1.   Con mayor énfasis en los países desarrollados y presencia más débil en aquellos en vías de desarrollo, en los últimos años se viene registrando una transformación social impulsada por una masa creciente de ciudadanos unidos por la inseguridad económica, la falta de seguridad laboral y la pérdida de derechos, que son generadas principalmente por la crisis financiera y las políticas de austeridad de los estados nacionales, secuelas evidentes del “modelo neoliberal”.

2. De este fenómeno da cuenta el sociólogo y economista inglés Guy Standing, catedrático de Estudios del Desarrollo en la Universidad de Londres, doctor en ciencias económicas por la Universidad de Cambridge y Miembro de la Academia de Ciencias Sociales del Reino Unido, en su libro “El Precariado: una nueva clase social”, publicado en el 2011, quien advierte que este cambio radical que está a la puerta definirá la sociedad y la política del siglo XXI.

3. El autor destaca que el “precariado” no es la “clase media exprimida” ni una “subclase” ni “la capa inferior de la clase obrera”, sino que posee un conjunto propio de inseguridades y que tiene asimismo un conjunto igualmente particular de reivindicaciones. Se trata de millones de personas que reaccionan frente al “modelo neoliberal”, que entre sus principios enarbola que el crecimiento y el desarrollo dependían de la competitividad, lo que suponía que los gobiernos debían fomentar la flexibilidad del mercado laboral transfiriendo los riesgos y la inseguridad laboral a los trabajadores y a sus familias.

4.  El precariado difiere de la “clase obrera” o del “proletariado”, conceptos que suponen una sociedad que se basa principalmente en trabajadores con un puesto relativamente duradero y estable, con jornadas de trabajo establecidas y posibilidades claras de mejoras, sindicatos con convenios colectivos y un conjunto de recompensas que generan una seguridad socioeconómica tan valiosa como los ingresos monetarios.

5. Para el autor, el precariado está conformado por  millones de personas carentes de  oportunidades para obtener unos ingresos decentes; protección frente a los despidos arbitrarios, de  regulaciones frente a la contratación y el despido;  oportunidades para la movilidad ascendente en términos de estatus e ingresos, de protección frente a los accidentes y enfermedades laborales; seguridad de un ingreso estable adecuado, protegido mediante disposiciones sobre el salario mínimo, indexación de los salarios y seguridad social generalizada; representación colectiva en el mercado laboral, derecho a organizar sindicatos independientes y derecho a huelga.

6. ¿Quiénes más forman parte del precariado? Una respuesta abarcadora es que «de hecho, todo el mundo». La caída en el precariado nos puede ocurrir a la mayoría de nosotros si una situación económica poco favorable, como por ejemplo el alto costo de la vida y los bajos salarios,  o una crisis financiera embate la capa de seguridad que nos da una relativa seguridad. En general, forman parte del precariado todos aquellos que viven una situación  de calamidades socioeconómicas comunes. Todos los que, por una u otra razón, “viven precariamente”: jubilados, profesionales, pequeños comerciantes, inmigrantes, becarios, discapacitados, trabajadores por cuenta propia y otros.

7.  El precariado experirmenta aversión anomia, ansiedad y alienación.  La aversión surge de la frustración generada por el bloqueo de las posibilidades de vivir con una dignidad modesta. Los precarizados viven con ansiedad y experimentan una inseguridad crónica  por el temor a perder lo poco que poseen. La gente que trabaja se siente frustrada y tensa, así como “subempleada” y “superexplotada”, insegura y desesperada.

8. Más allá de “la pasividad nacida de la desesperanza y de la apatía derivada de derrotas repetidas” –dirá el autor- habrá de darse el encuentro nacional y global de los precarizados, que deberán manifestar públicamente sus precariedades y exigir un conjunto de reivindicaciones “que comprometan al Estado más allá de desconcertarlo o irritarlo”. Posiblemente la mayoría de ellos no acudan a este llamado, pero esto no los excluye del precariado.

9. El desafío del precariado –precisa el autor- es político. Sólo si el precariado es capaz de ejercer una presión impactante sobre el proceso político se convertirá en realidad un poder que hoy no es más que una débil esperanza. Existe el peligro de que si no se atienden las necesidades y aspiraciones del precariado, “su surgimiento –enfatiza el autor- pueda llevar a la sociedad a una política infernal. No se trata de una predicción, sino de una posibilidad perturbadora”. Tenemos que despertar urgentemente al precariado global… y al nacional. Si no se satisfacen las aspiraciones del “precariado bueno”, irán aumentando las filas del “precariado malo”. Si esto sucede la sociedad se verá amenazada, y esto ya está sucediendo.

10. Y a la luz de lo expresado por Guy Standing, no podíamos dejar pasar por alto la precariedad de millones de dominicanos, empleados y desempleados. De la población económicamente activa, que suma más de tres millones, un 14 por ciento está desempleada y un 56 por ciento vive del empleo informal; el 31 por ciento de la juventud está desempleada, teniendo además el país una deuda correspondiente al 43.7% del PIB.  Esto nos convierte simplemente en un “país precario”, aunque derrochador. Y ¿qué decir de las incertidumbres y amenazas que viven en estos momentos los trabajadores y empleados del país debido a la presente reforma del Código Laboral? Esta vez evitemos la cólera y las ansiedades de nuestros precarizados, cuya dignidad no es necesariamente precaria como para defenderla comunitariamente y en voz alta; los ejemplos de otros países son más que suficientes.