El remolino en que ha caído el PLD, fruto del choque de las dos corrientes que encabezan Danilo y Leonel, ha cobrado intensidad y peligrosidad para el futuro inmediato y mediato de ese partido. Mientras más se avanza en el calendario del sistema político del país, acercándose el 2020, mayor impulso adquieren esas dos corrientes y, por tanto, mayores son los efectos destructivos de un remolino que ya tiene más de cinco años en sostenido desarrollo. Ahora no es sólo la lucha de corrientes lo que intensifica ese fenómeno, sino la fortaleza y amplitud de las denuncias de la corrupción que ha provocado una selectiva suspensión de dos prominentes dirigentes de esa colectividad que habrá de intensificar la furia de la corriente del remolino afectada: la de Leonel.
La única forma de salir de un remolino es meterse a la corriente menos fuerte de las dos que lo forman, para que este arrastre el cuerpo hacia la superficie. Pero, primero hay que identificar cuál de las dos corrientes es menos fuerte, cómo aproximarse a ella y qué maniobra hacer para poder escapar del borde del remolino una vez se sale a la superficie. Para hacer esa maniobra y sacar el PLD de su remolino se requiere la fuerza de un conjunto de reglas institucionales o un árbitro que logre controlar las corrientes de esa vorágine, algo en extremo difícil porque la lucha inter facciones es básicamente personal y por el control de un Estado reducido a empresa. Dos o tres dirigentes de ese partido tienen voz y cabeza propias, pero sin fuerza para arbitrar y/o controlar la vorágine.
Que sea el Secretario General de ese partido, prominente danilista, quien tome la medida de suspensión provisional de Diaz Rúa y Félix Bautista, prominentes leonelistas y no el Comité Político, evidencia la desinstitucionalización del PLD, la estrechez del margen de maniobra del danilismno frente al vastedad del sentimiento de condena a la corrupción de su gobierno, al tiempo de poner de manifiesto un inexistente marco institucional para ese partido poder resolver sus apremios. Ahora el PLD no tiene secretarios de Organización ni de Finanzas, los cuales podrían acomodarse a dicha suspensión para substraerse un poco del temporal que no sólo los azota en lo personal, sino a todas las corrientes. Al partido todo.
Podrán acomodarse a esa cesación, pero esta acentuará el encono de otros miembros de las huestes leonelistas que percibirán tener sus barbas en remojo. Esa circunstancia obligará a Leonel a intensificar sus acciones de calles para forzar un entendimiento con el danilismo que le abra el camino hacia la nominación presidencial, pero ese método de lucha es absolutamente desconocido por el PLD, y podría producir una dinámica de lucha grupal prácticamente incontrolable para una dirección partidaria carente de reglas y de árbitros, que es lo que les sucede a los partidos que degeneran, cuando desmontan sus estructuras organizativas y se convierten en simples medio de enriquecimiento de propios y de ajenos incrustados en los nervios centrales de las facciones y de los gobiernos de estas.
Es difícil que el PLD salga indemne de una crisis interna sin precedente para ese partido, ello así porque las crisis que en su momento llegaron a convertirse en divisiones y/o en salida de muchos militantes con altos puestos en su dirección, se resolvían por la existencia del liderazgo de Bosch. La crisis que se han escenificado en el proceso de alternancia de hegemonía de Leonel o Danilo no tuvieron la profundidad de la presente crisis, puesto que la misma se desarrolla en el proceso de mayor cuestionamiento a las los gobiernos de esa colectividad. Ese generalizado cuestionamiento en gran medida lo es también a las figuras de Danilo y Leonel, los cuales están sumamente debilitados, en su puja para establecer cuál de las dos facciones se sucederá en poder en el 2020, ambos han agotado sensiblemente su autoridad moral y política para sacar el partido de su remolino
En la medida que avanza el proceso del conocimiento de la dimensión de los escándalos de los sobornos de Odebrecht que implican a varios miembros de la clase política y empresarial, se profundiza una crisis que no sólo afecta al PLD, sino del sistema político en general. Despunta una situación de ingobernabilidad cuya salida es imprevisible y se convierte en generalizada incertidumbre. Ello así, porque la claridad o direccionalidad de la respuesta o respuestas que hasta ahora hemos elaborado, en su aceptación, carecen del nivel de compromiso unitario que demanda el momento que vive el país. Parece no darnos cuenta de que en medio de un remolino, sin timonel ni tripulación efectiva, el barco peledeísta está al borde del naufragio, pero que ese barco no se hundirá definitivamente si más que en lo que nos une, persistimos en machacar y actuar realmente en función de lo que nos diferencia.
Romper esa lógica implica una mayor acción, mayores iniciativas no sólo de los diversos agregados sociales de vocación políticas en permanente formación, sino de los sectores, corrientes e individualidades que en las diversas organizaciones políticas son conscientes de que la posibilidad de cambiar este país se inicia con el desplazamiento del PLD del control cuasi absoluto de las instituciones fundamentales del Estado dominicano. Por sí solo, machaco, nadie lo puede hacer, a pesar de las monsergas de algunos….