(A los ateos: desde siempre perseguidos, asesinados y discriminados por los cristianos católicos)

Los romanos y su Iglesia católica han demostrado ser maestros maliciosos manipuladores del lenguaje; desde siempre, desde que una vez se enfrentaron a los cartagineses en las Guerras Púnicas, bautizadas así porque los llamaban “punos”.

Los odiaron y envidiaron tanto que llegaron a arrasar su ciudad Cartago, hasta borrarla del mapa y la memoria. Tan odiados que, con el vocablo “punible” designaron lo despreciable, lo sancionable, lo penable, lo punible.

Sí, “punible”, pues desde entonces todo lo que tuvo alguna relación con los “punos” fue “punible” para los romanos. Y así lo incorporaron a su habla.

De la tolerancia al fanatismo católico cristiano

Hubo un tiempo en que, a diferencia de las monoteístas, algunas notables culturas politeístas (paganas) solían mostrarse liberales y plurales, tolerantes y flexibles; en ellas ateos y creyentes eran igualmente respetados y admirados, allí todas las ideologías (filosóficas o religiosas) solían convivir en paz y armonía.

En Grecia y en la Roma precristiana los dioses no eran mezquinos, no celaban a otros dioses como lo hacia el Dios hebreo-cristiano, el discriminador y tirano que decía: “No hay un Dios más que Yo y todos deben amarme y someterse a mis designios”, como la mismísima encarnación del egoísmo y la hipocresía.

Inquisidores católicos torturando a los ateos para obligarlos a ser creyentes
Inquisidores católicos torturando a los ateos para obligarlos a ser creyentes

En aquel entonces ser Ateo no era una condición “punible”, más bien loable y aceptable como tampoco lo fue la condición homosexual y bisexual entre helenos y romanos, por lo menos hasta que Constantino fundó la intolerante Iglesia de Roma (porque no fue Pedro ni Cristo quienes fundaron esa iglesia, y esto lo sabe y lo oculta el papa Francisco)

Desde entonces los obispos traidores ( los que vendieron a Cristo a Constantino para que lo utilizara como marca imperial, como Iglesia de Roma) la emprendieron contra los paganos y, en especial, contra sus compañeros obispos disidentes que se opusieron a la sacrílega venta (como Arrio), contra el paganismo politeísta, contra la libertad de pensamiento y de conciencia, la del pueblo romano.

Y fue entonces cuando, con la aparición del “monoteísmo estatal cristiano”, comenzó a morir la “libertad ideológica”, la tolerancia religiosa que se practicaba en Roma. El espíritu liberal y plural que habían heredado los romanos de los griegos fue herido de muerte, arropando luego el medievo, desvanecido, hasta que este espíritu de luz y libertad logró resucitar con el Iluminismo, con la Revolución Francesa, con los derechos del hombre.

Soy Ateo… por la gracia de Dios

Y fue así cómo, durante aquel largo trecho de intolerancia religiosa y opresión oscurantista, el vocablo Ateo se convirtió en “punible”, en sinónimo de: desalmado, perverso, monstruoso, sanguinario, despiadado, retorcido, avieso, antisocial, disociador, hereje, inhumano, en fin “comunista”…merecedor del mayor desprecio.

Más que una bestia, el ateo era visto como un demonio, siendo la palabra ateo un estigma que la Iglesia le estampaba con odio a su enemigo, como se lo estampó el arzobispo Portes Infante en la frente a Juan Pablo Duarte y a sus trinitarios amigos para traicionar la Patria, para apoyar a Santana.

Ateo, la más efectiva forma de satanizar al enemigo, de desacreditarlo; como “enemigo de Dios” no cabía mayor sanción y desprecio colectivo en un individuo.

Así se convirtió el vocablo Ateo (como Cartago y los punos) en un símbolo del desprecio colectivo, lo que fue creciendo en la medida en que la Iglesia de Roma imponía los tizones de su inquisición sobre los cuerpos indefensos de sus enemigos políticos, cazando brujas y hechiceros: ateos.

