Nueva York.-El año 2014 será el más importante de los ocho que cumplirá Barack Obama en la Casa Blanca. Tres de las decisiones más trascendentales de su administración las tomó en pocas semanas descubriendo, para sorpresa suya y de todos nosotros, que nunca necesitó la aprobación congresual.
El tratado para reducir la emisión de gases de efecto de invernadero, suspender las deportaciones de indocumentados y normalizar las relaciones con Cuba serán legados de Obama. Tras pasarse seis años llorando como una niñita porque no la dejan jugar muñecas, Obama se armó de testosteronas políticas e hizo lo que debía hacer.
El detonante fue la paliza electoral que le dieron los republicanos en noviembre pasado. Aporreado, Obama visualizó que a partir de enero no tendría mucho poder que exhibir y que debía hacer lo quería antes del año nuevo.
Desde enero Obama será un presidente opositor. Los republicanos controlando el Congreso completo controlarán la billetera del Gobierno Federal.
Obama llegó a la Casa Blanca para “unificar” la nación, seis años después estamos polarizados como nunca antes. El no estimuló la polarización, pero su pretensión de que éramos una sociedad “post-racial” empeoró la cuestión.
A Obama le quedan dos tareas fundamentales que cumplir.
Necesitamos una auténtica armonía racial, una reforma policiaco-judicial que castigue la brutalidad policial para poner fin a la impunidad.
Como líder de la nación el debe buscar esas soluciones.
Y debe evitar otra crisis financiera como la del 2008, Obama no impuso regulaciones ni castigos para los banqueros responsables del colapso. Al contrario, los recompensó con muchísimo dinero, esos banqueros, como los policías blancos que asesinan negros desarmados, disfrutan de impunidad total, así las cosas, todos vivimos en peligro.
Estas tareas son impostergables, aunque lucen casi imposibles para un presidente llorón, que ahora pasará a la oposición.