El autor conocido como Elkhart Tolle declaró, equívocamente, que “el pasado no tiene poder sobre el momento presente”, colocándose en conflicto no sólo con la idea del eterno retorno propuesta por otros pensadores como Nietzsche, sino con la verdad histórica. Si el pasado no tuviera poder (al menos persuasivo) la Historia sería una inutilidad. El pasado sí conserva poder, aunque no se exprese de la misma forma que en su momento cumbre del devenir y el ahora. Y tiene los mismos impulsos transformadores que el presente inmediato.

La memoria de la historia no es igual, necesariamente, que la memoria individual. Ahora bien, ese poder ya es metafísico, no se expresa con la contundencia del Poder y su violencia y factualidad. El pasado es memoria acumulada, reunida en torno a los hechos y su poder es el de impedir, si se quiere, la repetición de errores.

Ambas difieren en cuanto a sus enfoques: Una es universal, la otra, individual, una expresa intereses a gran escala, la otra, personales, en la mayoría de los casos.

El autoritarismo quedó flotando sobre la conciencia de las siguientes generaciones y todavía no nos hemos desprendido de él.

Es cierto que la tiranía que, (para poner en relieve un caso interesante en materia), tuvo la Republica Dominicana por más de tres décadas cesó abruptamente un día 30 de mayo del año 1961. Pero el cese material de los efectos autoritarios-dado que la mente no funciona de modo automático sino por secuencias y por consecuencias, no aniquiló las secuelas de toda una generación viviendo bajo esa larga noche de terror.

(Además, los acontecimientos posteriores a la muerte del tirano no conllevaron, por ejemplo, la insurgencia revolucionaria sino el control de éstos por una potencia extranjera, de modo que los hechos no desembocaran en ese cambio político fundamental).

Sin embargo, el autoritarismo quedó flotando sobre la conciencia de las siguientes generaciones y todavía no nos hemos desprendido de él. Todavía hay conductas primarias, violentas, de pitecántropos e inconscientes en la sociedad dominicana actual. (Trujillo y el trujillismo, para poner un caso, aprovecharon el historial autoritario dominicano venido del viejo continente, con la conquista de la isla, puliéndolo hasta convertirlo en razón de Estado por medio del cual se podía morir de pura secuela tiránica, con naturalidad, sin apenas rubor y sin necesidad de explicar nada).El pasado sí tiene poder sobre el momento presente ya que la historia no funciona como un filme que se sustituye por otro. Todo poder se parece en algo a otro poder como expresión de la violencia, (en este caso del Estado), sobre los ciudadanos y sobre las mayorías.

Estamos ante un juicio sobre el pretérito escasamente reflexionado, pobremente motivado, apenas pensado y dicho con precipitación.