La historia política dominicana del post-trujillismo contó con tres pilares del poder político: Joaquín Balaguer, el PRD y el PLD. Todos generaron en su momento simpatías y esperanzas.

En 1966, Balaguer tuvo como tarea central sacar el país de la inestabilidad política que había generado el fin de la dictadura de Trujillo, e impulsar el crecimiento económico. Ocupó la presidencia durante 22 años, de 1966 a 1978 y de 1986 a 1996. Siempre salió de la presidencia empujado.

Fue un político consumado con una visión del Estado estabilizador, no democrático. Su noción del orden superó siempre la ley y los derechos. No fue un tirano como Trujillo, en cuyo régimen se hizo político, pero tampoco creía en la democracia para países subdesarrollados como la República Dominicana. Su Partido Reformista fue un instrumento manejado a su antojo; y, con una variedad de mecanismos de control, mantuvo relativa autonomía de los distintos sectores sociales.

El PRD fue el partido del pueblo, del jacho prendido, de la esperanza nacional, y de las transiciones democráticas. Pero cada gobierno manejó situaciones inusuales y terminó en una catástrofe: el suicidio de Antonio Guzmán en 1982, la crisis económica y las protestas de 1984-1986 en el gobierno de Salvador Jorge Blanco, y la crisis financiera de 2003-2004 en el de Hipólito Mejía. A pesar de generar tantas esperanzas de cambio, ni en 1986 ni en el 2004, el país sintió mejoría.

Diversos factores explican las características de los gobiernos del PRD, pero hay una de especial significación. Fue un partido impulsado por políticos (primero Juan Bosch y luego José Francisco Peña Gómez) que, a la hora de escoger candidatos presidenciales, con Peña Gómez vedado por su raza y origen haitiano, escogió empresarios más que políticos: Guzmán era empresario agrícola y Jorge Blanco un abogado vinculado a la oligarquía empresarial santiaguera. Hipólito Mejía también empresario agrícola.

Al llegar al poder se producía una disociación entre las expectativas de cambio popular que generaba el PRD, y la condición empresarial de sus gobernantes, carentes de una visión del modelo de desarrollo a impulsar.

Con el PLD se afianzó nuevamente el predominio de los políticos en el poder. Cuadros formados por Bosch conformaban el Comité Político y el Comité Central, organismos que sellaban las ejecutorias gubernamentales; primero, de grandes obras de infraestructura a imagen de Balaguer, y luego, de expansión del Estado asistencial. Con esa estructura altamente organizada, el PLD gobernó 20 años, 16 de manera consecutiva (2004-2020). Ni Leonel Fernández ni Danilo Medina provenían del empresariado, eran productos del ascenso político al igual que Balaguer, en circunstancias distintas.

El PRM repite la experiencia del PRD: un empresario presidente. Que la clase media sea hoy más grande y esté más sintonizada con las narrativas político-empresariales, le favorece. Ese electorado lo llevó al poder. Pero, la efectividad del Gobierno dependerá de las políticas públicas que impulse, incluida la tan cacareada reforma fiscal. Al final, la pregunta clave es: ¿a favor de quién gobernará el PRM? El tiempo dirá.