Febrero suele ser un mes incómodo para muchos propósitos dado su brevedad en el calendario. Pero además de su origen dudoso y peculiar, resulta que cada cuatro años su vida útil se extiende por un día, es decir 29, que es el caso en este nuevo año que apenas comienza y lo que se define desde la antigüedad como año bisiesto o de 366 días. Para algunos significa bonanza económica en las siembras, así como amor y amistad; y para otros, sinónimo de tragedias y augurios no buenos.
En la actualidad, hay creencias para todos los gustos. En países como Irlanda, nacer un 29 de febrero se relaciona con la buena suerte y los padres de los bebés que nacen ese día reciben un premio de cien euros. Sin embargo, en Escocia o Grecia, se considera de mala suerte casarse a lo largo del año bisiesto. Dicha fecha es comparada incluso con un viernes 13 o martes 13.
El 2020 tiene 366 días para ajustar el desfase que existe entre la duración del año astronómico (365,24 días) y la del calendario habitual (365). El día extra es el 29 de Febrero, una peculiaridad que ocurre cada cuatro años y que en algunos lugares, como Italia o Rusia, se considera un presagio de mala suerte y se asocia a desastres naturales, conflictos políticos o crisis económicas. Pero otros creen lo contrario y lo vinculan a la buena fortuna, aunque celebren su cumpleaños cada cuatro años.
El “año bisiesto” deriva del latín “bis sextus dies ante calendas martii ”, que en castellano significa: “el sexto día antes del primer día de marzo”, que correspondía a un día extra intercalado entre el 23 y el 24 de febrero. La práctica de incluir un día adicional cada cuatro años inicia con la creación del calendario juliano tras un decreto del emperador romano Julio César, en el año 46 a.C., pero no seguía la regla del siglo divisible por 400, debido a que solo tenía una sola regla: cualquier año divisible por cuatro sería un año bisiesto. El gobernante admiraba el calendario egipcio, por lo que encargó al astrónomo Sosígenes que ideara uno para Roma, ya que había tantos, en la primera revisión de una calenda moderna.
Esta fórmula produjo demasiados años bisiestos pero no se corrigió hasta la introducción del calendario gregoriano, del papa Gregorio XIII, más de 1500 años después para arreglar el desfase de tiempo entre las fiestas religiosas, las fases de la Luna, las siembras y las estaciones del año, adoptado en 1582 cuando se saltó del 4 al 15 de octubre, y se eliminó diez días de un plumazo. ¿La razón? El año empezaba en enero en uno y en marzo en el otro, recuerda la Enciclopedia Británica.
Aún se desconoce el origen de esa sensación oscura que llega con los bisiestos, aunque está llena de refranes como decían las abuelas “año bisiesto, año siniestro”, “año bisiesto, ni aquello ni esto.” A ello se suman grandes tragedias de la historia marcadas por esta condición del calendario. Sin embargo, los sociólogos explican que el fenómeno ocurre por la necesidad de las personas de hallar explicación a los hechos, lo que genera supersticiones. ¿Superstición? ¿Coincidencia?
La aparición del 29 de febrero en años bisiestos hizo que los romanos cerraran los templos todo el mes para evitar la ira del dios Júpiter. Además, la tradición grecorromana lo tenía por el mes de la muerte, por lo que las calamidades se acentuaban durante esta fecha. Para este antiguo imperio era tan fuerte la creencia que nadie se casaba ni quería salir de sus casas, pasando largas jornadas en encierro. Por su parte los griegos acuñaron el dicho “en martes y 13 ni te cases ni te embarques”, el cual también incluye el 29 de febrero.
Si bien no existen pruebas científicas de que en estos años exista otro tipo de energía y que lo único que cambia es el día extra, curiosamente grandes conflictos de la historia mundial se iniciaron durante períodos bisiestos. Entre estos hechos figuran la declaración de la independencia de Estados Unidos, 1776; la dominicana en 1844 y después toda la zozobra que sigue a la vida republicana; así como la adopción en el país del viejo código penal napoleónico de 1884, otro año bisiesto.
Además, la Primera Guerra Mundial que inició en 1914, seguida por la guerra civil española en 1936; la invasión de tropas francesas en la guerra de la independencia española de 1808; el conflicto entre Irán e Irak en 1980; y al comienzo de 2020, la crisis de Estados Unidos e Irán, entre otros.
Durante estos períodos también ocurrieron gran cantidad de desgracias tales como el terremoto de Marruecos, 1960, que dejó más de 15 mil muertos; el hundimiento del Titanic en 1912, y la apertura del campo de concentración nazi de Auschwitz, 1940. En 2016, el siniestro aéreo del club de fútbol Chapecoense de Brasil; ataques terroristas en Berlín, Bélgica y Francia. Más reciente, enero 2020, el enjambre de terremotos en Puerto Rico; la caída de un avión comercial de Ucrania en Teherán, y la erupción del volcán Taal en Filipinas.
Una ironía del destino es que todos los asesinatos que marcaron el siglo XX fueron perpetrados en año bisiesto: el asesinato del archiduque Francisco Fernando en 1914, que dio inicio a la Primera Guerra Mundial; la muerte del activista indio Mahatma Gandhi en 1948; los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King en 1968; el asesinato de John Lennon en 1980 -quien también habría nacido en año bisiesto-, y la muerte de Indira Gandhi en 1984.
Otro punto que golpearía el año bisiesto sería el plano económico, donde según señala la creencia popular, las grandes crisis se habrían suscitado. Dentro de estos hechos se encuentran caídas monetarias como: la crisis financiera de 2008; la crisis asiática, que si bien se inició en 1997, pegó con mayor fuerza a todos los países durante 1998; la crisis bancaria de Venezuela en 1994, y la crisis mexicana en el mismo año.
En conclusión, los años bisiestos suelen ser sinónimo de sorpresas y de mal agüero. Dada su peculiaridad por los 29 días de febrero, lo ideal tal vez sería tomar precauciones ante lo imprevisto, tal y como lo recomendase la abuela y que años después coreó el tema de Willie Chirino , “ Lo que esta pa’ti nadie te lo quita… pero por si acaso niño prende una velita …”