El mundo, considerado como edificación lógica-conceptual, es pura ilación de relaciones, de constelaciones de vínculos, un monstruo de nexos cuya concordancia estriba en una catalogación de provisiones conceptuales binarias contradictorias, formada por parejas de opuestos.
Semejante madeja está constituida como correlación binaria, que se organiza desde consideraciones basadas según criterios histórico, teológico, ontológico, lógicos, derivados de las categorías de la metafísica occidental.
La crítica que realiza Nietzsche en su obra puede calificarse como una inversión de la metafísica, que está en el origen del pensamiento occidental. Y en consecuencia se configura como el momento de su acabamiento, de su término, de su cumplimiento.
Desde semejante proceso de inversión se origina su planteamiento de la genealogía del Nihilismo.
A partir de este resultado, de esta transpoción, tanto la teología como la ontología y la lógica griega de la época clásica queda destruida, resulta per-vertida y desnaturalizada.
Se produce lo que he nombrado, en otra ocasión, como el proceso de la rescendencia de la trascendencia. Este consiste de la disolución del telos, de la finalidad de la metafísica que se sustenta al colocar como el valor supremo la dimensión de lo trascendente, de lo divino.
La perspectiva de lo divino, lo suprasensible de la metafísica, la idea [Eidos] en Platón o los principios [Archei] en Aristóteles, se trastrocan en un resultado que transforma lo sensible, lo meramente aparente, lo pasajero y perecedero, lo carente de consistencia fundamental, lo continuamente mutable, como lo que sería capaz de fungir como la inversión de lo que se consideraba como el principio del ser y de los entes: lo undamental, lo esencial.
Dicho de una manera simple, lo eterno se desvaloriza y asume su lugar lo transitorio, lo fortuito, lo perecedero, lo inconsistente, la nada.
Esta transmutación de lo que antes era considerado como lo principal, lo supremo, produce, al mismo tiempo, que lo que anteriormente era percibido como lo sensible y transitorio, venga a ser desvalorizado ya que al perder su atractivo de frente a su opuesto, lo divino –desde su configuración como valor supremo–, esto ocasiona que lo sensible pierda su estimación y validez dado que su propia esencia desaparece paralelamente, al estar conformada su valía desde la equivalencia de su correlación como valencia binaria, que se destruye, que se descontruye y diluye con la destitución de lo suprasensible, se suprime la relación binaria, al diluirse al mismo nivel el valor supremo trascendente, lo que afecta indefectiblemente, evidentemente la esencia de lo sensible y, con ello, a la mutua diferencia entre ambos.
Esto hace desaparecer la visión binaria del ser que es el horizonte genealógico que deriva en la óptica teo-ontológica que produce la filosofía como encuadre predominante de la cultura helénica de la cual emerge la metafísica como imagen característica predominante del universo ideológico de Occidente.
La destitución de lo suprasensible termina en un ni esto… ni aquello en relación con la distinción entre lo sensible (aesthetikon) y lo no-sensible (noeton). Tal destitución aboca en lo sin-sentido, en la aparición del Nihilismo como relata Nietzsche en el Aforismo 125, de La gaya ciencia, donde describe el decir de El hombre loco, sobre el asesinato de Dios [Zaratustra. Cfr. Nota 125, edición italiana de Colli-Montinari, p. 544, Adelphi Editori, Milano-1965 ].
Históricamente, hasta el siglo XIX, todo tipo de relaciones y contraposiciones exigían originariamente, por basarse, como decía al inicio de este ensayo, una forma de relación binaria.
Como todo se organizaba desde una visión metafísica que a su vez traía su supuesto origen en la afirmación de un orden o del rompimiento de un principio divino que según Aristóteles se sustentaba en los cuatro significados del termino principio, fundamento, comienzo, finalidad. Así cuando se habla de principio, según la clásica de definición del Estagirita, esto quería referirse a que se hablaba del origen de algo, es decir lo primero o el fundamento o raíz de algo, que es además, lo primero en el orden de su aparición.
También se contaba que el principio era lo principal, esto es consistía en la norma o regla que predetermina el comportamiento de algo, o su modo determinante de ser. Es el modo predominante de ser.
