Dedicado a mi amigo arquitecto Eugenio Pérez Montás, fundador de la Mesa Metropolitana de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional “Pedro Henríquez Ureña”, UNPHU. Y también a Carlos Dinubila, destacado sociólogo argentino-puertorriqueño, su compadre y mi tutor. Por haber hecho  posible estudiar mi doctorado cuando ya no había cupo. Realizado entre Madrid y la Ciudad Colonial. 

A la familia Vicini, a la familia Padovani, al Banco Popular, a Freddy Ginebra y a la doctora Teodora Acosta, (post mortem). Profesora distinguida del Instituto de Señoritas “Salome Ureña”, y Presidenta del Voluntariado del Hospital “Padre Billini”. A Virtudes Franco. A Martha Thayer. A Renoir Anselin y a su esposa Nelia Barletta. A María Cristina Carias. A Kin Sánchez y  a Lucy Pellerano, “la mujer que ama a los perros”.

A Monseñor Francisco Ozoria Acosta. Arzobispo Metropolitano Domingo y Primado de América. Por sus salmos, oraciones y exorcismos para pedir a Dios la que bendiga la Ciudad Colonial y la libre del fuego de los 222 pirómanos. 

“Recientemente unos 222 pirómanos incendiaron la Ciudad Colonial”.

El concepto de fuego siempre ha atraído la atención del hombre. En la literatura abundan referencias a este término, que tanto puede representar poder y pasión como terror y destrucción. El incendio es un delito de fácil ejecución, pero de difícil investigación. Pero en el caso del incendio de la Ciudad Colonial, la investigación será fácil.

Se trata del “incendio” de la Ciudad Colonial y del juicio a sus 222 pirómanos. El caso es muy grave. Es muy reciente. Los gritos y los “ayes” se escuchan todavía. Sus víctimas  apenas pueden decir palabras. Para orar. Para pedir justicia. Hecho bárbaro. Despiadado. Criminal. Patológico. Irresponsable. Condenable. Imperdonable. Horrible. Aborrecible. Y más. Alguien lo dijo: “Detrás de todo incendio está el demonio”.

Los autores del incendio de la Ciudad Colonial. Los 222 pirómanos,  “fuerza incendiaria” conformada por los 190 diputados + los 32 senadores del Congreso, (222), no actuaron caprichosamente. Tienen sus “propias y ocultas” razones. Como las tuvo el emperador Nerón que aprovecho  el incendio del año 64 d.C. para erigir su gran palacio, la “Domus Aurea”, mientras acusaba a los cristianos del desastre para alejar de sí las sospechas. Como Nerón, los 222 pirómanos dominicanos, entrenados para “incendiar” en sus propias bancadas tienen sus razones ocultas para entrampar las “alianzas complotadoras” para incendiar sin piedad a la Ciudad Colonial.

Los 222 pirómanos tienen sus particulares “acusaciones” de unos y de otros, menos de la que de ellos mismos deberán recibir de los habitantes y amigos de la Ciudad Colonial, de los habitantes del Gran Santo Domingo, del país y del mundo entero representado por los cónsules, embajadores y los turistas. Los 222 pirómanos “entrenados” en el Congreso deben ser formalmente  “acusados y juzgados”. Y no podrán implorar impunidad. “La maldad y la ignorancia no pueden gozar de impunidad.

Desgraciadamente para los 222 pirómanos congresuales, la Ciudad Colonial “no es un pedazo de tierra cualquiera”. No es un territorio fácil de olvidar. Supera, en mucho, al “pedacito” de 96,865.70 metros de tierra de la Patria que fuera hurtada por otros pirómanos sin que nada pasara. El país tiene una escasa tradición de darle importancia a los  fuegos de los pirómanos que se apropian de lo público y luego lo incendian para no dejar rastro. La Ciudad Colonial no desaparece, no olvida aunque los 222 pirómanos la incendien.

Sobre el incendio surgirán muchas preguntas. Mi pregunta: Después de la tragedia. Después del incendio “concertado”, “alianzado”, ¿qué Ciudad Colonial nos han legado los 222? Mi respuesta: “Un “rehén” dejado a la suerte de sus captores. Un botín atractivo para piratas nacionales y extranjeros. Una excusa para otro ejercicio de nefasta politiquería en el Congreso”. Vigilada por 222 pirómanos que tienen la misión de quemar su historia, su presente y su futuro cultural”.

