Hay voces poderosas, voces que tienen el volumen muy alto hacia el interior y de manera imperceptible dirigen las decisiones, actitudes y vidas de los adultos. Voces que salen en situaciones impensables, cuando menos se espera, cuando no son necesarias, cuando hay que reaccionar rápido o dar una respuesta en una situación de crisis. Son voces que "enclochan", como me dijo una paciente, detienen y entorpecen el camino de desarrollo. Pueden ser voces de descalificación, de desprecio, autorrechazo, incriminación.

No hay posibilidad de continuar hacia adelante y asumir la propia vida, si estas voces no se identifican, descifran y se les pone nombre.

El es un joven profesional exitoso con dos maestrías y una trayectoria laboral impecable. Ha asumido el camino de crecimiento en terapia por dificultades en sus relaciones de pareja. Es un chico honesto y disciplinado que ha dado seguimiento durante años a su proceso. Ha trabajado esas voces, las pudo identificar, las conversó,  las perdonó y las integró en su caminar como adulto. De repente una situación laboral  las detona y recrea. Por el impacto que provoca en su estado emocional regresa a la terapia. Lo puede volver a mirar y avanzar un poco más en su confianza y seguridad personal.

Ella una chica más joven, talvez 24 años, bregando con la aceptación de su imagen corporal. Al ir atrás aparecen las voces en mensajes, a veces muy concretos y otras tan sutiles que se tornan casi imperceptibles. Es incapaz de despreciar a alguna otra persona por el color negro de la piel, pero no lo acepta en la suya. Ha sido un legado recibido desde su bisabuelo, abuelo y padre. Una voz muy potente y repetitiva para bregarla a tan corta edad. Y talvez alguien al leer este articulo no entendería esto como un problema en una país de gente mestiza y mulata, pero este es el poder de estas voces, transmiten como verdad que dirige la vida lo impensable o poco posible.

Ponerle nombre a estas voces implica identificar quién transmitía el mensaje, desde qué edad y bajo cuáles circunstancias. Implica volver atrás, escucharlas de nuevo y volver a conectarse con las emociones que provocaban en el pasado e identificar  las conductas que dirigen en el presente.

Implica perdonar a los emisores y humanizarlos para entenderlos en su circunstancia de aquel momento. Será necesario entender que lo hicieron por ignorancia y no con la intención de dañar y causar dolor.

El poder de ser adultos es que con el paso del tiempo y el trabajo interior, la propia voz va tomando relevancia sobre las demás.

El poder de ser adultos es tener la posibilidad de reeditar la propia historia,  aceptarla y tomar la decisión de ser felices a pesar de ella.