Hace unos días se debate con pasión en el país las implicaciones favorables o no, de la firma del Pacto Migratorio propuesto por o auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas ONU, a los estados miembros. El título del documento es: Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, a ser firmado en la ciudad de Marrakech, Marruecos, África del Norte, los días 10 y 11 de diciembre de este 2018.
El fin último de la intención del documento de la ONU, es respetar derechos de inmigrantes, fortalecer la institucionalidad de los países en la aplicación de medidas regulatorias, dotar ordenanzas legales a los procesos respecto a los inmigrantes y facilitarle documentos legales para viabilizar su estancia en los países, todo bajo un marco legal y regulatorio y sin contravenir la soberanía, autonomía y particularidades de cada país.
Las voces a favor y en contra son las mismas que se debaten entre democracia y autoritarismo. No es vinculante la aplicación del Pacto Migratorio con las acciones legales y la autonomía de los países en el tratamiento de tan delicado tema. Se trata a mi modo de ver, de un marco internacional que prevea medidas, acciones y dispositivos que, sin condicionar los estados miembros, permitan un protocolo en el abordaje de los inmigrantes como parte de una preocupante y creciente fenomenología que desborda los esquemas de análisis tradicionales de las propias ciencias sociales.
De lo que se trata es de aplicar leyes, normalizar procedimientos, respetar protocolos, definir políticas públicas claras y no ambivalentes, que permitan sacar ventajas de una realidad que no será cambiada ni con muros, ni con bombas ni, con balas, sino más bien con acciones diplomáticas, económicas de desarrollo en la frontera
No obstante, presté atención a los argumentos, más que a las razones de quienes se oponen o bien de quienes lo suscriben. En el fondo subyacen pasiones de todo tipo ente ellas las ideológicas, las humanas, las prejuiciadas y racistas, como las nacionalistas y las de tipo liberal o conservadora en lo político. Tampoco es una alegría quedarnos rezagados con 9 estados más en la no firma, el perfil de estos gobiernos no son prometedores en la necesaria lucha por consolidar la democracia y el estado de derecho.
Este apasionado debate que eliminó de la vida del país por más de una semana otros temas, es parte de los desencuentros de un pueblo que no termina de definir una agenda de trabajo, un proyecto de nación, un modelo de desarrollo sostenible, pero es capaz de fijar posición a un tema que ya los organismos internacionales habían sugerido la no vinculación entre las políticas migratorias de los países y su propia autonomía como rezan segmentos del documento, como tampoco implica imposiciones sobre los estados a determinadas formalidades de ejecución de estos programas y políticas públicas para migrantes.
Sí me preocupó, cómo nos escandaliza el tema haitiano, que sin dejar de ser preocupante para el país y su estabilidad socioeconómica y política, ha sido siempre una excusa, un recurso justificativo de las incapacidades de sus grupos dominantes, políticos y económicos, por desembarazarse de esa mano de obra barata y sobreexplotada, y montar tienda aparte, lo cual lógicamente obliga a definir nuevas reglas de juego que impactan en los beneficios marginales u ocultos de estos grupos con doble moral ante tan delicado tema y su definición respecto a la mano de obra local.
Fíjense que al oponerse una parte del país, con todas sus razones, remarcaron en demasía, la implicación haitiana en las fronteras de este documento, y por tanto exigieron un tratamiento de estado que evitara la regulación de esa desproporcionada inmigración. Acusándonos nosotros mismos de racistas y humanistas, liberales y conservadores, debate que no permitió el equilibrio de las ideas por encima de las pasiones.
Desde el poder político se jugó a ganar con el debate lo cual tampoco ayudó, pues convirtió el tema en espectáculo, sin que ello implique minimizar su dimensión e impacto social. De lo que se trata es de aplicar leyes, normalizar procedimientos, respetar protocolos, definir políticas públicas claras y no ambivalentes, que permitan sacar ventajas de una realidad que no será cambiada ni con muros, ni con bombas ni, con balas, sino más bien con acciones diplomáticas, económicas de desarrollo en la frontera, que frene el desborde migratorio, sin dejar de ser un tema nacional y de estado, pero su tratamiento requiere nuevas miradas, nuevos discursos, nuevos planteamientos como por ejemplo el desarrollo de un corredor de inversiones que enfrente la realidad de esa zona fronteriza y que impacte sobre la línea divisoria para convertirlo en cinturón que disminuya el cruce migratorio.
Sin embargo, todo ello sin una voluntad política que termine controlando el desorden fronterizo, el tráfico de mercancías, el pago de peaje, el trasiego ilegal de mercancía y seres humanos, con firma de Pacto o sin ella, no logramos resolver un problema tan viejo como la fundación de la República y antes que ella.