Al amanecer
El otro “cambio climático”
¿Cuál es la certeza de los cambios graduales perceptibles que registra la atmósfera de la Tierra? ¿Su vínculo con los terremotos, erupciones volcánicas, deshielo polar, ciclones, vórtices de frío, olas de calor, sequías y tornados? ¿Por qué las estaciones alteradas y los microclimas? ¿Cuántos millones de dólares se invierte anual en asuntos del clima? ¿Quiénes se benefician de esa industria? ¿Pueden los humanos alterar el curso de los ciclos naturales? ¿Tiene solución alguna?
Sin duda, todas esas interrogantes persisten en torno al tema del clima en el planeta, un asunto que ha sido complejo durante décadas. Por años hemos sido bombardeados por medios, políticos y científicos que atribuyen el fenómeno a la actividad humana, versión oficial de la ONU y de los gobiernos. Primero se habló del efecto de los gases de invernadero. Luego se rebautizó a cambio climático. Y ahora se le llama calentamiento global. What next?
Lo cierto es que esa teoría ha dividido al mundo científico. Más allá de los datos de algoritmos procesados en computadoras con resultados inducidos, se ha pasado por alto un elemento humano básico para investigar: observación y comprobación. De hecho, ya muchos científicos e investigadores cuestionan la tesis del Panel Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Climático, y confían en que al final se acepte la cruda verdad de lo que está ocurriendo.
El debate sobre el clima se ha intensificado en los Estados Unidos con la tesis de John L. Casey, quien prestó 35 años de servicio público como asesor de política espacial de la Casa Blanca. Fue consultor de la NASA e ingeniero del programa de transbordadores, asesor científico de varios presidentes en Washington, D.C., y actual director ejecutivo de la Corporación para Investigación de la Ciencia y el Espacio, con sede en Orlando, Florida.
Su polémica teoría, que ha captado la atención, advierte que cambios cíclicos puntuales en la dinámica energética del Sol, naturales desde hace cientos o miles de años, ocasionan alteraciones en el clima de la Tierra. Lo atribuye al descubrimiento de un ciclo solar que está dando fin a la etapa de las altas temperaturas y avanza en un lapso intermedio hacia otra fase peligrosa de baja drástica y congelación que durará al menos 30 años o más, pausa que ocurre cada 200-207 años, bautizada como Ciclo Bicentenario, mayor que el de los típicos once.
En la investigación, resumida en su libro Dark Winter: How the Sun is Causing a 30-Year Cold Spell (Invierno Oscuro: Cómo el Sol está Causando una Ola de Frío de 30-Años), el científico estadounidense subraya que este nuevo clima gélido impactará la población mundial. Ofrece evidencias del final del cambio climático y sus efectos devastadores en la agricultura, la energía y la producción de alimentos para una población mundial estimada de 11-mil millones de habitantes en la tercera década del siglo XXI.
Casey asegura que el cambio natural, conocido como Ciclos de Actividad Solar Relacional, comenzó en el 2007 y se acelerará a partir del 2030, no en 2050-2100 como asegura la ONU, con el inicio de una “hibernación solar”; reducción histórica de la producción energética del Sol; enfriamientos prolongados en las temperaturas del planeta; clima gélido peligroso a largo plazo, y la alta probabilidad de actividad sísmica de escala histórica en terremotos intensos y erupciones de súper volcanes, a los que sugiere poner atención y adoptar planes de emergencia por sus efectos catastróficos y destructivos en intervalos de 100, 200, 300 y 400 años.
Recuerda que entre los años 1811 y 1812 no hubo primavera en los Estados Unidos. Durante una etapa previa de hibernación solar, una serie de temblores y terremotos de magnitud 8.0 remecieron la localidad de New Madrid, estado de Missouri, el más potente en la historia de la nación.
Y el sismo de 2010 en Haití, ocurrido poco antes de un informe preliminar denominado Correlación de Mínimos en la Actividad Solar y Magnitud Amplia en Sucesos Geofísicos, sobre lugares en zonas geológicas activas como Islandia, Indonesia, Japón, Nueva Zelanda, California y otras más reciente, desde el 28 de diciembre de 2019, como el enjambre de sismos que ha afectado la costa suroeste de Puerto Rico
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