Comparado con 1973, los hombres de hoy producen y almacenan 60% menos de esperma. Dicho de otra manera. En cualquier país, raza, edad cada hombre produce ahora solamente el 40% de los espermatozoides, las criaturas microscópicas con las que fecundar a la mujer.
Pero es más grave la cosa.
El mismo informe científico producido por Shanna Swann de Icahn School of Medicine del Hospital Monte Sinai y publicado en la edición del jueves 18 marzo por el diario británico The Guardian establece:
El volumen testicular de los genitales del hombre se ha contraído consistentemente y en todas las latitudes.
La longitud del pene también se ha reducido gradualmente.
El estudio concluye que dado que se trata de un proceso en marcha, dinámico y sin atenuantes, para el año 2045, es decir dentro de 21 años, la capacidad de los hombres para producir esperma habrá cesado y con ello la última generación porque, si no hay espermatozoides no hay como fecundar. Desaparece la especie. Punto final.
El culpable de este proceso de esterilización colectiva es una partícula: phthalates.
Esta partícula pertenece al grupo de plásticos acumulativos no degradables y está presente en todas partes, procesos, formas, latitudes y funciones. No se sabe como deshacerse ni como prescindir de ella.
Aunque la disminución brutal de la producción de esperma en los hombres constituye una amenaza tangible y mensurable a la especie, todavía la voz de alarma no ha desatado la reacción necesaria para investigar, cambiar y resolver.
Mientras tanto. Los que quieran descendencia mejor se apuran.
No deja de ser una ironía que la covid 19, microscópico y los phthalates igualmente microscópicos surjan como dos grandes, inconmensurables amenazas a la especie.