Tan así, que todavía hoy en estas tierras dominicanas, aun entre gentes supuestamente educadas y avanzadas, el vocablo “Ateo” resuena como trueno, como condición ideológica repudiable y diabólica del que deben alejarse todos. Unos por ignorancia y otros por el miedo ancestral que les infunde la Iglesia criolla.

Recuperando el orgullo Ateo

Gay y Ateo, lo que una vez en Grecia y Roma fueron vocablos de “orgullo ciudadano” hoy, en esta cultura de intolerancias e hipocresías interminables que por cinco siglos ha sembrado la Iglesia de Roma, al vocablo Gay y Ateo debemos devolverle su ORGULLO, retornarlos a la libertad, a los derechos humanos.

Sí, el Orgullo que quiere negarle una Iglesia criolla que, como su madre vaticana, hoy se consume y achica moralmente en las llamas de su hipocresía, de su pederastia y, por qué no, de su heterosexualismo, práctica clerical que pretende ocultar aun sabiendo que son conocidas sus andanzas, todas registradas en la historia (Ver aquí: http://guidoriggio.blogspot.com/2015/06/descendencias-sacerdotales-en-rep.html )

Pero, si la condición que adorna a un Ateo es la inmoralidad y la maldad como pretende decir la Iglesia, podemos a firmar que ella misma está rellena de ateos.

Sin embargo, no es verdad que Ateo sea sinónimo de inmoralidad o inmundicia, y, si lo es, es porque la Iglesia de Roma le ha dado esta malintencionada y calculada connotación al vocablo y con ello al sujeto, pero por venganza, porque los Ateos les han mostrado a esos “creyentes” católicos que son unos intolerantes, unos egoístas cargados de soberbia y de marcada inconciencia, despojados de toda sensibilidad humana.

La identidad Atea

Decir NO a la opresión y al acoso ideológico que por cinco siglos les han impuesto estos señores de la Iglesia de Roma a los Ateos criollos (y por demás a los del mundo) es un deber, un derecho ciudadano.

Luchar por la “identidad atea”, por el derecho a pensar con libertad, por el derecho a seguir los dictados de la conciencia individual, por los derechos que proclama todo Estado laico, es un deber fundamental de todo ciudadano.

Ateos o no, todos debemos proclamar “EL ORGULLO ATEO”, pero a toda voz, con gran Orgullo, pues el vocablo contiene la gran virtud de diferenciar a los seres responsables de los hipócritas, de los que, diciendo creer en Dios, se dedican a practicar el engaño, el sofisma y la inmundicia.

Oremos por los odiadores católicos, por los obispos que persiguen a los ateos, para que Dios los perdone y los libre del infierno …y , sobre todo , agradecerle a Cristo las vacaciones de Semana Santa….Amén

Cometarios al margen:

* Temas varios de nuestro blog: http://guidoriggio.blogspot.com/

* Creemos que no debemos caer en el error de darle una connotación despectiva al vocablo “creyente”, aunque pensamos, como Tertuliano, que es propio de idiotas tragarse esos cuentos de hadas, esos mitos que les vende el clero para manipular voluntades, para crear rebaños, para sacarles favores a cambio de una promesa de “vida eterna y paraíso” que los mismos curas saben inexistente. Debemos tolerarlos para no caer en sus mismos errores maliciosos. No lleguemos jamás a pensar que “creyente” es sinónimo de “idiota”, de degenerado espiritual, aunque sabemos que han sido semánticamente engañados y se sienten orgullosos cuando les llamamos “creyentes”, como si ese “llamado a no pensar y razonar” fuese un elogio.

* Así, como ellos lograron trasladar el significado semántico del vocablo Ateo de loable a punible, procuremos devolverle el antiguo significado que les daban los griegos al vocablo “creyente”, aunque no se den por enterados.

* No olvidemos que, por decir la verdad y denunciar a los impostores, los Ateos, desde siempre, han sido considerados peligrosos para los intereses políticos que actúan amparados por los grupos clericales que odian la difusión del conocimiento y la verdad.