En la era digital, los periódicos impresos, como los conocemos, irán desapareciendo hasta languidecer. Muchos morirán. Estarán bien sólo en aquellos países regidos por dictadores, porque les servirán como instrumentos de adoctrinamiento y para mantener en la oscuridad a la población. Los periódicos les servirán para controlar la información, impidiendo el acceso de los ciudadanos al Internet y las novedosas formas de comunicación y difusión de noticias que a diario surgen por efecto de la magia de las redes en la web.
Los periódicos que llegan a nuestros hogares se están poniendo viejos y morirán, porque dejarán de ser útiles y sus contenidos perderán actualidad e interés con cada minuto que pase. Un periódico sólo está en capacidad de renovar su contenido con la edición del día siguiente. En esas veinticuatro horas ocurren cosas que cambian diametralmente la vida de millones de personas y la suerte de las economías de países grandes y pequeños, ricos y pobres. Las nuevas formas de periodismo y difusión de noticias que ocuparán su lugar, lo que de hecho ya está ocurriendo, se renuevan cada segundo y en el vertiginoso mundo de la globalización en que vivimos esa realidad responde a más necesidades de un mayor y creciente número de personas en todos los confines del planeta.
El placer de hojear y leer un diario, como hemos venido haciendo desde pequeño, se convertirá en un lujo, extremadamente caro y escaso. E igual ocurrirá con los libros, que apenas sirven ya para llenar espacios y acumular polvos, razón por la que vendí los míos. La era digital lo transformará todo en el ámbito del periodismo y nada ni nadie escaparán al fenómeno. No habrá chequeras, ni facturas, comunicados y memorandos de papel y columnas como esta. Por la baja calidad del sistema educativo, el fenómeno en este país se dará más rápido. Algunos diarios digitales ya figuran entre los primeros en la preferencia de los lectores.