La prensa nacional trae hoy otras noticias sobre el tema: “El contrato de préstamo es con el BID para el programa integral de desarrollo turístico de la Ciudad Colonial Santo Domingo II. Incluiría la restauración de cinco museos y la adecuación de al menos  200 viviendas de familias de bajos ingresos”. El aumento del impacto y los beneficios culturales y sociales vinculados con el préstamo, solo viene a destacar y aumentar la gravedad de la intención de incendiar la Ciudad Colonial para tapar, como en el caso del incendio de Roma por Nerón, otras “ruinas” causadas por el gobierno municipal de David y el gobierno nacional de Danilo.

Que lo sepan los 222 pirómanos del Congreso, atolondrados por el “humo” y la ignorancia: la Ciudad Colonial existe. “Para orgullo y honor del país y de toda la humanidad” .No es una ciudad inventada. Es una ciudad reconocible. Es un sueño de todos los dominicanos ¡y de toda la Humanidad! Que hoy la admira con respeto. Antes de que Cristóbal Colón llegara a la isla, el 12 de octubre de 1492, ésta  se encontraba poblada por los Taínos que la llamaban “Quisqueya” (madre de todas las tierras). La Ciudad Colonial es justamente eso: un pedazo de tierra que forma parte de un “islote” bendecido y bautizado por el padre Boíl en la primera misa del Nuevo Mundo. el lugar donde empezó la historia del Nuevo Mundo que Isla, “Madre de todas las tierra” que ya tenía una historia social, política, religiosa y artística que contar cuando los primeros españoles la hicieron como suya con la cruz y la espada. 
La Ciudad Colonial se encuentra ubicada del lado oriental de la desembocadura del río Ozama. Fue fundada por Bartolomé Colón el 5 de agosto de 1496 y trasladada luego al lado occidental en 1502 por Nicolás de Ovando. Más allá de la geografía insular, El 8 de diciembre de 1990 fue declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio de la Humanidad, bajo el nombre de Ciudad colonial de Santo Domingo, abarcando un área de 93 hectáreas. Y los que la quemaron también globalizaron su torpeza y su crueldad. ¡Y su juicio!
Tristemente, los 222 pirómanos de la Ciudad Colonial también quemaron el “Diploma” que la declara  “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”. La declaración de la Ciudad Colonial como “Patrimonio de la Humanidad” le otorga otros honores y otras responsabilidades. Conlleva no sólo un reconocimiento internacional. También supone una gran responsabilidad ya que las autoridades competentes de dicho patrimonio tienen que garantizar su protección y conservación. Por eso, que el incendio criminal contra la  Ciudad Colonial tiene una dimensión jurídica de “crimen de lesa humanidad”.

El incendio criminal de la  Ciudad Colonial tiene también ribetes de “crimen contra la historia y la cultura nacional”. En ella muchos hombres y mujeres ilustres que son autores de las ciencias, las letras, la política y la economía del país. En ella  nació y se “diseñó” la Patria Dominicana”. Soñada e ideada de un “arquitecto” de nombre Juan Pablo, que de niño, jugaba en las atarazanas y donde dos costureras de la misma zona bordaron la Bandera Dominicana.

Allí también vivió en 1511 un fraile español de la Orden del Padre Vicente Rubio, llamado Antón de Montesinos, que no dejaba dormir a la gente, voceando a todas horas: “Yo soy la voz del que clama en el desierto” y que  veces la alternaba con este otro mensaje: “Yo soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla”. Esta misma ciudad fue defendida con patriotismo contra 42 mil marines norteamericanos en la revolución de la dignidad, en el 1965, dirigida por un soldado democrático llamado Francisco Alberto.

El  “complot” para “incendiar” la Ciudad Colonial y violentar los  Derechos Culturales de la misma se hizo público el 19 de noviembre del 2019. El (anti)Juramento firmado con sangre impura dice así: “Durante la incidentada sesión del 19 de noviembre de este año los legisladores  no pudieron o no quisieron aprobar un préstamo por US$90 millones con el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, para una segunda etapa el Programa de Desarrollo Integral  Turístico y Urbano de la Ciudad Colonial, que en una primera etapa recibió otro préstamo de unos US$30 millones” (Diario Libre. 20.11.19, pág., 4).