El principio sería igualmente, la causa, el precepto que es lo que origina que algo sea y que pueda llegar a ser de una determinada manera. La causa en cuanto principio es lo que dirige o gobierna el modo de ser o que determina hacía donde se dirige algo al seguir el patrón que lo conduce o guía.
En pocas palabras para Aristóteles como lo define en los libros de la Metafísica, el principio viene a significar el principio supremo que dirige el todo.
Mientras él define a las diferentes categorías o clases de las cosas que encontramos en el mundo, como entes, término que está destinado a definir cualquier cosa que es, que participa del ser o del consistir de algo que es, el principio que, nombrado de múltiples maneras y que gobierna de diversas formas a los diferentes entes, o cosas, o, seres que encontramos en el mundo, Aristóteles lo define como el Entísimo, el Dios, Zeus, lo divino.
Platón quien fue el maestro de Aristóteles, hace la diferencia basada en los mismos principios que su discípulo adopta de su enseñanza. Por un lado está lo que gobierna el mundo que es, según las diversas jerarquías en que se organiza el mundo, nombrado por el discípulo de Sócrates, la idea.
Platón adopta para designar los principios de los entes, una palabra que antes de que él decidiera darle significado de principio de los entes era una palabra común. Idea estaba a significar lo que se ve en algo, es, por ello, como el núcleo o lo característico de un ente.
Dicho de una manera sumamente sencilla, la idea estaba a representar el adjetivo que es lo que primero que nos indica, al guiar nuestra mirada a su consistencia, qué es algo, luego Platón designaría al corazón de las cosas, aquellos que en nuestro observarlas nos indica de manera inmediata que es ese ente en cuanto para saber en que consiste nos dejamos guiar por lo que parece ser de manera inmediata.
Así si dirigimos la mirada a lo que nombramos como una pelota, comprenderemos que es pues ya de antes sabemos que todas las pelotas son redondas.
Pues bien, Platón, considera que esto que ante todo aparece ante los ojos del entendimiento , de la mente, de la razón, es el principio inmutable y directivo de los entes.
Mientras cada pelota que encontramos en nuestras vidas tienen diversos tamaños, colores, texturas, firmeza o material, etc., estas son cosas mutables y perecederas, pero la idea de la pelota, es algo que es lo común a todas ellas y en cierto sentido es inmutable.
Por esta condición de consistencia, de principio directivo que es común a todos los entes que identificamos como ser pelota, eso sería el grado directivo, jerárquico, inmutable que es lo común a todo entes que participe de esta idea, es por eso que para Platón, el objetivo que constituye el balón, la denomina como la esencia de un ente.
Así las cosas del mundo, todas desde las piedras, los líquidos, los seres vivos que el denomina como irracionales, es decir, los animales, y los seres vivos racionales, y así discurriendo, son seres individuales y perecederos, es decir mortales, mientras que las ideas son la parte del mundo que constituye el principio o la esencia que gobierna el mundo y sería de alguna manera inmutables, imperecederas y el fundamento del mundo.
Pero para Platón, así como para Aristóteles las ideas se van organizando en un esquema único de jerarquías de ideas que se encuentra presidida por lo la ideas del Bien. El Bien como idea suprema es el Dios, es Zeus, es lo suprema es de donde emana todo cuanto es y el fin que todo ente busca alcanzar. Insisto que cuando se habla de la Idea del Bien, es lo mismo de que habla Aristóteles. Claro que hay diferencias significativas entre ambas concepciones pero en lo esencial ambos pensadores ven el mundo dividido en dos regiones diferentes. El ámbito de lo divino y el entorno de lo perecedero.
El mundo se divide en dos niveles jerárquicos, un nivel superior, divino, que es la dimensión que gobierna al mundo y un horizonte de lo inferior que esta sujeto a la degradación, a la descomposición y la muerte.
El mundo visto desde esta perspectiva, que en filosofía se denomina metafísica, se ordena bajo el principio de lo binario. Divino-mortal; hombre-mujer; reyes o gobernantes y pueblo o siervos; seres racionales e irracionales, ricos-pobres, etc.