“La pregunta no es ¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos? Sino ¿Qué hijos les vamos a dejar a nuestro mundo?

(Leopoldo Abadía).

Justamente tres años después de la eclosión del gran movimiento social Marcha Verde, irrumpe otro gran movimiento social denominado emblemáticamente la Plaza de la Bandera. Los dos movimientos sociales con más oleadas humanas. Ambos caracterizados por sus inconmensurables éxitos. Marcha Verde significó el despertar de una sociedad dormida, en inercia y una inmutable indiferencia colectiva, social.

Marcha Verde cristalizaría un antes y un después en el panorama político-social. A partir del 22 de enero de 2017 todo el andamiaje ideológico cultural comenzaría en una disrupción, en una pérdida de la cimentación partidaria alrededor del partido gobernante. El objetivo de este movimiento social fue la corrupción y la impunidad como fermento social y ODEBRECHT como la parte medular de la excitación popular.

La corrupción dejó de estar escondida, invisibilizada, a pesar de que nos carcome todo el tejido social de nuestra nación. Marcha Verde visibilizó, develó todo el manto de impunidad y falencia de nuestras instituciones. Visibilizaría la corrupción y su correlato: el daño a la sociedad. Es así como surge un nuevo relato y como se ponen en su justa dimensión a los actores políticos con cuasi 20 años en el poder.

La llama de Marcha Verde está ahí como una antorcha luminosa que se fragua en el aire con sus hermosas caricias y suaves brisas para encandilar a otros actores sociales con nuevas expectativas, nuevas realidades y nuevos objetivos comunes, colectivos, con válvulas para promover nuevos intereses sociales-institucionales. Los brazos de los jóvenes del movimiento social Plaza de la Bandera se extendieron asumiendo las experiencias, los know how de dos años de intensas movilizaciones de Marcha Verde.

El movimiento social Plaza de la Bandera es la heredera histórica de Marcha Verde, trascendida. La Generación de Nativos Digitales o Z (2001 a la actualidad) conjuntamente con la Generación Y o Millenials (1982-2001) conducen de manera exitosa la afrenta y la desvergüenza de ver todo un esfuerzo de una sociedad pobre y vulnerable por realizar unas elecciones municipales, caerse estrepitosamente.

¡Tenemos derecho a elegir!

¡Donde está la democracia!

¡Qué pasó con la suspensión de las elecciones!

¡Mayor calidad de la democracia!

¡Institucionalidad!

¡Que se investigue: sabotaje, fraude, boicot, fallas técnicas: investigación, consecuencias, responsables!

¡No queremos el pase de las páginas sin saber dónde estamos!

Una creatividad, una innovación, sencillamente indescriptible. Ya lo decía Albert Einstein “En los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento”. Una de las características de las personas de clase media y media alta, es que cuando deciden dejar la sombra del individualismo, de la indiferencia, de la simulación, la cristalería del techo se destroza porque rompen al unísono “el miedo al miedo”. Ellas son las chispas que encienden las calderas porque en la era de la tecnología son los protagonistas que hacen arder las redes.

¿Por qué le llamamos movimiento social Plaza de la Bandera y por qué es un movimiento social? Bruce y Cohen nos dicen que un movimiento social existe “cuando un grupo de individuos está comprometido en un esfuerzo organizado, ya sea para cambiar o para mantener algún elemento de la sociedad”. Para Anthony Giddens y Philip W. Sutton, un movimiento social es un “Intento colectivo de promover un interés común o de lograr un objetivo común que se lleva a cabo principalmente por medio de acciones fuera de la esfera de las instituciones políticas formales y establecidas”. Son, abundan ellos “las formas más poderosas de acción colectiva”.

