La renuncia de Ernesto Selman al PLD (porque “ya no es el partido desde el cual se podría consolidar la obra de Juan Pablo Duarte, con instituciones fuertes, la ética y la transparencia, como  enseñó Juan Bosch”) es un hecho excepcional en un sistema político lastrado por el abandono de los principios y valores que debe sostener irrenunciablemente todo partido progresista, como lo fue el de la estrella amarilla en sus ya remotos orígenes. Es muy claro el valiente llamado implícito de Selman a los buenos peledeistas que todavía quedan: Rescaten el partido para servir al pueblo, para que sus virtuales caudillos no sigan sirviéndose de éste.