y equidad tenían su espacio indeleble con sus nobles atributos.
La ausencia de los héroes modernos en las últimas décadas ha generado un vacío social y existencial que al parecer la tecnología no lo puede llenar. El egoísmo individual y la cultura de la muerte, aupados en las redes sociales, han tenido un efecto letal en el seno familiar.
Tanto así, que ello ha dado pauta a la prevalencia de los antihéroes. Traducidos –para dar sólo un ejemplo– en lírica venenosa, cáustica, degenerativa, violenta y antisocial; donde el hip-hop, el rap, dembow, urbano y las drogas, entre otras yerbas aromáticas, cauterizan a muchos.
El asomo de los genuinos súper héroes en las calles de Nueva York, y en la tercera década del siglo XXI, podría ser el preámbulo del regreso a la magia verdadera de la juventud: escala de valores y principios eternos del bien, dualidad donde el mal jamás debe tener cabida.