Sin embargo, el préstamo del BID hay que administrarlo, aplicarlo y auditarlo con la mayor objetividad y transparencia posibles. No se trata de préstamo personal  concedido “a la libre” y teniendo al País como fiador. Se trata de un préstamo “no sólo para el turismo”, alejado de los habitantes y otras necesidades de la Ciudad Colonial.

Y si existe la necesidad  de que este segundo préstamo sea “vigilado”, que esa labor de “veeduría” y “auditoria” sea organizada y realizada por ciudadanos, personalidades e instituciones de la misma Ciudad Colonial. Con una gobernanza amplia, inclusiva, colaborativa  y democrática que permita aplicar el “fuego de la transparencia”. Jamás por el Ministerio de Turismo y nunca por las Comisiones del Congreso, Y nunca por Oficina Coordinadora y Fiscalizadora de Obras del Estado, OESOE.

Que el mismo Congreso aproveche la “desgracia” deshonrosa del “incendio”, que le toca de cerca,  y cree una Comisión Multipartidaria para la evaluación y auditoria rigurosas de la inversión del primer préstamo de US$30 millones, sin obstaculizar la aprobación del segundo de US$90 millones. Son préstamos con un visible y ponderado propósito social y cultural. Lucen “buenos” y necesarios. Y lo son. Que por votación se decida dejar fuera de la Comisión antiincendio” a legisladores fanatizados, alocados, coléricos, despistados, incultos, sordos, ignorantes, corruptos, indecentes, chivatos e irresponsables. ¡Que los hay!

Y  para terminar: El  Juicio a los 22 pirómanos que incendiaron la Ciudad Colonial. Que el hecho deshonroso del “incendio de la Ciudad Colonial” realizado por 222 pirómanos que trabajan en la Feria no que impune. Que no haya “olvidos” ni archivos  negociados ni por influencias oficiales y extraoficiales. Que los vecinos de la Ciudad Colonial participen directamente en el “juicio” ejemplarizador. Que ejerzan sus derechos ciudadanos y culturales como veedores acusadores de la “Ciudad” (civitas); “pesebre”  “Cuna”, “Puerta”, “Panteón” y Altar de la “República Dominicana”. Y como Ministerio Público capaz de defender los derechos culturales y humanos de la Ciudad Colonial, del Gran Santo Domingo y de todo el país.

“Que la misma Ciudad Colonial convoque  a los 222 pirómanos que incendiaron la Ciudad Colonial  para que asistan a las 10 de la mañana al el Parque Colón, en un plazo de 5 días. /Que vengan sin miedo, se les garantiza un juicio justo, oral y televisado. / Que lean sus nombres y las Actas del Complot. / Que se les lea el Juramento de los Trinitarios. / Que se le otorgue el derecho a la propia defensa. / Que firmen un Acta de arrepentimiento público que incluya la revisión-aprobación del prèstamos de 90 millones de dólares del BID para el Programa de Desarrollo Integral de la Ciudad Colonial. Para la reparación de 5 museos y 200 viviendas de familias de escasos recursos.

El no comparecer ante esta “citación” en el plazo requerido, constituye un incumplimiento de sus Deberes Formales, conforme lo establece el Art. 64 de la Constitución de la República.

Y si los 222 pirómanos se negasen a “firmar de inmediato el Préstamo del BID” para el desarrollo de la Ciudad  Colonial, que entonces representen y participen en la obra de teatro: “El fusilamiento de los 222 pirómanos que incendiaron la Ciudad Colonial”. No necesitan ensayar. Que en el último acto  presenta el fusilamiento  a todos los pirómanos, depositando “un  libro abierto en la manos derecha de cada cadáver. El guión dice que el fusilamiento público será sin panegíricos. Sin sacerdotes ni ministros. sin velas. Sin salvas ni fuego de cañones. Sin  himnos y sin llantos. Sin repiques de campanas. ¡Y sin verdugos. Y que pueden asistir familiares, amigos, jefes, estudiantes, profesores, “otros pirómanos”, bomberos y simples ciudadanos.

¡El país y la Ciudad Colonial necesitan más Duartes y menos Nerones!