El escritor José Tomás Pérez, actual embajador de la República Dominicana en Washington, D.C., puso en circulación el 21 de mayo en Miami su primera novela intitulada La gente detrás del muro. La obra tiene como epicentro a Verón, en el oriente del país. La trama involucra a una serie de seres encadenados por el destino de manera inexorable y donde cada uno de ellos se manifiesta con la naturalidad propia de la idiosincrasia nacional.

La obra revela a grosso modo “la historia de un pueblo lleno de prejuicios y malos presagios, víctima ignorante de las acciones de políticos y oportunistas que se aprovechan de su desgracia para sacar ventajas. Sus actores son gente simple que vive encerrada en su propio mundo a expensa de lo que les dicte destino.” Al menos así lo sintetiza el autor, al advertir que todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

Lo cierto es que la sorpresiva habilidad y agilidad narrativa del escritor condensa en la primera mitad de su obra una amplia radiografía de personajes perturbados, matizados con trasfondo sicológico traumáticos, con fuerza y dirección, reflejados por hechos que se repiten a diario en los titulares de los medios: incestos, corrupción, narcotráfico, inseguridad, políticos, cuernos, tigueraje, asesinatos, violación, politiquería, nepotismo, religión, brujería, pobreza, oportunismo, desempleo, etc.

José Tomas Pérez logra transmutar lo indescriptible en el sufrimiento de sus personajes, –con breves y luminosos destellos de felicidad– tanto femeninos como masculinos, traducido con amplitud descriptiva. Como Gustav Flaubert (1821-1880) en Madam Bobary, no escatima esfuerzo alguno para describir el cuadro físico y la miseria humana sin desperdicio alguno y la fluidez necesaria, al mejor estilo narrativo de la novela realista de Juan Bosch, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar.

Incluso, la ambición sin medida que carcome el corazón del diputado Rogelio Pantaleón y sus delirantes esfuerzos políticos y eróticos para engendrar descendencia con las múltiples amantes que les daban hijos –excepto su esposa infértil— le había permitido a Rosalina Capri, su preferida y asesina de su protector italiano, premiarlo con mellizos, uno de los cuales no tenía en su cuerpo el sello que perpetuaba su estirpe en la República, lo que motivó ríos de cuchicheos en las Patronales del Cuerno en Verón.

En La gente detrás del muro, editorial Caligrama, Madrid, España, 2018, el novel escritor dominicano recrea, en siete capítulos y 247 páginas, un universo absoluto sin perder por un segundo la crudeza de los pensamientos, emociones y acciones banales, trágicas o bondadosas, que rodean la trama y sus personajes desde el principio hasta el final, al mejor espíritu de La Llamarada, del escritor Enrique A. Laguerre (1935-2005), que describe a la sociedad puertorriqueña, en particular del cañaveral, de principios del siglo XIX.

Al mismo tiempo, José Tomás Pérez rememora La búsqueda de lo absoluto, de Honoré de Balzac (1799-1850), al resaltar la piedra filosofal del turismo, con los inversionistas extranjeros que frente a tanta pobreza, delincuencia y desparpajo moral proponen como solución al progreso erigir un muro que separa el mundo abundante de los turistas por la zona playera de Macao, para frenar el casi delito de ser pobre, la impotencia de la pobreza marginada, la delincuencia y el narcotráfico al otro lado, con un Disney World del Caribe o un Magic Kingdom bordeando la principal avenida de Verón.

Para el audaz autor, lo que podría ser un acto crudo y censurable como el incesto o la violación, se describe con una sutileza que no ofende ni al cura del pueblo, la madama y familiares, al gobernador ni al jefe militar de la zona, ni a lectores susceptibles. Y aun así, el lector no puede evitar identificarse con el sufrimiento dentro de la narración y la inquietud permanente sobre cuál será el final, en la segunda mitad, de cada uno de los personajes atribulados en ese universo paralelo, sometidos a las leyes de la física y de la biología, devorados por el fuego de la ignorancia. Y al final, solo Dios sabe…

Es el caso de Jacobo Martínez, un hombre curtido en la cotidianidad mundana de la calle; o el velorio de Louis Jacotin, un brujo haitiano cuya práctica espantó a los médicos de la zona con respaldo del pueblo; y quien promete, a su muerte, resucitar al tercer día, lo que por suerte no sucedió para decepción de sus habitantes, sazonado con el micro tráfico, bares y colmadones con bocinas a todo volumen, el ruido infernal de los moto conchos, el autoritarismo y la norma nacional de dejar hacer y dejar pasar.

En La gente detrás del muro todo se conjuga para bien o para mal. Es un maniqueísmo constante que parece replicarse en la rutina diaria en el muro de Jerusalén, en el muro de la infamia frente al faro al gran almirante en Villa Duarte, el de Cisjordania, el del río Grande y en los más de 300 muros que existen en el planeta. La vida, la muerte, Dios, todo parece conjugarse y diluirse entre el eterno ahora y la nada cotidiana. En su obra, José Tomás Pérez debuta y maneja con velada maestría, elegancia y sencillez el realismo mágico y los ocultos resortes de una novela interesante, fantástica e inverosímil que refleja múltiples espejos vergonzosos en la América Latina…