El caso del intento de sicariato, perpetrado en un bar de Santo Domingo Este hace tan solo dos semanas, nos revela importantes lecciones sobre la comunicación efectiva en tiempos de crisis. La crisis se agrava a partir del cambio repentino en la trama del atentado, porque no fue comunicada eficazmente por las autoridades al mundo expectante, sobre todo en la rueda de prensa del miércoles 19, creando la confusión actual. La falla en la comunicación es atribuible a razones de muy diversa índole, pero nos enfocaremos en una vertiente muy particular de este caso, porque contribuye sobremanera a las dudas sobre la versión oficial de los hechos, manifestadas por la preponderante mayoría de la opinión pública.
Desde muy temprano en el desarrollo de los acontecimientos a partir del disparo a quemarropa a Big Papi, se maneja la premisa de que no fue una bala perdida ni un intento de atraco, sino un acto de sicariato. Según un artículo en el Listín Diario publicado al otro día del atentado, en la confusión inicial hubo una efímera especulación sobre otro blanco: Anoche el periodista Julio Martínez Pozo dijo que al parecer el objetivo del atentado era Secreto. “Parece que el objetivo era un reguetonero llamado Secreto 'El famoso biberón' y el tiro se le pegó a David Ortiz, que estaban juntos”, escribió Martínez Pozo en su cuenta de Twitter. El señuelo de “Secreto” no duró lo que la proverbial cucaracha entre gallinas; esa confusión momentánea no encontró eco en los medios ni en las redes, porque carecía de cualquier sustento. Solo “Secreto” creyó ser el blanco del disparo, y solo por segundos mientras ocurría el atentado.
Desde los primeros días se maneja la premisa del sicariato, y además se presume que el blanco del disparo fue nuestro Big Papi. Solo faltaba buscar el motivo, y la teoría del lío de faldas y celos rápidamente ganó ascendencia en la imaginación popular, pues en nuestro medio este desliz es menos perjudicial a la imagen personal que cualquier otro posible motivo como drogas, deudas de apuestas, etc., y nadie quiere perjudicar a nuestro héroe. Un video y la copia de un cheque fueron circulados como indicios primarios de esta tesis, y su viralización digital, sin ser denunciados esos elementos como fraudulentos, ha servido para apuntalar la tesis sobre el lío de faldas y celos criminales en la opinión publica.
La primera persona en cuestionar si el motivo pudo haber sido un asunto de faldas fue Eliezer Salvador minutos después del disparo, pues había presenciado desde cerca el ataque directo a Big Papi, y no podía imaginar que el blanco fuera otro. Ortiz negó durante el trayecto a la clínica esa posibilidad de lío de faldas, así como cualquier otro motivo para atentar contra él, según relata su salvador en entrevistas concedidas a los medios. De seguro también transmitió en el interrogatorio su convicción de que Big Papi había sido el blanco del disparo, a pesar del enigma del motivo para atacar al popular héroe. Es sobre esa base que se desarrolla la investigación.
Por otro lado, el 13 de junio, el “Gatillero” de David Ortiz habla por primera vez a los periodistas desde su celda, vociferando por la ventana: “No fue a David, fue a otra gente, fue confundido. A mí me dijeron del color de ropa, nada más, yo no lo vi, yo no lo vi.” Pero nadie le prestó mucha atención al gatillero, exceptuando los periodistas presentes. Ellos reportaron que escucharon una segunda voz, no identificada, que gritaba en la celda, y “que parecía motivarlo a que hable, y que también vociferó que se trató de una confusión”, según el reportaje del periodista de HOY, Juan Carlos Mejía Aquino. Al día siguiente reiteró su alegato de la confusión del objetivo, declarando el atacante en el Palacio de Justicia: “Pido disculpas, fue una confusión, no era a David, no lo reconocí, todo fue una confusión. Solo me enseñaron la ropa de a quién iba a disparar”. En la primera versión el gatillero dice que le “dijeron el color de ropa” y que él no lo vio; en la segunda ronda, dice que le “enseñaron la ropa de a quién iba a disparar”. Parece que todavía no había surgido la fotografía del relato cuando el gatillero primero revela la confusión del objetivo el día 13, pero el 14 ya aludía a una fotografía que le mostraron, originando la confusión. Es claro que ni siquiera el sicario ha querido hacer daño a nuestro Big Papi, o, por lo menos, no quiere que se sospeche que él disparó intencionalmente contra el héroe nacional, temiendo las consecuencias en el calabozo. Por eso pidió disculpas.
En todo caso, las autoridades ayudaron a disipar el alegato del gatillero sobre su confusión del objetivo, insistiendo en que era una estratagema del acusado para evitar la ira de los presos en la cárcel. Según resume El Diario, “Erick Montilla despachó los alegatos del detenido indicando que inventa la historia para evitar ser linchado en la cárcel.” “Él puede decir lo que quiera. Lo que importa es la investigación y lo que dijo durante los interrogatorios”, manifestó el vocero de la fiscalía de Santo Domingo Este, Erick Montilla, a Patrick Oppmann de CNN Español. Habría que saber exactamente qué dijo el gatillero en los interrogatorios y qué pruebas había descubierto la investigación hasta ese momento, para poder descifrar la declaración de la fiscalía. Mientras tanto, Big Papi seguía como presunto blanco del sicariato fallido, eclipsando por el momento la teoría alternativa sobre la víctima errada.
