(La Masonería y la Iglesia II)
“A los Masones despiertos y a los dormidos”
Dentro de la guerra a muerte entre la Iglesia y los Masones surgió un preclaro papa insurrecto que trató inútilmente de derrotar las propias tinieblas fundamentalistas clericales que hasta hoy dirigen la Iglesia, Juan XXIII, "Il Papa Buono".
Llamado “bueno” porque se mostró conciente de la necesidad de su Iglesia de acercarse a la luz, a la libertad y a la ciencia; por ello en 1963 ,habiendo ya convocado al hoy traicionado Concilio Vaticano II de 1962), lanzó una oración de paz y de conciliación a los Masones confesando los pecados de su Iglesia y que rezaba:
“Señor y Gran Arquitecto:
Nosotros nos humillamos a tus pies e invocamos tu perdón por la herejía en el curso de desconocer en nuestros hermanos masones como tus seguidores predilectos. Luchamos siempre contra el libre pensamiento, porque no habíamos comprendido que el primer deber de una religión, como afirmó El Concilio, consiste en reconocer hasta el derecho de no creer en Dios. Habíamos perseguido a aquéllos que dentro de la propia iglesia habíanse distanciado inscribiéndose en las Logias, despreciando todas las injurias y amenazas. Habíamos irreflexivamente acreditado que una señal de la cruz pudiese ser superior a tres puntos formando una pirámide. Por todo esto nos arrepentimos Señor y con tu perdón te rogamos nos hagas sentir que un compás sobre un nuevo altar puede significar tanto como nuestros viejos crucifijos. Amén.”
Con esto demostró que existían dos Iglesias enfrentadas. Como vemos, en su fuero interno- y como muchos otros curas- este papa creyó en un Dios de todos y jamás en el exclusivo y excluyente Dios egoísta que promueve el grupo de la Iglesia fundamentalista opusiana que hoy impera en el Vaticano, la que procura someter al hombre a su voluntad soberana y absoluta, como declarada y confesa enemiga de la humanidad, y de la mujer especialmente.
La oposición de Ratzinger
Pero a pesar de la oposición que mantuvo el Opus Dei la Iglesia redujo un poco las tensiones con los Masones hasta que, como declara Henríquez Tillería, “el Cardenal Ratzinger, [el entonces] actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cercano al Opus Dei y su gran defensor en las antesalas del Vaticano, expidió una Declaración sobre las Asociaciones Masónicas el 27 de noviembre de 1.983, en la cual insiste en la condena y el rechazo a la masonería y prohíbe a las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre esta Asociación ya que se le considera inconciliable con la doctrina de la Iglesia”.
Y desde entonces, tratando de destruir a la Masonería que se había infiltrado en la Iglesia, se enfatizó de forma oficial y directa la “Inconciabilidad entre la Fe Cristiana y la Masonería”, retomándose la posición inquisitorial anterior, la que hasta hoy prevalece.
El delito de masonería
Muchos estudiosos señalan 3 períodos en las relaciones de los Masones con la Iglesia. Van, desde la aparición del los Masones Operativos y los Especulativos (del siglo XIII en adelante) hasta el siglo XVIII cuando se dictaron drásticas medidas para combatir la masonería como lo declara el Edicto del Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Firrao, promulgado el 14 de enero de 1.739 :
“Las reuniones masónicas eran no sólo sospechosas de herejía, sino, sobre todo, peligrosas a la pública tranquilidad y a la seguridad del Estado Eclesiástico, ya que de no tener materias contrarias a la fe ortodoxa y al Estado y tranquilidad de la República, no usarían tantos vínculos secretos”.
Pero el “Clero Fundamentalista” que hoy domina la Iglesia no le perdonará jamás a Juan XXIII el haberse pronunciado a favor de la libertad del hombre, dándole la razón a los Masones
Edicto que trajo como consecuencia la pena de muerte, la confiscación de bienes y la demolición legal de las viviendas de los masones.
Se configuró así el llamado “delito de masonería” pues, en las naciones con gobiernos confesionales, los Masones fueron perseguidos pero no por serlo, sino “por ofensa a la religión católica”, puesto que estaban excomulgados, fundamentando su delito en la lesión que le ocasionaban al Orden religioso católico, pues en el marco de la Constitución de los Estados católicos, el delito eclesiástico automáticamente pasaba a concebirse y castigarse como delito político.
Dice Henríquez Tillería, en el interesante escrito que nos nutre, que:
“El resultado final, ya en los albores del siglo XX, es que el Código de Derecho Canónico promulgado el 27 de mayo de 1.917, después de la muerte de León XIII, recogió la doctrina jurídica de la iglesia sobre la masonería, especialmente las de Pío IX y León XIII. Es así como en el canon 2335 se confirman las disposiciones pontificias del siglo XIX, precisando la sanción al establecer que ‘los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potencias civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica’.
Es precisamente en este período lleno de agrios y duros enfrentamientos entre la masonería y la Iglesia católica cuando en 1.928 Josemaría Escrivá de Balaguer funda el Opus Dei. Desde su creación la nueva congregación aglutinó a los miembros más ortodoxos y fundamentalistas del clero católico, quienes comenzaron su trabajo misional con esos sectores de la feligresía.”
El clero Masón
Sin embargo, a pesar de la manifiesta oposición contra la Masonería, el pensamiento liberal de los Masones se encuentra vivo dentro del clero que, aun siendo perseguido y espiado por sus propios compañeros del Opus, reconocen y rechazan – como Juan XXIII- los actuales pecados de odio contra el Espíritu Santo que se manifiestan en su Iglesia.
La universalidad de los masones
La Masonería no es una simple creencia que se impone por la fuerza o por el miedo a los a los hombres y a los pueblos, ella es y representa a un generoso y fraterno Espíritu Universal y Libertario que se anida poderoso en el corazón de todo hombre que busca el predominio de la luz sobre las tinieblas, incluyendo a muchos nobles sacerdotes.
Por su amplio y virtuoso corazón, por sus elevados ideales y su desinteresada actitud, la Masonería se ha convertido en la verdadera “Orden Universal” que pretende ser la Iglesia de Roma al autoproclamarse “la católica”. Mientras unos liberan los otros esclavizan.
No debemos olvidar que dentro las Logias Masónicas se forjaron las independencias de los pueblos americanos, en contra de la voluntad esclavista de la Iglesia de Roma que pretendía mantener a los pueblos cautivos bajo el yugo de sus reyes aliados, de los que recibieron canonjías y privilegios a cambio de mantenerlos en la ignorancia, su gran empresa.
Pero el “Clero Fundamentalista” que hoy domina la Iglesia no le perdonará jamás a Juan XXIII el haberse pronunciado a favor de la libertad del hombre, dándole la razón a los Masones.
De manera que, por haber forjado nuestra dominicanidad con Duarte a la cabeza, la Masonería Dominicana es digna merecedora del reconocimiento y de la confianza de los dominicanos. Guiados por un gran amor a la humanidad, practican la fraternidad verdadera que les insufla El Gran Arquitecto del Universo.
Sin embargo, a las almas mezquinas, a los sepulcros blanqueados les molesta la grandeza del “espíritu masón” mostrado por Juan XXII, aquel “Papa Bueno” que pidió perdón confesando al mundo los “pecados de odio” de su Iglesia contra los nobles Masones.