Un movimiento social no se produce porque existan muchos individuos alrededor de un objetivo común. Tomemos el caso de la OISOE donde decenas y decenas de personas se reunían cada miércoles demandando el cierre de esa inexcusable existencia del paradigma ostensible de la corrupción. Hubo un suicidio y el manto putrefacto de estelas insondables de descomposición. Pueden pues, haber hechos, casos, fenómenos, empero, no bastan en sí mismo. Tiene que ver en gran medida el contexto social, el marco de la subjetividad, aunque el preludio de la objetividad esté presente. Al mismo tiempo ha de darse, como nos señalan los autores Giddens y Sutton “los activistas necesitan sentir que existe una tensión estructural entre sus expectativas y la realidad”. ¡Es ese balance que genera la frustración y por consiguiente LA ACCION!

Ha de existir un acontecimiento desencadenante o incidente simbólico (suspensión elecciones, bombas lacrimógenas, denominación de popis despectivamente, como elemento fatuo de discriminación). Marcha Verde tuvo como expresión: ODEBRECHT. Las causas del deber de implicarse y la generalización de las creencias del movimiento social con sus objetivos o metas se aúnan en un solo haz y hace que el hilo conductor de la chispa produzca el necesario cambio o el despertar de una nueva ciudadanía, que en este caso, como nos diría Manuel Alcántara Sáez, ruptura varios paradigmas: la búsqueda de reconocimiento, la gestión de la confianza, el señuelo de que todo es posible, el vacío de la representatividad y descredito de la intermediación, que trae consigo el falso sentido de empoderamiento.

El movimiento social la Plaza de la Bandera en apenas una semana fue parte protagónica de varias decisiones:

  1. El Gobierno invitó a la OEA a auditar los equipos.
  2. El Gobierno “dejaría atrás” su investigación contra el coronel Ramón Antonio Guzmán Peralta y del técnico de Claro Manuel Antonio Regalado Martínez.
  3. La Junta suspendió al Director de Informática, Miguel Ángel García.
  4. Frente a la agresión con las bombas lacrimógenas la Junta dijo que no tenía que ver nada, lo mismo el Ministro de Defensa, al igual que el Director de la Policía que dijo que se investigaría.

Es un movimiento social que no está aislado con la caracterización superior de Marcha Verde: corrupción e impunidad. Lo absorbe en una perspectiva de mayor cuadratura, más amplia. En ese horizonte conceptual, el movimiento social Plaza de la Bandera es más progresista que lo que fue Marcha Verde, que era más reformista. Plantean mejorar la sociedad a través de cambios positivos de mejor calado: transparencia, elecciones justas con equidad, sin fraudes, sin compras de votos, por más y mejor democracia. Se preguntan dónde está el futuro de ellos con esta democracia de exclusión, con esta democracia de papel donde el poder lo puede todo sin regulación y sin límites.

La Generación de Nativos Digitales o Z no está signada por el silencio, es más impugnadora, más exigente de sus derechos. Han construido un espacio de interactuación social más horizontal, más cuestionadora y ello produce necesariamente, mayor rebeldía y menos sumisión. La dimensión del cambio está ahí, la elite política del partido gobernante hizo su trastada el 6 de octubre de 2019 y no pasó nada. Toda la percepción apunta que realizaron su bribonada, diablura, ahora en febrero. El punto límite que quebró totalmente la confianza.

El presidente Danilo Medina en su última rendición de cuentas, ante la Asamblea Nacional expresó “Si me lo permiten ahora deseo referirme a la delicada situación que vive el país tras la suspensión de las elecciones municipales del pasado 16 de febrero que ha generado una justificada indignación en toda la sociedad. Ya lo hemos dicho se trata de un hecho lamentable y bochornoso que nos avergüenza y que empaña la democracia dominicana.”

“Me identifico plenamente con el clamor de amplios sectores de la sociedad dominicana, especialmente las nuevas generaciones, en el sentido de que se busque a fondo la verdad, toda la verdad, sin cortapisas ni restricciones…”.

Hoy fui testigo de la historia con el TRABUCAZO 2020 que congregó a miles y miles de jóvenes que han dicho ya basta a esta calamidad institucional y política.

Los apologistas del status quo, los célebres del gatopardismo, tienen que entender el escenario político-social-institucional y electoral en que nos encontramos. Una mera porfía, obstinación por desconocer la realidad, sería el grito de detonación de un estallido social escalofriante, verdaderamente aterrador.