El mismo día 14, mientras el portavoz de la fiscalía de Santo Domingo Este desmentía categóricamente el alegato del gatillero sobre su trágico error, se conoce por primera vez la tesis alternativa de confusión del objetivo con nombre y apellido. Danny Alcántara se lanza al ruedo con la tesis de que el verdadero blanco de la trama de sicariato era David Fernández, basado en “información casi oficial” de la Policía y el Ministerio Público. El comunicador hizo alarde de que muy pronto sería oficialmente anunciada la versión oficial de la confusión del objetivo por la similitud de la vestimenta. Pero en la precoz versión de Alcántara, David Fernández es un capo con un tumbe de 30 kilos en su expediente, provocando la acción sicaria ordenada por un cartel dominico-venezolano. Claro que una deuda de 30 kilos entre capos es un motivo muy fuerte para la venganza, pero estar vinculado por amistad con una persona como la descrita por Alcántara sí que fuera muy perjudicial para la imagen de David Ortiz, mucho más que un asunto de faldas.
Por la declaración pública de “el Modelo” David Fernández, sabemos que en ese momento (14 de junio) las autoridades no habían interrogado al mecánico contertulio de Big Papi, poniéndose el testigo a la disposición de las autoridades para aclaraciones al respecto, al tiempo que negaba tajantemente cualquier vínculo con narcotraficantes. Siendo Fernández uno de los contertulios en la mesa de Big Papi (aparentemente el organizador del encuentro), se cuestiona por qué los investigadores no lo interrogaron hasta cinco días después del atentado. En la entrevista telefónica con un programa televisado, Fernández olvidó mencionar a su primo, el gran capo mexicano del Cartel del Golfo y hoy presumible autor intelectual del intento de sicariato. A pesar de que los periodistas cuestionaban sus vínculos con narcotraficantes en la entrevista, en ese instante no pensó en la anécdota del 2011. Poco después Fernández hizo memoria, informando a las autoridades del malentendido que había tenido hacía ocho años con su primo el narco, incidente que ahora se argumenta fue el móvil de venganza del sicariato fallido.
El grave error de comunicación de las autoridades fue pretender sustituir una nueva narrativa de los hechos sin antes borrar la historia gravada en la conciencia colectiva, incluso con la participación de la fiscalía. En ningún momento se comunicó oficialmente que se estaba explorando la posibilidad de un error en el blanco del disparo, y que existían importantes pistas en ese sentido. El globo lanzado por Danny Alcántara, sobre todo por el supuesto móvil de una deuda entre capos, no fue de mucha ayuda, pues tanto dominicanos como estadounidenses nos negamos a creer que nuestro Big Papi pudiera tener vínculos estrechos de amistad con criminales. Una cosa es que un capo contrate el asesinato de Big Papi por celos, otra muy diferente es que David Ortiz sea amigo de un capo y confraternice con el narco regularmente. Esa filtración de la confusión del objetivo tuvo poco impacto en la opinión pública, y si acaso fue contraproducente por la distorsionante fantasía de asociar al amigo de Big Papi con el mundo criminal.
La presentación de la nueva narrativa en la rueda de prensa convocada con mucha fanfarria para el 19 de junio se hizo sin prolegómenos, a excepción del cuento de camino de Danny Alcántara el día 14, con las complicaciones que hemos señalado. Con el agravante de que Patrick Oppmann, el mismo periodista de CNN Español que recibió el 14 de junio la respuesta de Erick Montilla descartando el alegato del gatillero de la confusión del objetivo, cuestionó por qué el repentino cambio en la narrativa. Recibió una negación rotunda de que se había trabajado con la hipótesis de Big Papi como el objetivo del sicariato. Al día siguiente las autoridades entendieron la necesidad de pedir disculpas por la confusión causada en la rueda de prensa, admitiendo que sí habían investigado bajo la premisa de que Big Papi era el blanco de la trama hasta último minuto, y en base a eso redactaron las solicitudes de medidas de coerción a los apresados, algunas incluso después de las primicias de Danny Alcantara sobre la confusión del objetivo.
Ese viro sorpresivo y a último minuto en la narrativa, sin previa comunicación preparatoria como en un buen cuento corto, evidentemente ha producido la confusión y el malestar de incredulidad en la prensa y la población. Además, los investigadores debieron desmontar la narrativa original, la cual había tomado cuerpo con la profusa circulación por redes y medios digitales. Por no querer ni siquiera aludir a la fase de investigación de Big Papi como objetivo de la trama, quizás en un intento de proteger la reputación de nuestro héroe como hombre de familia, las autoridades han dejado muchas interrogantes en el imaginario colectivo. Pudieron haber denunciado por fraudulento el cheque bancario para la compra del vehículo con una simple declaración del banco emisor de que no existió tal cheque, e igual con el documento de traspaso con un desmentido por la agencia distribuidora. El video de marras es inconsecuente sin el supuesto cheque para la compra del vehículo, pues aislado no prueba nada excepto los pobres modales de algunas alegadas amistades de Big Papi en la sala de espera de la clínica donde fue operado de emergencia. Además, los celos no justifican el sicariato, y un lío de faldas no acabaría con la reputación de Big Papi como extraordinario deportista y ciudadano comprometido ni aquí ni en EE. UU., si no, que le pregunten al Presidente Trump.
Suscitar la sospecha de un gran montaje para alterar la narrativa original parecería ser el efecto de la confusión que ha resultado de la narrativa del objetivo errado por el gatillero y sus cómplices. La sospecha de un gran montaje para alterar la narrativa es de peores consecuencias que la narrativa original, y si no lo creen, que también le pregunten al Presidente Trump.
La comunicación transparente pudo haber evitado la consecuencia de la confusión: la incredulidad generalizada.