El pabellón opulento de los insomnes vendedores de
opio
En rincones frescos mancebos ofrecían tazas aromáticas
con tal de reincidir en las historias polvorientas
de los monstruos distribuyendo entre sus grandes sacos
alidonas
(y licores
Luego la plaza y altos templos si por desgracia la
tarde se tornaba amenazante
a las ventanas saturnales alzando trombones de varas
bruñidas de la feria del festejo
Cinco notas repetidas sobre los tambores
Paños menores en la ciudad temerosa de Santo Domingo
y los transeúntes sin detenerse ponían en el cielo
la mirada seria: así
mientras las nubes iban de prisa desgarrándose
en los pináculos de aluminio de Plaza Central
Por las noches abierto el Malecón un aliento
espectral
En los barrios de las hospederías
Hasta muy tarde pisadas y querellas mercaderes de
algún país remoto
Ahora el oficiante
Desde el trampolín el primer saco de productos
pirotécnicos
Ah estruendos esplendores
Azul rojo verde
Ya empieza a oler desde el púlpito
El halo de la lámpara el dormitorio arrasado
por la vehemencia y el remolino de sus hojas
Sobre las sábanas vacías
un arpa de fuego se apoya
el laúd ocre de su presa
En la ciudad confusa abierta en todas las direcciones
donde la furia y la pasión se mezclan con el polen
y otra vez Santo Domingo despliega sus alas y arde
de sed intacta y sin raíces
*Sobre un poema de Gerardo Deniz (Madrid-1932-México 2019)